Oriol Junqueras en la cárcel de Estremera, donde estuvo Paco Granados, el hombre de la Púnica del PP, se convierte en el gran mártir de la causa de la independencia catalana. Carles Puigdemont va a competir por el título, forzando su figura de 'exiliado'. El duelo es desigual. El exvicepresidente entre rejas y el ex presidente tomando un café en una terracita de Bruselas.
Junqueras, pese a sus problemas jurídicos y su privación de libertad, puede concurrir a unas elecciones. Puede ser candidato al menos hasta que se produzca condena en firme. Nadie en ERC duda de que será su cabeza de cartel. Tiene por delante mes y medio de campaña electoral aupado en el martirologio. Puigdemont quizás lo tenga más difícil. Ahora es el apestado de la familia independentista. 'Traidor y cobarde', dicen en sus filas. Incluso a la sumisa prensa del movimiento separatista se esfuerza para no lapidarlo. Tan sólo si se cambia de actitud, renuncia a su tranquilo retiro belga y comparece ante la Audiencia podría cambiar su deteriorada imagen.
Ada Colau se cree el cuento
"Ya sólo Ada Colau asegura en público que Puigdemont es el legítimo presidente de la Generalitat", comentaba irónicamente un veterano militante de la secesión. El cartel de Puigdemont se ha desinflado. Su fuga ha producido una reacción de incredulidad, rechazo y hasta indignación entre los suyos. "Estamos desconcertados", eran las palabras más amables que se escuchan a quienes hasta hace dos semanas militaban en sus filas. "Es una estrategia, el president dirigirá en el exilio la campaña contra el 155", aseguraban los más voluntariosos.
Oriol Junqueras se ha convertido, súbitamente, en el referente político del fallido 'procés´,amen de mártir de la lucha por la independencia. En la mañana del jueves se presentó en solitario ante la Audiencia Nacional, una hora antes del horario fijado por la juez Lamela. En silencio, sin corbata, el lazo amarillo de 'los Jordis' en el ojal, mirada en la punta de los zapatos, con su abogado a la derecha.
Los ocho miembros de su 'Govern' llegaron después, ellos de negro, encorbatados, al estilo 'resevoir dogs'. Ellas, detrás, con cara de susto y mirada ausente. Lanzaban alguna forzada sonrisa a los diputados congregados frente al tribunal para salir en las teles, como Campuzano, Tardà, Rufián y el propio Artur Mas.
Querellados a la fuga
La escapa de Puigdemont actuaba en su contra. Era una losa. Así fue. El auto de la Audiencia lo explicitaba: "Basta recordar el hecho de que algunos querellados ya se han desplazado a otros países eludiendo las responsabilidades penales en las que pudieran haber incurrido". Puigdemont le ha mandado a presidio, resumían, incendiados, dirigentes de ERC.
Junqueras hará campaña desde la celda. "Es un papel muy duro en lo personal pero quizás funcione bien en lo político", señala un antiguo dirigente de ERC. "Preso político del Estado represor", "Rajoy resucita el franquismo"... eslóganes de este tipo empiezan a llenar las pancartas de las entidades de la movilización callejera.
Reeditar la coalición de 'Junts pel Sí' es el empeño de muchos dirigentes del PDeCAT, el partido de Puigdemont. Los sondeos demoscópicos anuncian un cataclismo a la anterior Convergencia. Artur Mas maniobra para armar una candidatura 'de país', que incluiría Omnium y la ANC. Tras las detenciones, con Junqueras en presidio, es casi seguro que los republicanos acudan en solitario a la cita de las elecciones de Rajoy. El futuro del PDeCat es una incógnita. Santi Vila, el único exconseller al que la juez le concedió salir del encierro confianza, competirá por libre, con su propia plataforma, 'Lliures' ('Libres').
"Puigdemont, tranquilamente en Bruselas, no puede aspirar a nada", señala un diputado del PDeCAT, muy crítico con el 'expresident'. El pulso entre el 'preso político' y el 'exiliado político' no tiene color. Junqueras, comentan en ERC, ha mantenido la dignidad del cargo. Puigdemont lo ha arrastrado por la indignidad, añaden. En una semana se cierran las listas.