El líder de Podemos, Pablo Iglesias, ha perdido la moción de censura este miércoles en el Congreso de los Diputados -la tercera de la Democracia- por 170 votos en contra (PP, Ciudadanos, UPN, Coalición Canaria y Foro Asturias), 82 a favor (Unidos Podemos-En Comú-En Marea, ERC, Compromís y Bildu) y 97 abstenciones. Pero tal resultado se daba por descontado desde el mismo momento en que la formación morada optó por este instrumento parlamentario excepcional para agitar la estabilidad del país.
Y aquí, lo peor, lo más grave para los propios intereses de Podemos es que Iglesias también ha perdido una oportunidad oro para ofrecer un perfil de socio fiable y conciliador al resto de la oposición de cara a futuros acontecimientos. El revanchismo y el torno justiciero de sus intervenciones con los representantes de otras fuerzas de la izquierda de la Cámara complican un eventual entendimiento con ellas al corto plazo para conformar una mayoría alternativa.
Iglesias sólo tuvo palabras sinceras para Esquerra Republicana, EH-Bildu y Compromís, las únicas fuerzas que han apoyado su moción. Con estos últimos, socios electorales en las pasadas generales, incluso escenificó una reconciliación tras el distanciamiento a raíz de que Joan Baldoví le pidiera hace algunas semanas que retirara la moción para esperar al PSOE de Pedro Sánchez, lograr un consenso y disponer de los votos suficientes.
Sin embargo, en estos dos días, el resto de portavoces de la oposición fueron expresando su desconfianza en la mano tendida del líder de Podemos y le reprocharon que encadenara intervenciones ofensivas a modo de justiciero, cayendo en algunos momentos en la descalificación personal. Así se lo dijo el portavoz provisional del Grupo Socialista, José Luis Ábalos. "Le pido que no ofenda a mis votantes. No me gusta que alguien valore la actitud o el juicio de mis compañeros", subrayó. Anteriormente, Ábalos reprochó a Iglesias que "está usando los sentimientos de la gente" para abrirse un "camino de carácter partidista". Así, expresó sus "serias dudas de la intencionalidad y la oportunidad de la moción", al tiempo que reparó en que la iniciativa "no está bien planteada", no ha sido negociada previamente y sólo "conseguirá fortalecer a aquel que se pretende censurar".
El resto de portavoces de la oposición fueron expresando su desconfianza en la mano tendida del líder de Podemos y le reprocharon que encadenara intervenciones ofensivas
También el presidente de Ciudadanos, Albert Rivera, le afeó las formas chulescas a Iglesias y su incapacidad para aunar voluntades: "Usted descalifica a todos los que no le votan; a todo el mundo, a los votantes del PP, del PSOE, de Ciudadanos; si usted no genera consenso y no es capaz de darle la mano a los que piensan distinto, no se puede ser presidente de España", señaló Rivera.
Otro ejemplo significativo de la animadversión que despertó Iglesias en sus dos días como candidato a La Moncloa en periodo no electoral, lo dejó la intervención del portavoz del PDCat, Carles Campuzano, pese a los guiños del líder de Podemos al referéndum unilateral del Gobierno de Carles Puigdemont en Cataluña. Tras escuchar las gruesas invectivas del dirigente de Podemos, Campuzano afirmó que si bien ya habían decidido abstenerse, podían haber votado en contra de la moción perfectamente.
El "tonito machista"
Por su parte, la diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas, llegó a reprocharle a Iglesias el "tonito machista" que había utilizado contra ella. "Yo sé que a usted no le gustan las mujeres no sumisas", espetó a Iglesias. Ese "tonito machista" que usa "con periodistas y políticas" es "problema suyo", agregó la portavoz de CC. Oramas votó finalmente en contra de la moción, cuando se esperaba que se abstuviera.
La política del talante que acuñó el jefe del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, y que compartió la Izquierda Unida de Gaspar Llamazares como socio de aquel Ejecutivo socialista quedan todavía muy lejos a Iglesias, a Unidos Podemos y a sus confluencias en el ala izquierda del hemiciclo. Y la legislatura no ha hecho más que empezar.