Hace tan solo dos semanas, el vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias abogaba por la moderación y tendía la mano a los partidos de la derecha, incluso al PP. En juego estaba la prórroga del estado de alarma y la táctica de Podemos era evitar el conflicto. En 14 días todo ha cambiado. Iglesias se ha convertido en el principal azote del PP y de Vox, además de cuestionar el trabajo de los jueces y de parte de la prensa de centroizquierda. La lógica que subyace a esos movimientos, según fuentes de Podemos, puede calificarse de estrategia de la tensión, o lo que se resume en alimentar la polarización de los bloques para evitar encuentros indeseados en el centro.
En el equipo de Iglesias no esconden la preocupación por los juicios en los que puede verse involucrado el vicepresidente. Por un lado está la causa del 'caso Tándem' sobre el excomisario Villarejo, en la que temen que el juez pida su imputación con el objetivo de aclarar su papel en la desaparición y devolución en mal estado de una tarjeta del móvil de su exasesora. De momento, el juez ya le ha quitado la condición de “perjudicado”.
Además de eso, Podemos recuerda la difícil situación del Ejecutivo ante la batería de querellas presentadas por las víctimas de la covid-19. En el caso de Iglesias, se teme por las residencias de mayores. El vicepresidente, responsable de asuntos sociales, supervisaba las residencias tras la puesta en marcha del mando único, y el grueso de los fallecidos se registró justo en esos centros. Aun así los morados creen que la responsabilidad principal será de los dirigentes regionales en las Comunidades más afectadas.
Evitar canales de diálogo
Ante esa situación, y coincidiendo con la declaración de su exasistenta, Dina Bousselham, en la Audiencia Nacional el lunes 18 de mayo, el discurso público de Iglesias ha cambiado radicalmente. Una de las razones de ese giro atañe a la preocupación de que, tras el rescate europeo, el PSOE busque el apoyo externo del PP para modificar el actual gobierno.
Iglesias considera que Sánchez se mantiene de momento a su lado. Los dos líderes han escenificado su cercanía, pero empieza a filtrarse en algunos sectores la idea de que el socialista está preocupado por la supervivencia del Ejecutivo. Y en esa dinámica lo esencial para Iglesias es evitar que se abran canales de diálogo con Pablo Casado.
Gobierno monocolor
La idea de la gran coalición --que en realidad sería un gobierno monocolor con apoyo temporal del PP y elecciones anticipadas-- sobrevuela la Moncloa. La impulsan sectores históricos del PSOE, y según Podemos también grupos empresariales y mediáticos. No es casual que desde hace pocos días, el nuevo diario lanzado por Podemos, La Última Hora, ha señalado a varios periodistas del grupo Prisa porque considera que forman parte de un intento destinado a derrocar el Gobierno.
En este encaje, Iglesias cree que si aumenta la polarización entre derecha e izquierda, o más bien entre fuerzas dispuestas a dialogar con Sánchez (incluyendo Ciudadanos), su papel se reforzará. El diálogo hacia el centro del PSOE, en cambio, le debilitará. El guiño de Iglesias a Sánchez para hablar en redes de la serie francesa el Baron noir va interpretado en esa dirección, según algunos. En la tarde del pasado jueves, Iglesias compartió un artículo de opinión que aboga por un periodismo militante, alejado de la "equidistancia".
"Los judíos dicen que los están masacrando. Goebbels lo niega"
“El postperiodismo es la relatividad defendida como religión. Nadie tiene más razón que nadie, ninguna visión es más real que otra, hay tantas verdades como personas”
Olga Rodríguez https://t.co/VjwgsCxFyX
— Pablo Iglesias ?{R} (@PabloIglesias) May 28, 2020
Instaurar un marco de excepcionalidad
La estrategia de la tensión no es nueva en Europa. Salvando las distancias con lo ocurrido en los años setenta, cuando el conflicto político era más extremo, ese movimiento se asocia con la creación de una alarma y terror para justificar la instauración de un marco de excepcionalidad. Es decir, que si la derecha trabaja para una insurrección a la izquierda solo le queda cerrar filas y atrincherarse. Y todo tipo de debate y autocrítica en el PSOE se evaporaría.
De aquí el utilizo de los miembros de Podemos de términos como “lawfare” (algo así como guerra judicial) o “golpe de Estado”. El lawfare apunta a la existencia de una red judicial que busca tumbar el gobierno, y se remonta a casos como el de Lula en Brasil. Con el “golpe de Estado”, que Iglesias lanzó contra Vox en la mesa de reconstrucción (foro en teoría para cimentar los nuevos Pactos de la Moncloa), el partido morado aspira a escorar el Ejecutivo a la izquierda, elevando la indignación en el bloque conservador y alejando a Casado de todo tipo de diálogos.
Otro ejemplo de ello es que el miércoles Iglesias afirmó que el PP está alentando una “subversión”. Y el jueves apoyó una negociación con Carles Puigdemont y la salida de la cárcel de los presos independentistas condenados por sedición.
Fuentes gubernamentales no revelan si la estrategia de Iglesias tiene el visto bueno de Sánchez. Pero comentan que Iván Redondo, el principal asesor de Sánchez, es partidario de una táctica que se resume en generar más caos sobre el caos. Dicho de otro modo, después del "error" en el acuerdo con Bildu, es conveniente dar más golpes y evitar que la opinión pública, confundida por la batería de titulares negativos, comprenda cuál es el tema que puede amenazar la supervivencia del Ejecutivo. La destitución del coronal de la Guardia Civil, Diego Pérez de los Cobos, formaría parte de esa lógica. Y las provocaciones de Iglesias, también.
La clave para todas las fuentes se encuentra en los juzgados de Madrid y en Bruselas. El Congreso se ha convertido en algo parecido del lugar donde despistar a la opinión pública. Pero en Bruselas esos tipos de maniobras servirán a poco, comentan fuentes del Ejecutivo. “El momento de la verdad será en septiembre, cuando se deberán tomar medidas serias para recibir los fondos europeos”. La Comisión, o sea Francia y Alemania, exigirán la puesta en marcha de reformas estructurales, y, según miembros del Ejecutivo, el Presidente deberá decidir si seguir con la coalición, aunque retocada, o tentar la suerte en solitario y aprovechar las encuestas convocando elecciones en 2021.