Enrique Pérez, histórico militante del PSOE y vicesecretario general de Extremadura, se ha dado de baja del partido en una dura carta que ha enviado al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. En ella, asegura que no quiere ser "cómplice bajo ningún concepto de las nefastas consecuencias sociales y políticas" de su "paso por Ferraz y por Moncloa".
El Diario Progresista reproduce el texto íntegro de la misiva:
A la atención del Secretario General del PSOE Pedro Sánchez Pérez-Castejón.
Es muy fácil, y muy complicado al mismo tiempo, explicarte por qué eres el principal responsable de mi solicitud de baja del PSOE, como militante y como simpatizante, después de más de 18 años.
El camino fácil sería afirmar lo que muchos ciudadanos y analistas políticos opinan conmigo. Que eres el Secretario General más desideologizado, narcisista, falaz y antidemocrático que ha tenido el PSOE desde su fundación en 1879.
El camino difícil obliga a explicar cómo es posible que hayas dilapidado en menos de cuatro años el inmenso capital político que los militantes te regalamos en 2017. Un capital que, además, venía a fraguar una doble evolución de gran calado histórico en la política española contemporánea: por un lado, la culminación de un largo proceso de movilización y rebeldía que los militantes veníamos protagonizando, sin ningún apoyo de las élites del partido, desde 2010; por otro lado, la posibilidad real de convergencia de esa rebeldía socialista con los intensos movimientos sociales y políticos herederos del 15-M.
Los militantes del PSOE, tal como reconoces en tu Manual de resistencia, fuimos, de manera espontánea, los que reaccionamos a la inercia oligárquica del partido el 1 de octubre de 2016 y te pusimos en bandeja protagonizar la revolución que el PSOE necesitaba. La consecuencia lógica de esa revolución habría sido un partido más democrático y más socialista, la necesaria regeneración de la política nacional y la imprescindible reinvención de la izquierda española.
En ello confluimos personas muy distintas. Quienes siempre creyeron en ti, quienes se rebelaron visceralmente contra el pulso oligárquico que te defenestró, quienes te vieron como un mal menor frente a Susana Díaz y quienes, como yo, entendieron que era la última posibilidad, por pequeña que fuera, de recolocar al PSOE en su espacio histórico natural que, además, es el espacio que la sociedad de nuestro tiempo necesita que ocupe. En algunos casos, nos implicamos hasta el punto de defender «nuestro proyecto» (ahora sabemos que no era el tuyo) en el ámbito autonómico; en mi caso, recorrí 5.000 kilómetros de Extremadura como candidato en las primarias regionales. El resultado es que ahora solo hay dos tipos de militantes en el PSOE: los que sabemos que nos traicionaste y los que aún no lo saben.
Aunque algunos ya lo advertimos durante la campaña de primarias de 2017 —y, de hecho, tú y tu equipo nos represaliasteis por ello, incluso antes de llegar a ser Secretario General—, tu objetivo nunca tuvo que ver con el PSOE ni con España. Tú único objetivo siempre fuiste tú mismo: alcanzar el poder para cumplir un ambicioso y personalista sueño de llegar a Moncloa y vivir de la política el resto de tu vida. No había nada más detrás: ni una ideología, ni una ética ni una visión o misión histórica.
Tu gestión como Secretario General y como Presidente del Gobierno solamente han confirmado aquella intuición temprana que algunos señalamos hace cuatro años: has logrado que el PSOE como partido prácticamente desaparezca, mediante el estrangulamiento de su funcionamiento orgánico y la dirección mesiánica que ejerces; la relevancia de la militancia se ha volatilizado por completo, no digamos ya su tradicional capacidad crítica y de empuje democrático; has incumplido, casi de principio a fin, las Resoluciones del 39º Congreso que te entronizó; has realizado algunos de los pactos más vergonzantes que se recuerdan con los nacionalistas y separatistas con tal de llegar a Moncloa y permanecer en ella; y, lo que es peor de todo, has conducido al PSOE, desde el Gobierno, a realizar políticas liberales que nada tienen que ver con La Internacional que cantabas al terminar cada mitin en 2017. Esto último incluye una gestión de la pandemia de COVID-19 en la que al final solo cuenta la «responsabilidad individual», en la línea del PP más ultraliberal de Isabel Díaz Ayuso, cuando, precisamente, la pandemia ha sido una oportunidad histórica para la izquierda de defender un nuevo modelo de sociedad ajeno al capitalismo salvaje, en el que las decisiones colectivas fueran capaces de construir un mundo más equilibrado medioambientalmente, más sano, más humano y, por todo ello, más socialista; por contra, tu única aportación ha sido correr al rebufo del neoliberalismo rampante y acudir a Europa a pedir crédito, tanto crédito que endeuda a varias generaciones para poder sostener el mismo sistema que había antes de la pandemia, es decir, un sistema que enriquece al 1% mientras el 99% sigue sobreviviendo bajo distintas formas de esclavitud cotidiana.
Desde que ingresé en el PSOE he sido siempre un militante crítico ante la necesidad de renovación: con los compañeros Felipe González, Joaquín Almunia, Alfredo Pérez Rubalcaba y José Luis Rodríguez Zapatero. Pero ninguno logró nunca acercarme a la sensación más desagradable que llevo sintiendo ya demasiados meses: que me dé vergüenza militar bajo las siglas que tú diriges.
