Política

Una década de hostilidad: la izquierda española, obsesionada con mover el trono a Felipe VI

La proclamación del Rey fue una operación de Estado que se precipitó para salvar la Corona. El auge de Podemos puso en jaque el sistema que quieren derribar también los independentistas

  • El Rey Felipe VI observa a Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. -

La izquierda española lleva una década obsesionada con la caída de Felipe VI. La proclamación del Rey fue una operación de Estado ejecutada por el PP y el PSOE -con Alfredo Pérez Rubalcaba al frente- que se precipitó para salvar la Corona del precipicio. El auge de Podemos, alimentado por la crisis económica y de representación que cristalizó en el 15-M, puso en jaque el sistema constitucional de 1978 que ahora los aliados izquierdistas y separatistas de Pedro Sánchez quieren derribar. La Corona era uno de los objetivos, especialmente, por el ocaso del reinado de Juan Carlos I, que se vio salpicado de algunos escándalos.

El advenimiento de una república es el horizonte compartido de las principales fuerzas políticas a la izquierda del PSOE. Los socialistas, mientras, permanecen quietos. Por el momento, sigue sin estar en sus planes romper el pacto constitucional, pero la presión que sufren aumenta día a día. Además, las juventudes del partido cada vez son más beligerantes contra la Monarquía. La debilidad parlamentaria de Pedro Sánchez contribuye al daño a la institución.

El presidente del Gobierno depende de partidos que claman por la abolición de la Monarquía. Y todos los pasos de sus socios van en esa dirección. Los desplantes se cuentan por decenas. El último fue su ausencia de la jura de la Constitución de la Princesa de Asturias. Podemos fue el partido que comenzó el juego.

No solo eso, los morados fueron quienes arrastraron al PSOE para compartir el timón del Estado con los partidos separatistas desde el primer gabinete de coalición de Sánchez. Por aquel entonces, Ferraz todavía esperaba que Ciudadanos pudiera ejercer de muro de contención con el fin de evitar que la dirección de la legislatura la marcaran quienes pretenden fraccionar España. Pero no fue posible. Pablo Iglesias, en una jugada estratégica, apareció junto a Bildu para anunciar el apoyo de los abertzales a las primeras cuentas de la coalición. Con ello logró que Ciudadanos se desentendiera.

La crisis que envuelve a la monarquía tiene una de sus causas en las tensiones políticas que cruzan el país, donde hay territorios, como Cataluña y País Vasco, en los que es percibida como una institución ajena. Cada vez más jóvenes cuestiona la existencia de un monarca en pleno siglo XXI. Y, reflejo de ello, es el barniz abiertamente republicano que Podemos imprimó en su acción de Gobierno en Moncloa, con ministros que han reprobado públicamente a Felipe VI. Para el recuerdo queda la forma en que Alberto Garzón llamaba al Rey: ciudadano Borbón.

Felipe VI es el rey de España más preparado de la historia. Es el primer rey constitucional, cuestión que luce con orgullo y que deja caer en alguna que otra ocasión. Se debe a la ley de leyes, línea infranqueable en su día a día. Su imagen es presentable, austera y solemne. No circulan rumores sobre él y su carácter dista mucho del de su padre, más socarrón y cercano, al menos en público. Fue un gesto, pero sacó de su despacho en Zarzuela el retrato de Felipe V, primer Borbón, para poner el de Carlos III, el rey ilustrado.

Desde que llegó al trono, Felipe VI no actúa como hijo o como hermano, sino como Rey. Por eso, igual que su padre antepuso la restauración de la monarquía al morir Franco a la relación con su padre, el conde de Barcelona, Felipe VI sabe que para garantizar su reinado y el de su hija debe tomar decisiones drásticas. No importa la sangre. Ese es el motivo por el que no solo renunció a la herencia de su padre, a quien además dejó sin asignación, sino por el que despojó a su hermana del ducado de Palma.

El momento más crucial de su reinado fue el discurso del 3 de octubre de 2017, después del referéndum ilegal en Cataluña. En su alocución, dura en gesto y forma, dejó claro que no tolerará la ruptura de España por vías inconstitucionales. Y, por ello, fue deslegitimado por los independentistas.

En efecto, la izquierda a la izquierda del PSOE quiere meter en la cabeza de los españoles progresistas que la única alternativa a un Gobierno de PP y Vox es una República plurinacional y social. Los socios de Pedro Sánchez están empeñados en atacar al Rey, porque saben que sólo apelando a una “identidad republicana” pueden conformar una mayoría con Bildu ERC que impida a Alberto Núñez Feijóo (PP) y a Santiago Abascal (Vox) sentarse juntos en Moncloa.

El hoy jefe del Estado quiere una monarquía íntegra, transparente y renovada para “un tiempo nuevo”. Su máxima aspiración es que le quieran, porque de ese detalle depende su futuro. Felipe VI admira realmente el proyecto histórico de su padre, a quien reconoce su labor para hacer germinar en España un régimen de libertades homologable al resto de democracias occidentales tras cuatro décadas de mano dura. Pero en estos momentos está librando una partida contra el legado de Juan Carlos I. Y contra la izquierda política que trabaja por su caída.

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