Política

La 'ministra' paralela de Cultura en Presidencia cobrará cerca de 30.000 euros más que Urtasun

Todos los integrantes del 'gobierno b' de Pedro Sánchez en Moncloa cobran más que los ministros respectivos de cada ramo.

  • Manuela Villa, en una imagen de archivo. -

La próxima responsable del recién creado Departamento de Asuntos Culturales, dependiente de la Presidencia del Gobierno, Manuela Villa, ganará cerca de 30.000 euros más que el propio ministro del ramo, el portavoz de Sumar, Ernest Urtasun. Villa, que entrará en la fontanería monclovita con el rango de directora general, percibirá una remuneración superior a los 100.000 euros, como según figura en el portal de Transparencia, reciben los directores generales. Mientras que Urtasun se embolsa 79.415,16 euros.

Villa (Madrid, 1976) es secretaria de Cultura y Deporte en la Ejecutiva Federal del PSOE y, hasta la fecha, diputada en la Asamblea de Madrid, donde ejercía como portavoz de Cultura. En 2020 fue asesora del gabinete del por entonces ministro de Cultura, José Miguel Rodríguez Uribes, y tiene una larga trayectoria como gestora cultural: desempeñó más de una década en el centro cultural Matadero de Madrid como responsable de contenidos. Villa entiende los recelos por su nombramiento en Sumar. Y, por eso, dijo a El Periódico de España: “La percepción de amenaza, si existe, espero poder ir trabajándola para que se disipe porque ni mucho menos siento que venga a quitarle el sitio o las competencias a nadie”.

Lo cierto es que todos los integrantes del 'gobierno b' de Pedro Sánchez en Moncloa cobran más que los ministros respectivos de cada ramo. Así ocurre con Manuel de la Rocha y Emma Aparici -director de la Oficina de Asuntos Económicos y G20 y secretaria general de Asuntos Exteriores, respectivamente-. El primero percibe 114.263,24 euros frente a los 90.735,34 que, en 2022, percibió la ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño. Y la segunda también gana más: 114.263,24 en contraposición a los 92.903,18 que recibe el ministro de Exteriores, José Manuel Albares. Los puestos de Moncloa, explican las fuentes consultadas, tienen una sobrecarga laboral extrema y una gran presión.

En el organigrama de la fontanería más desconocida de la Presidencia del Gobierno, de la cúspide presidencial cuelgan los responsables de tres grandes departamentos: el Gabinete de Presidencia (con un gabinete propio, un comité de dirección y dos departamentos -Seguridad Nacional y Asuntos Culturales-); la Secretaría de Estado de Comunicación y la Oficina de Asuntos Económicos y G20.

Los recovecos de Moncloa

En un escalón inferior, y dependientes del Gabinete de Presidencia, aparecen otras cinco áreas: la secretaría general de Presidencia (con tres departamentos, un gabinete y una unidad de apoyo); la dirección adjunta del Gabinete de Presidencia (con tres departamentos); la secretaría general de planificación política (con un departamento); la secretaría general de políticas públicas (con tres departamentos y la Oficina Nacional de Prospectiva y Estrategia) y la secretaría general de Asuntos Exteriores (con un departamento).

La estructura del Gobierno de Pedro Sánchez ha registrado varios cambios en los últimos años, siendo los más destacados la desaparición de los Altos Comisionados para la Pobreza Infantil y el Alto Comisionado para España Nación Emprendedora que, sin pena ni gloria, pasó a mejor vida por real decreto el pasado febrero con esta explicación: “habiéndose alcanzado los objetivos que motivaron su creación”. Aquellos motivos eran “convertir a nuestro país en un referente internacional en emprendimiento e innovación”.

En cualquier caso, el Gobierno de Pedro Sánchez en su conjunto es elefantiásico, con 22 ministerios y tres vicepresidencias sin atribuciones de coordinación Además, incrementó respecto al gabinete anterior el número de secretarios de Estado, subsecretarios y secretarios generales de 101 a 103, con cerca de 1.400 altos cargos y asesores a dedo. Con este tamaño, la eficacia y la agilidad del Ejecutivo están en entredicho. Se trata de una estructura compartimentada que carece de flexibilidad, lo que repercute negativamente en la gestión de los fondos europeos del Plan de Recuperación.

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