Tres han sido las líneas rojas que creía que nunca se podrían rebasar para que me tuviera que ir del PSOE. La primera, ética, es decir, la de hacerme cómplice con mi militancia de una gestión dañina no solo para las clases sociales que el PSOE dice representar, sino, en este caso, también para la convivencia de todo un país. La segunda, ideológica: la abierta apuesta liberal que supone toda tu gestión de Gobierno, y que hace indiferenciable al PSOE de lo que habría hecho Ciudadanos, o de lo que están haciendo otros partidos liberales europeos, incluso en muchas cosas de lo que haría el PP. La tercera línea roja, en relación con valores estrictamente democráticos y de Estado, fue el indulto a los independentistas catalanes, que no solo humilla a los españoles que tratan de construir una Cataluña leal a la convivencia y la legalidad, sino que además somete las necesidades de futuro de todo un país a tus intereses personales de continuidad en el Gobierno.
Esta catástrofe ética, ideológica, social y política se encontró con tu equivalente en Unidas Podemos, un Pablo Iglesias no menos narcisista, no menos falaz, y no menos antidemocrático. Y así, de esta doble traición a militantes y ciudadanos que creyeron en una izquierda renovada, ha surgido un Gobierno cuyo único objetivo es sostener el poder en beneficio de sus detentadores. Un Gobierno que ha elevado ya a la ultraderecha a las mayores cotas de poder desde 1977, que ha renunciado a cualquier transformación social de calado, que legisla de espaldas a la clase trabajadora (en ocasiones, en su contra), que está profundizando en la herida política y territorial provocada por el separatismo, que ha contribuido a cavar más hondo en la trampa de la diversidad que divide a la clase obrera y, en fin, que no tiene intención de poner en riesgo su continuidad en el poder dando la cara por sus simpatizantes y votantes.
Seguramente ya no lo recordarás, pero en 2012 tú eras el coordinador del programa de la Conferencia Política del PSOE, y desde Bases en Red, el primer gran grupo a nivel nacional de militantes organizados para cambiar el PSOE, propusimos un largo y trabajado texto como enmienda a la totalidad del documento marco; yo coordinaba entonces aquel grupo de trabajo y tú, aunque de mala gana, incluiste la mayoría de nuestras propuestas en la ponencia final, convirtiéndose desde entonces en hilo conductor de todos los candidatos que querían ganar las primarias nacionales. Fueron miles de militantes de toda España los que trabajaron en aquel documento de más de cien páginas. Muchos de nosotros seguimos participando muy activamente en las primarias de 2014, mediante una candidatura sin conexiones con las élites del partido (al contrario que la tuya), con la que logramos una nada desdeñable cifra de avales. Muchos de nosotros fuimos los que impulsamos tu candidatura, de una manera o de otra, en las primarias de 2017 porque, si hubieses cumplido tus compromisos, tu gestión de la Secretaría General habría culminado con éxito todo ese inmenso trabajo de la militancia durante una década, que ha terminado languideciendo por las cañerías de Ferraz. La mayoría de todos esos militantes que contribuimos en su momento al cambio en el partido, del que tú te beneficiaste, ahora están en otras organizaciones de izquierdas o, simplemente, huérfanos de representación.
Nosotros, la militancia, de hecho, hemos tenido éxito. Ganamos la batalla de las ideas. Finalmente, tras diez años, logramos poner en la Secretaría General del PSOE a un dirigente cuyo programa, cuyas promesas, cuyas resoluciones congresuales, ponían colofón a un proyecto político que llevó al PSOE a recuperar millones de votos perdidos en 2019. Eres tú el que ha fracasado, traicionando todas y cada una de las promesas, de las resoluciones congresuales y del programa electoral. Has dilapidado toda la energía política de una generación, has convertido a la militancia en el eco de tu voz y, por tanto y has transformado al PSOE en una organización estéril sobre la que ya apenas puede sembrarse nada.
Así que sí, me tengo que ir del PSOE. Para no seguir pasando vergüenza, para no sentirme cómplice bajo ningún concepto de las nefastas consecuencias sociales y políticas de tu paso por Ferraz y por Moncloa, y para no seguir engañando a nadie, por activa ni por pasiva, con la posibilidad de que el partido recupere, durante tu mandato, el lugar en el que lo puso la militancia en 2017. Eso ya no ocurrirá. Me doy de baja para permanecer fiel a las ideas socialistas, por las que fueron represaliados, incluso con la muerte, algunos de mis antepasados. Solo podré volver al PSOE cuando tú hayas abandonado su dirección y cuando la huella del «generalato sanchista» haya desaparecido por completo, algo que no será fácil.
Me despido ya, esperando que tengas un último gesto de dignidad, renunciando a tus responsabilidades antes de llevar al partido y al país al borde del abismo. Y espero también que tu despedida no vaya acompañada, como se intuye, de un dedazo para que el sanchismo perviva, habida cuenta que la mayor parte de tus más estrechos colaboradores encajan perfectamente en el perfil de arribismo, frivolidad y vacío ideológico e intelectual que está definiendo el ejercicio de tu responsabilidad. Dudo que tengas alguno de estos últimos gestos de dignidad, puesto que tu actitud es precisamente la contraria, la de apurar el cáliz hasta las heces para seguir en el poder mientras sea posible, así que me despido con una frase de Sófocles, maestro de la tragedia griega, que te convendría aplicar: más vale caer con honor que ganar con fraude.
Enrique Pérez Romero
Militante del PSOE desde el 01/06/2003 hasta el 23/12/2021