Albert Rivera (Barcelona, 1979) cumplirá 40 años el próximo viernes con la liberación de estar ya fuera de la política y poder dedicar a su familia ese momento tan especial en la vida de una cualquier persona que cambia de década.
Su despedida de la vida pública, anunciada hoy tras la debacle electoral del 10-N, puso un nudo en la garganta en los dirigentes de Cs que le han acompañado estos últimos años. Muchos de ellos no pudieron contener las lágrimas mientras él hablaba.
También deja en una situación muy complicada a la formación naranja, que no ha conocido a otro líder más que a él y que ahora se enfrenta a una dolorosa travesía del desierto con el objetivo de no acabar como la UCD, el CDS o UPyD, las otras formaciones de centro que nacieron en democracia y que no lograron sobreponerse a la dimisión del fundador.
Hace justo un mes, en un desayuno informativo en Madrid con el que Ciudadanos dio el pistoletazo de salida a la campaña electoral, Rivera tuvo de telonera a Inés Arrimadas, su heredera en Cataluña y a la que ahora muchos miran como la sucesora natural.
Aquel día no estaba previsto que Arrimadas presentase a Rivera, pero a última hora se subió al estrado para defender la trayectoria política de su jefe. “Fue un pionero en política cuando nadie se atrevía a decir ciertas cosas”, recordó la última vencedora en unos comicios en Cataluña.
Su atrevido cartel de 2006
En realidad, Rivera habló por primera vez con un desnudo. Su atrevido cartel electoral de 2006 para las autonómicas catalanas le dio tres escaños a su partido, que se había presentado en sociedad en su versión catalana, Ciutadans. Fue elegido para encabezar la papeleta naranja por una carambola del abecedario. Albert Boadella, el más conocido de los fundadores de Cs, no quiso ese papel y el partido se decantó por otro Albert… de apellido Rivera.
“Ahora parece discursos asumidos en el debate político, pero no lo era cuando este joven lideró un proyecto político nacido en Cataluña, por un grupo también de intelectuales valientes que decidieron levantar la voz, romper la espiral del silencio en el año 2006”, rememoró Arrimadas.
Este joven barcelonés tuvo que pedir una excedencia en La Caixa, donde había entrado a trabajar un par de años antes dentro del equipo jurídico y se volcó de lleno en la política catalana. Sus primeros años fueron complicados, con rebeliones internas en su grupo parlamentario, pero logró sobrevivir y seguir creciendo cada vez que se abrían las urnas en Cataluña.
Arrimadas recordó la “valentía” con la que Rivera se ha enfrentado a las amenazas de muerte –una vez le enviaron un casquillo de bala con su fotografía en una carta-, así como el acoso que han sufrido él y su familia, y el hecho de perder muchas cosas de su juventud por defender el constitucionalismo en Cataluña. “Si un día están muy aburridos, acuérdense de lo que les voy a decir: pónganse algún vídeo de Rivera en el Parlament en el año 2007. Decía lo que ha pasado en Cataluña una década después. Ciudadanos fue la primera voz libre en Cataluña, del constitucionalismo sin complejos”, insistió la dirigente catalana.
El punto de inflexión
El punto de inflexión de Rivera y Cs llegó en las europeas de 2014, cuando la formación naranja logró dos escaños en Estraburgo y se convirtió en una seria amenaza para la UPyD de Rosa Díez. Un año después, se comió literalmente a la formación magenta con su salto a la política nacional. Cosechó 40 escaños en las generales de diciembre de 2015 y dio un puñetazo en el tablero político.
Su lenguaje contra los aforamientos, la eliminación de privilegios para los partidos políticos y sus medidas de regeneración democrática cautivaron a 3,5 millones de votantes. El bloqueo político llevó a Ciudadanos a pactar primero con Pedro Sánchez un programa de 200 ambiciosas medidas... que no fueron a ningún lado ya que el candidato socialista perdió su primera investidura.
