Un alto cargo del Partido Popular vivió de nuevo la pesadilla. En un acto en una pequeña capital de provincia se topó con el griterío virulento organizado por un grupo de jóvenes que enarbolaban carteles y pancartas. "Chorizos, ladrones, fuera de aquí", coreaban. No ha sido el único caso.
Desde el estallido de la operación Lezo, los acosos y agresiones verbales contra dirigentes del PP se suceden con cierta regularidad. "Hemos vuelto a los tiempos de Bárcenas, cuando apenas podías asomar la cara en la calle porque te la partían", señala esta fuente.
Los escraches a las casas de dirigentes populares eran moneda frecuente hace unos años, como le ocurrió a la vicepresidenta Sáenz de Santamaría. También las persecuciones o insultos por las calles, como se recuerda en un testimonio gráfico contra Cristina Cifuentes, presidenta de la Comunidad de Madrid.
Eran estampas de unos tiempos pretéritos que en Génova se tenían ya por enterrado. "Nuestras cuentas pendientes con la corrupción ya las estamos pagando en los juzgados. Eso es la justicia en un Estado democrático. Pero Podemos y sus entornos han vuelto a las calles, y eso se nota", comenta un dirigente del PP de Castilla y León.
Rajoy invita a los suyos a la calma y a la paciencia. Recuerda que él mismo recibió una bofetada en su tierra durante una reciente campaña electoral. Y asume que tendrá que comparecer en fechas próximas no solo ante la Comisión del Congreso que revisa las finanzas de su partido sino incluso ante un tribunal que juzga el caso Gürtel.
Hay inquietud, recelos y temor en el PP. Los casos de violencia verbal y de acoso callejero no solo han resucitado sino que crecen. El asunto Lezo lo ha vuelto a emponzoñar todo. Habrá que esperar a que escampe, como aconseja siempre el presidente del PP.
