La comparecencia de Mariano Rajoy ante el Tribunal Supremo como testigo en el juicio a los cabecillas del 'procés' ha aliviado las tensiones que rondaban esos días por Génova. La cúpula del PP temía este trámite, calificado de muy 'peligroso' por un diputado de la formación. Todo ha salido en forma correcta, sin sorpresas, comentan estas fuentes.
Tan sólo ha habido algunos daños colaterales, pero predecibles. Rajoy, como es natural, reivindicó 'su 155', más prudente y mesurado que el que anuncia casi cotidianamente que aplicará Pablo Casado. Un 155 pactado con los otros partidos constitucionalistas, limitado en el tiempo y con la convocatoria de elecciones. "Las circunstancias eran otras", explican en Génova para no alimentar este debate.
Rajoy se mostró algo tenso, lo que es normal dadas las circunstancias, pero respondió sin demasiados titubeos y evitó la famosa muletilla de 'no lo recuerdo' o 'lo desconozco' en las que incurrió en su declaración ante la Audiencia Nacional por el 'caso Gürtel'. Subrayó claramente dos puntos clave que podrían haber acarreado problemas a su partido. No hubo negociación con los promotores del golpe, no hubo mediadores, ni intermediarios, se aplicó el 155 porque se produjeron actos de violencia y en todo momento se actuó en defensa de la soberanía nacional.
No hubo mediador
Ahí está la calve, comentan en el PP, en subrayar que no hubo mediadores, aunque un letrado se empeñó en sacar a colación a Urkullu, que hizo una llamada en vísperas del desastre. Un puñetazo al 'relator' de Pedro Sánchez, un argumento perfecto para los populares. Rajoy no negoció la autodeterminación, Rajoy no aceptó un mediador. Lo contrario que el actual presidente del Gobierno.
La intervención Ortega Smith, el defensor de Vox, que actúa como acusación popular, producía una cierta inquietud entre los populares. "Ortega ha esta correcto, mucho más prudente de lo que esperábamos", señalan estas fuentes, donde se temían que el 'número dos' del partido verde aprovecharía la ocasión para acorralar al expresidente del Gobierno por la desidia de su gobierno ante la rebelión secesionista. "No ha forzado la máquina porque podría parecer que iba con los malos y eso no le beneficia a Abascal", señalan estas fuentes. Una cosa es lo que se dice en un mitin y otra es la actuación ante un tribunal en un caso como éste.
Rajoy acudió en solitario al Supremo, sin ser acompañado por dirigente alguno de su formación, tal y como habían acordado las dos partes. El expresidente huye de los 'numeritos' y en Génova querían evitar la imagen de interferencia en la acción de la Justicia. "El pasillo frente al Supremo lo hacen los independentistas, nosotros no montamos estos circos", dijeron estas fuentes.
Santamaría y el CNI
Soraya Sáenz de Santamaría también compareció ante la sala que preside Manuel Marchena. Fue una deposición más política, algo más accidentada, en la que la exvicepresidenta del Gobierno se alineó con las tesis del instructor y abonó la versión de que hubo violencia en algunas jornadas del intento de proclamación la independencia en Cataluña.
Derivó hacia el ministerio el Interior toda responsabilidad en los posibles excesos cometidos durante la jornada de votación. Ella no estaba enterada de los aspectos operativos. También lidió con habilidad los intentos de las defensa por poner sobre la mesa las intervenciones del CNI. Estuvo firme, beligerante, con una declaración muy preparada, con respuestas rápidas, tanto que las encabalgaba sobre las preguntas de los defensas.
Cristóbal Montoro cerró las intervenciones de los antiguos miembros del Gobierno de Rajoy, quien dejó abierta la puerta a posibles actos ilegales, o de prevaricación por parte de la Generalitat, en concreto del departamento de Oriol Junqueras, a la sazón vicepresidente de Hacienda de Puigdemont, al explicar el control de los fondos que enviaba al Estado a esa Comunidad. Es la vía hacia la malversación de fondos públicos. Hacienda denunció el uso de dineros públicos públicos para el 1-0, desveló Montoro, en una afirmación no escuchada hasta la fecha.
Tedioso, algo dubitativo, despistado en ocasiones, duro de oído, el extitular de Hacienda pugnó por salvaguardar su actuación en aquellos meses en los que las finanzas catalanas dependían de Madrid. En el PP se temía que la declaración del exministro de Hacienda podría alimentar la versión de que los golpistas no usaron caudales públicos para llevar a cabo su objetivo, en contra de lo que señala el auto instructor.