Tras los comicios de junio de 2016, en los que Cs retrocedió hasta los 32 diputados, Rivera negoció con Mariano Rajoy el apoyo de Cs con 135 medidas que obligaron al PSOE a rebelarse contra Sánchez para imponer el deseo mayoritario de sus dirigentes, que era dejar gobernar al PP con la abstención socialista.
La legislatura transcurrió tranquila para Cs: pactó dos presupuestos con el PP de Rajoy, pero algo se torció con la moción de censura del PSOE de hace un año, en la que los diputados naranjas se abstuvieron para sorpresa de los populares. El intento de Sánchez de sacar adelante unos presupuestos con Podemos y los independentistas fracasó en febrero de este año y se puso en marcha la maquinaria electoral.
Rivera apostó entonces por la 'foto de Colón' junto al PP y Vox, y lanzó a los cuatro vientos su medida más polémica y la que, a la postre, ha sido su tumba política: el ‘no es no’ a Sánchez. Se descartó de esta forma cualquier pacto entre PSOE y Cs, incluso después del 28-A que dio una suma de 180 escaños, por encima de la mayoría absoluta.
Los problemas internos
Ahí empezaron los problemas internos para Rivera. En los triples comicios de mayo ya hubo un serio correctivo para Cs, pero su líder no se movió un ápice en su rechazo a pactar con Sánchez, convencido de que PSOE y Podemos se pondría de acuerdo para gobernar.
El líder naranja se obsesionó entonces con mantener la palabra dada a los votantes de que no se acercaría al PSOE, cansado de la etiqueta de “veleta naranja” que Vox le colocó en sus primeros compases en política. La traumática salida de Toni Roldán y el conato de rebelión interna liderada por Luis Garicano y Francisco Igea fue la antesala de un goteo de ruidosas salidas como las de Francisco De la Torre, Javier Nart o Xavier Pericay. Otro golpe duro fue la decisión de Francesc de Carreras, el padre político de Rivera, de abandonar el partido que ayudó a fundar.
Cuando PSOE y Podemos rompieron y el país se acercaba de forma inexorable a la disolución de las Cortes, Rivera se abrió a una abstención condicionada para que el país no repitiese elecciones. Pero fue demasiado tarde. Sus votantes le dieron la espalda y tampoco entendieron que a mitad de octubre, con los comicios del 10-N ya convocados, apremiase a encontrar un acuerdo en un mes para poner fin al bloqueo cuando él se había mostrado tan duro y beligerante "con Sánchez y su banda".
La corta campaña electoral, de una sola semana, sólo sirvió para ver que Rivera no remontaba en los sondeos. Su última bala, en el debate televisivo, la disparó contra Pablo Casado, con el que se enzarzó en infructuosas discusiones. Y el 10-N llegó el terremoto que nadie esperaba.
Sus defectos, a ojos de Arrimadas
Rivera se despidió de la política con un emotivo discurso. La propia Arrimadas explicó así cómo era el líder de Cs en las situaciones difíciles. "Cuando alguno de nosotros está con los ánimos bajos, cuando vienen mal dadas, cuando estamos ante la adversidad, Albert Rivera es el que nos levanta el ánimo a todos. Es increíble su capacidad de encontrar el punto positivo en las situaciones más adversas. Esa capacidad es muy importante para ser presidente del Gobierno. Necesitamos una persona que se venga arriba ante las adversidades, que defienda a su país, que no tenga miedo no sólo a defender lo que cree que es correcto".
La que puede ser su sucesora también encontró varios datos para relatar algunos defectos de Rivera. "La tozudez de Albert Rivera, cuando se pone, tiene tela. Es incansable, no para de plantear ideas, propuestas, iniciativas. Como dicen en Andalucía, un poco ‘jartible’". Al final, Rivera se puso tozudo y a pesar de que algunos miembros de su 'núcleo duro' querían que siguiese y soñase con ser un 'ave fénix, prefirió volver a la vida privada de la que salió hace 13 años con poca ropa y sin intuir la que montaría.