Manuel Azaña, el último y más conocido presidente de la II República Española, autor de la célebre cita "paz, piedad, perdón" pronunciada en Barcelona meses antes del triunfo de Francisco Franco en la Guerra Civil, seguirá reposando en el cementerio de Montauban (Francia); como lo hace ininterrumpidamente desde su muerte, el 3 de noviembre de 1940, pese a que el Rey Juan Carlos y Adolfo Suárez ya quisieron repatriar los restos en 1979.
Un año antes, en 1978, durante una visita oficial a México, los Reyes Juan Carlos y Sofía habían visitado a su viuda, Dolores Rivas Cheriff, en un gesto de reconciliación que pasaría a la Historia. Y se lo pidieron. Pero ella se opuso a exhumar a Azaña, porque le parecía prematuro. Al fin y al cabo, su marido había sido para el bando vencedor de la guerra uno de los símbolos de la 'anti España'. A la altura de los dirigentes del PCE Dolores Ibárruri 'Pasionaria' o Santiago Carrillo, quienes, curiosamente, sí regresaron del exilio. Vivos.
Cuarenta años después, fuentes del Gobierno de Pedro Sánchez admiten a Vozpópuli que "no está en la agenda" repatriar sus restos, como tampoco lo estuvo en la del anterior Ejecutivo del PSOE presidido por José Luis Rodríguez Zapatero, reconoce a este periódico el exministro Ramón Jáuregui. No se descarta nada, matizan desde La Moncloa, pero tras la exhumación de Franco del Valle de los Caídos, la prioridad ahora es resignificar el recinto y ocuparse de las casi 34.000 víctimas que allí reposan y de los 110.000 enterrados todavía en cunetas.
Nunca es buen momento
Probablemente tenga mucho que ver el extraño 'caso Azaña' con el paso del tiempo y el hecho de que nunca fue buen momento. Rivas Cheriff falleció y nadie más de la familia ha planteado remover a Manuel Azaña del cementerio de Montauban. "Lo que es seguro es que nosotros (el gobierno Zapatero) tampoco nos lo planteamos nunca ni la familia nos lo pidió", sostiene el exministro Jáuregui
Siendo ya expresidente del Gobierno, en 2015, Rodríguez Zapatero sí fue a Montauban a rendirle tributo, después de haber impulsado y aprobado una Ley de Memoria Histórica (2006) por la que se habían empezado a reabrir cientos de fosas de represaliados por el franquismo. "Tenía una deuda conmigo mismo, siempre he tenido la sensación de que tenía que haber un reconocimiento hacia su figura", declaró en el camposanto.
Posteriormente, en febrero de este 2019 y cuando ya estaba en marcha el trámite para la exhumación de Franco del Valle de Los Caídos, viajó hasta la población francesa el propio Pedro Sánchez, para homenajearle. El acto quedó emborronado parcialmente por los gritos de unos manifestantes independentistas catalanes que lo abuchearon.
Pedro Sánchez homenajea a Manuel Azaña ante su tumba en el cementerio de Montauban (Francia) https://t.co/x1iekX4tMV pic.twitter.com/UxyCVfpAzp
— Europa Press (@europapress) February 24, 2019
Lo cierto es que la exhumación de Franco este jueves convierte a Manuel Azaña en la última anomalía histórica de un proceso de reconciliación que, al menos, en términos simbólicos, sí le ha tenido en cuenta. Y no solo con la visita de los Reyes a su viuda o las visitas de los presidentes Zapatero y Sánchez, o las frecuentes visitas del exdirigente socialista Alfonso Guerra.
Aznar presentó a bombo y platillo, en diciembre de 1997, los 'Cuadernos Robados 1932-33' de Azaña, que Franco había entregado a su hija y ésta al Gobierno del PP
Cuento era presidente del Gobierno el popular José María Aznar, este presentó en España la edición de sus famosos Cuadernos Robados 1932-33, los cuales, según no pocos historiadores, contienen datos clave para entender la contienda posterior. Franco se los había legado a su hija, Carmen, y ésta se los entregó a la entonces ministra de Cultura, Esperanza Aguirre.
Para entonces, el cadáver del primer presidente de la Segunda República, Niceto Alcalá-Zamora, ya llevaba en España 22 años. A diferencia de los de Azaña, sus familiares sí habían aceptado la oferta de Adolfo Suárez, y Alcalá-zamora fue repatriado desde Argentina -y reinhumado en una ceremonia íntima en La Almudena- en 1979, solo cuatro años después de la muerte de Franco.
Un año más tarde, en 1980, los restos del Rey Alfonso XIII fueron repatriados desde Roma e inhumados en el Panteón de Reyes de El Escorial en una ceremonia de Estado televisada y repleta de pompa que presidió su nieto, el Rey Juan Carlos I.