Enrico Berlinguer, líder del Partido Comunista Italiano y posiblemente el político más inteligente de la izquierda comunista occidental, promotor del gran acuerdo con los democristianos (compromiso histórico) y del eurocomunismo en los años de Ronald Reagan, fue el artífice del “partido de lucha y de gobierno”. Esa era la vía para que el PCI entrara en el gobierno italiano, pero no renunciara a su planteamiento de crítico con el “sistema”.
Pablo Iglesias lleva meses instalado en una fase que algunos de compañeros definen “el Pablo eurocomunista”. Primero fue el discurso moderado en la campaña electoral de abril. Después, la negociación con Pedro Sánchez para una coalición entre partidos que, en teoría, pugnan por la hegemonía de la izquierda. Hasta llegar a dar un paso al lado para empujar a Irene Montero como vicepresidenta. Iglesias aceptó el “veto de Sánchez”, tal y como dice él, pero ¿era realmente así?
Fuentes internas de Podemos reconocen que, en realidad, el proyecto de Iglesias escondía una trampa. El secretario general sabe que llegar al gobierno es la vía más segura para salvar su liderazgo y garantizar el relevo de Montero. En ese sentido, nunca hubo plan b. Esa era la llamada “operación ruleta rusa”. Por ello, tras entender que Sánchez no aceptaba su figura como vicepresidente, Iglesias asumió que era conveniente promover a Montero descolgándose de un ministerio como si fuera una renuncia, aunque en realidad la desaceleración económica y el trabajo aburrido ministerial le aburrían, como desveló en exclusiva Vozpópuli.
Segunda fase
La segunda fase de su estrategia implicaba recuperar el plan de Berlinguer. Ya descolgado del Ejecutivo, Iglesias habría mantenido intacto su poder de consigna. Él se habría encargado del Podemos de lucha, mientras que Montero habría representado el de gobierno.
Iglesias, fuera del gobierno pero siguiendo al mando de Podemos en el Congreso, habría podido ejercer todas las críticas que hubiese querido
“Era la idea del Podemos de lucha y de gobierno”, reconocen miembros del partido morado a Vozpópuli. El mismo esquema que teorizó Berlinguer en la Italia de los setenta y que historiadores como Paolo Pombeni han resumido así: “El estereotipo del partido de lucha y de gobierno remonta a los años setenta y al liderazgo de Berlinguer que quería acercar al PCI al área de gobierno sin por ello meter en crisis su imagen de formación de lucha contra el ‘sistema’”. Un esquema que también recupera la doppiezza (algo así como duplicidad) de Palmiro Togliatti, otro importante líder de los comunistas italianos.
Iglesias es conocedor de la historia de Italia. Ahí estudió y recuperó del país transalpino muchas ideas políticas y de comunicación. Y cuando en las entrevistas se le pregunta sobre cuál habría sido su papel en el caso de un cogobierno con Sánchez, es difícil que no le salga una ligera sonrisa.
Desconfianza del PSOE
Los socialistas, por su parte, siempre han tenido en cuenta esa situación. El equipo de Sánchez confía poco en Iglesias. El líder del PSOE todavía no le ha perdonado que tumbara en 2016 un gobierno con Albert Rivera, mientras que Iglesias está convencido de que Sánchez tiene “complejos” hacía él, comentan personas de confianza del líder morado.
Iglesias, fuera del gobierno pero siguiendo al mando de Podemos en el Congreso, habría podido ejercer todas las críticas que hubiese querido, manteniendo la tensión interna de un partido que se considera más vinculado a la calle que al palacio.
Quizás esa doble dimensión de Podemos era una de las razones que habría quitado el sueño a Sánchez de cerrar una coalición con Podemos. Ahora, la clave es saber si esa estrategia que Iglesias fijó para julio y septiembre puede mantenerse vigente después del 10 de noviembre.