"Son las 9 de la mañana y el ministro de Cultura y Deporte, condenado por defraudar a Hacienda, ni ha dado explicaciones ni ha dimitido". El tuit de Fernando Maíllo, coordinador general del PP, marcaba el paso de su formación ante el primer gran escándalo de la era Sánchez.
El mensaje del 'número tres' de Génova no pareció servir de guía a sus compañeros, que se manifestaron con cierto despiste al ser interrogados sobre este episodio. Rafael Hernando, portavoz en el Congreso, se abonaba a la línea más 'soft', en la exigencia de 'explicaciones'. Su homólogo en el Senado, José Manuel Barreiro, anunciaba su primera pregunta al presidente socialista en el pleno del Senado del próximo viernes. Sería una cuestión bien escueta: ¿Cuándo piensa dimitir el titular de Cultura?
También se abonaron a la actitud más prudente tanto Andrea Levy, vicesecretaria general del PP y Alicia Sánchez Camacho, secretaria primera del Congreso, quienes demandaban explicaciones sin incurrir en la exigencia de la renuncia. Otros diputados o dirigentes populares se mostraban más convencidos de que había que reclamar la dimisión.
Ausencia de instrucciones
Mariano Rajoy aparece cada día por el despacho de Génova. Conversa con algunos de sus colaboradores y despacha cuestiones pendientes. Está al tanto de los preparativos del Congreso extraordinario en el que se elegirá a su sucesor. No da instrucciones. Ni preside ya el Comité Ejecutivo que cada lunes definía las líneas estratégicas de la formación.
Descabezado y a la espera de elegir una nueva cúpula, el PP vive un evidente desconcierto en estas primeras jornadas fuera del poder. Son pasos titubeantes e inciertos. Dolores Cospedal, la todavía secretaria general, atisba sus posibilidades de presentar su candidatura a la presidencia. También prepara el congreso, con la ayuda de Fernando Maíllo, sobre quien recaen todas las responsabilidades de la sala de máquinas de la formación.
Apenas se detecta rastro de actividad en el Congreso. Los partidos, tras la tour de force de la moción de censura, recuperan fuerzas y ya piensan en el verano. En el PP se viven con intensidad estas semanas previas al congreso decisivo. La política nacional apenas interesa. Nadie quiere meter la pata. "No tenemos muy claro lo que hay que decir", señala un diputado nacional.
Algunos exministros se han acomodado en sus escuetos despachos del Congreso. La labor parlamentaria está bajo mínimos. Apenas hay actividad. El grupo parlamentario popular, habla más de su congreso, del relevo de Rajoy, que del propio Gobierno socialista. Rafael Hernando, el portavoz, comparece ante los medios con acompasada frecuencia sin demasiado empeño. El nuevo líder del PP deberá decidir si a partir de ahora se lleva a cabo una oposición dura o light. Mientras tanto, todo el mundo a la espera.