La gran movilización convocada para este sábado por los independentistas pretende recupera el pulso perdido en las calles desde la aplicación del 155. Será un una demostración callejera al estilo de las Diadas con un lema, libertad para los exconsejeros presos, y un propósito, ocultar la desleal declaración de Carme Forcadell en los tribunales. Algo se ha roto. Primera gran decepción en la familia separatista.
"Volvemos a casa con la conciencia tranquila". La presidenta intentaba atajar, en un tuit, el desconcierto y hasta el rechazo que produjo en las filas independentistas su declaración ante el Tribunal Supremo. La presidenta del Parlamento catalán renegó de la DUI, que calificó de 'simbólica', acató el 155 y prometió fidelidad suprema al marco constitucional. Un duro golpe para el sector más firme del secesionismo. Un giro de 180 grados que le permitió salir de prisión apenas unas horas después de su ingreso.
"No es una traición. No fue un día de renuncias sino de sentido comun", justificaba el diputado Joan Josep Nuet, diputado de los comunes y único miembro de la Mesa puesto en libertad sin fianza. Los dirigentes secesionistas, en especial los de Junts pel Sí, salieron en tromba en defensa de Forcadell. "Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar", escribió Oriol Junqueras desde su celda. Carles Puigdemont se subió al carro desde Bruselas: "Prisión por permitir hablar y votar. Así es la democracia española".
Ataques a la Justicia española
La reacción fue súbita y masiva desde la cúpula del secesionismo. Había que disipar dudas y desarmar el manto de escepticismo y de malestar que se expandió con rapidez entre las bases. Cuatro miembros de la Mesa habían renegado de la proclamación de independencia, se habían plegado al 155 y tres de ellos, al parecer, se comprometieron incluso a abandonar la política.
El contraataque no se demoró. La propaganda del estamento oficial del independentismo inundó las redes y ocupó los medios públicos. Furibundos ataques a la Audiencia Nacional que tiene presos a los exconsejeros, a la manipulación de la Justicia, al 155 y, en general, al Estado. Ni una mención al contenido de la declaración de los diputados de la Mesa ante el Supremo. Las palabras de Forcadell no trascendieron. Tan sólo, que un tribunal español la enviaba a presidio.
La agitación fuera de control
"Se ha hecho un Santi Vila", señalaban algunos mensajes, en recuerdo del exconsejero del PDeCAT que abandonó el Gobierno horas antes de la proclamación de independencia. Vila, que despeja aún sus dudas sobre si se presenta o no a las elecciones, tan sólo pasó una noche en prisión. Pagó la fianza de 50.000 euros y se fue a casa. Igual que Forcadell. Desembolsó 150.000 euros, se subió en su auto oficial y marchó, con su esposo, rumbo a su Barcelona. Los otros tres componentes de la Mesa ni siquiera. El juez les ha dado una semana para reunir los 25.000 euros de la fianza.
En vísperas del arranque de la precampaña electoral, las organizaciones separatistas vuelven a la calle. La huelga general desdibujó el perfil del movimiento cívico, que se reivindica civilizado y pacífico. Piquetes violentos le amargaron la vida a cientos de miles de catalanes que pretendían acudir a su puesto de trabajo. La agitación provocó tal rechazo que incluso líderes soberanistas advirtieron a los líderes de los Comités de Defensa de la República, promotores de la algarada, que se habían excedido en su actuación. Buscaban la foto de la represión y sólo lograron a toda una comunidad maniatada y acosada por pandillas de matones juveniles.
Omnium y la ANC quieren resucitar el espíritu familiar y amigable de las Diadas. Y quieren borrar el puñetazo que Forcadell y sus compañeros de tarima parlamentaria le sacudieron a la república catalana en todo el mentón. "Renegada", "traidora", "hipócrita", se escucha en reuniones de las bases más radicales. Un lavado de cara, un blanqueo de la imagen de Forcadell, ahora tan desprestigiada.