Dimitido el fiscal Moix, el Gobierno y el PP respiran ya con cierto alivio. Tras dos meses de enorme tensión y una semana de intenso calvario panameño, el Ejecutivo confía en que la presión afloje. "Se han cobrado la pieza que querían", señala un diputado popular. Las primeras reacciones de la oposición, sin embargo, apuntan más alto. Vuelven su objetivo primigenio: el fiscal general y, de nuevo, hacia la cabeza de Rafael Catalá, eje de todas las tormentas.
"Ministro reprobado, ministro tocado", comenta un miembro del Gobierno, al analizar la situación en la que ha quedado el titular de Justicia. "Van a ir a por él, no van a cesar", añade. Mariano Rajoy, en plena ebullición del escándalo Moix, pidió a los miembros de su Gabinete que arroparan a Catalá. Emergió luego el chalet familiar del fiscal Anticorrupción y saltó por los aires buena parte de la estrategia. "Fiscales rebeldes", era la versión coincidente desde el Ejecutivo para delimitar el origen de la noticia. "Esto huele a CNI", aseguraba un dirigente del PP, con el punto de mira de las sospechas colocadas en la vicepresidencia.
El foco de todos los 'chismes'
El presidente del Gobierno valora a Catalá por su lealtad, su entrega y la decisión con la que hace frente a sus atacantes. "Nunca se pone de perfil, no como otros", señala esa fuente. "Está aquí para inmolarse si hace falta". Es el perfecto pararrayos del presidente. Atrae todas las tormentas y las invectivas. Mientras siga Catalá en su puesto, que seguirá, menos lluvia ácida caerá sobre la cabeza del presidente. El portavoz Méndez de Vigo lo dejó claro este viernes en la rueda de prensa: respaldo absoluto al ministro cuestionado. Asegurar lo contrario "es un chisme falso", afirmó tajante. Un mentís con destinatario claro.
Desde Génova se le respalda, cuenta con la estima de Dolores Cospedal, su vecina de escaño en el banco azul del Congreso. También del grupo parlamentario, con Rafael Hernando al frente, quien no titubea a la hora de salir en su defensa, como ha ocurrido a lo largo del proceso de su reprobación en el Congreso.
No es igual en el Gobierno. Tras el estallido del escándalo de Panamá, emergieron críticas soterradas contra el ministro. En el entorno de la vicepresidenta se le achaca de falta de habilidad en el manejo del polvorín de la Fiscalía. Sáenz de Santamaría y Catalá se movieron, tiempo atrás, en total sintonía. Su relación sufrió un severo quebranto por los episodios de Cataluña. La vicepresidenta dirigía la "operación diálogo", ahora moribunda, mientras el ministro emitía opiniones algo discrepantes.
Catalá aparece en el entorno de la vicepresidenta, como el cortafuegos necesario por si hay que desprenderse de otro fusible. Toda la culpa es suya. "No ha logrado enveredar el lío de los fiscales, ni lo de Moix y a saber si es capaz de solucionar lo de Anticorrupción", señalan. En el PP tiene muy claro que es Sáenz de Santamaría quien agita estos reproches hacia el ministro. "Caerá cuando tenga que caer. Desde vicepresidencia mueven los hilos. Ahí lo tienen, para cuando haga falta el sacrificio", añaden.
Un blindaje ignífugo
Catalá está enfundado en una armadura ignífuga, capaz de soportar todo tipo de incendios que surgen a su alrededor, señalan. Mantiene una relación cordial con los medios, aunque no tan eficaz y tan abrumador como la de la vicepresidenta. "Han tardado diez minutos en cargarle el mochuelo de Moix", señala un dirigente del PP. "Pero tiene el aval de Rajoy y eso no va a cambiar por ahora", añaden.
Es al tiempo, el pararrayos del presidente y el cortafuegos de la vicepresidenta. Una pieza que algunos consideran ya 'quemada' y que caerá cuando sea necesario. De momento, el jefe del Ejecutivo no piensa lo mismo. La contundencia de Méndez de Vigo este viernes, tan drástico y tajante en el respaldo a Catalá parecía un mensaje directo desde la presidencia 'a quien quiera escuchar'.