En el arranque de su segunda etapa política, Pedro Sánchez ha vuelto a tropezar en la misma piedra: Europa. El 17 de julio de 2014, tres días después de ser elegido en las primarias socialistas por vez primera, decidió que los 14 eurodiputados del PSOE no secundarían el pacto de socialistas y populares europeos por el que ambos partidos iban a nombrar presidente de la Comisión al luxemburgués Jean Claude Juncker (PPE), y presidente del Parlamento Europeo al socialdemócrata alemán Martin Schulz.
Fue su primera decisión de calado y sorprendió que la anunciara vía Twitter con un lenguaje nada diplomático: "Confirmo que los 14 eurodiputados del PSOE votarán no a Juncker. No apoyaremos al padre de las políticas austericidas".
Tres años después, lo ha vuelto a hacer. Su primera decisión de calado tras la reelección ha sido no apoyar el Tratado de libre comercio firmado por la UE y Canadá (CETA), que los eurodiputados socialistas ya ratificaron en la Eurocámara con los del PPE meses atrás, y el Grupo Socialista en las Cortes venía apoyando, en consecuencia, hasta el pasado martes.
Si en 2014 la reacción al desaire de Sánchez al pacto de gobierno europeo PPE-PSE fue un intenso malestar de su antecesor, Alfredo Pérez Rubalcaba, del propio Martin Schulz -decidió no acudir al congreso de entronización de Sánchez- y del PP, que le llamó "traidor" y "poco fiable", en esta ocasión la reacción al desmarque del CETA por parte del PSOE ha venido de la mano del comisario de Asuntos Económicos de la UE, Pierre Moscovici.
Moscovici anduvo ayer por Madrid y, además de verse con el ministro de Economía, Luis de Guindos, hizo lo propio con Sánchez para insistirle, sin éxito, en que reconsidere su posición sobre el tratado de libre comercio con Canadá porque "ser de izquierdas no es estar contra la globalización". Cuando Moscovici estaba protagonizando un almuerzo multitudinario, Ferraz hizo pública una nota en la que anunciaba,también con un duro lenguaje, que el próximo miércoles el Grupo Socialista se abstendrá en la votación del CETA.
“En 1.600 páginas del Tratado, sólo hay 4 sobre nuestros derechos medioambientales. Tenemos diferencias en el modo de resolución de disputas y en el desequilibrio en la protección de los derechos laborales"
“En 1.600 páginas del Tratado, sólo hay 4 sobre nuestros derechos medioambientales. Tenemos diferencias en el modo de resolución de disputas, en el desequilibrio en la protección de los derechos laborales frente a los inversores y en la ausencia de penalizaciones en la violación al Tratado. Somos una fuerza política multilateralista, partidaria de una apertura comercial internacional, firmes defensores de una relación estrecha con Canadá, pero no hay dos únicos caminos: o bien abrir las fronteras, como quiere el Partido Popular, o el proteccionismo al que se abraza Unidos Podemos. La vía socialista es la de la izquierda de Gobierno: la que combina de manera efectiva los procesos democráticos y los derechos laborales y medioambientales. Ahí es donde reside el sentido común, explicándole a la gente cómo nosotros nos vamos a posicionar sobre lo que se vota y enviando un mensaje de cara al futuro: hay que contar con la sociedad civil. Hagamos los Tratados de abajo a arriba. Por eso no ratificaremos el CETA en el Parlamento español. Nuestra posición será la de una abstención motivada con estos argumentos”, dice la nota.
Moscovici, sin conocer todavía el contenido de ese comunicado, usó un tono más diplomático y se limitó a decir que él no va a dar "lecciones" al líder socialista, pero sí le había invitado a "reflexionar" sobre las bondades del acuerdo durante el diálogo que mantuvieron.
Ximo Puig ignora el cambio de postura decidido por Sánchez y en el segundo semestre viajará a Canadá con empresarios a defender las bondades del Tratado de libre comercio
Sabe que no está solo en la tarea. Muchos en el Grupo Socialista y entre los diputados comparten esa visión del comisario europeo. De hecho, ha molestado en algunos sectores el cambio del "sí" a la abstención por presiones de los sindicatos UGT y CCOO; y, sobre todo, les molestó ver cómo se anunció -lo hizo el jueves la presidenta del PSOE, Cristina Narbona, contestando a un tuit-, sin esperar a que el lunes próximo la Ejecutiva Federal lo ratifique.
Argumentan los socialistas españoles defensores del CETA, entre otros la eurodiputada Elena Valenciano, que no apoyar ese tratado es situarse en la órbita del proteccionismo de Donald Trump en EEUU o de Podemos y Le Pen en Europa. Valenciano, ex vicesecretaria general en la etapa Rubalcaba, seguía defendiendo ayer el tratado, principalmente porque "garantiza la protección de los derechos a ambos lados del Atlántico" y porque también "hará crecer las grandes alianzas entre las democracias". No obstante, añadió que respetará y aceptará "la decisión del partido".
Una decisión de Pedro Sánchez que ya ha dejado al presidente valenciano, Ximo Puig, como víctima colateral. Puig está preparando con las Cámaras de Comercio de su comunidad un viaje con empresarios a Canadá "en el último trimestre de 2017 o el primero de 2018" para vender las bondades del CETA a los dos lados del Atlántico, informan a Vozpópuli fuentes de su entorno. Y va a mantener ese viaje, diga lo que diga Sánchez.