Santi Vila no genera indiferencia en Cataluña ni en el Supremo, que acogió su teoría gráfica de los hechos para descartar la rebelión. En la víspera de su entrada en prisión, por un solo día hace dos años, arremete contra el alma de "agitador" de Torra pero no exime a Sánchez de hablar con él.
En una entrevista con Efe, el exconseller de Empresa confiesa que se esperaba una sentencia dura pero no tanto porque "penas de 13 años por hechos que finalmente son descritos como una ensoñación... pues resulta paradójico justificarlo". En su caso, fue condenado a multa de 60.000 euros y 20 meses de inhabilitación, algo que tampoco esperaba, aunque en su caso es para bien. Evita la prisión.
Paradójicamente, parte de la sentencia que condena a su excompañeros está construida sobre su relato: "Tensamos la cuerda y al final se nos escapó de las manos y así hemos tenido que asumir las consecuencias", aunque unos más que otros.
Y pone como ejemplo la respuesta del Ejecutivo a las leyes de desconexión, cuerpo doctrinal del referéndum del 1-O. "Cuando se aprueban las tristes leyes, el Gobierno de Rajoy no toma la decisión de aplicar el 155; eso quiere decir que entre los dos gobiernos existía la intuición de que quizá in extremis seríamos capaces de evitar el choque", dice Vila, que siempre recuerda que él trabajó, por orden de su "amigo" Carles Puigdemont, para no descarrilar.
Torra, un "agitador" y un "activista"
Del actual inquilino en el Palau de la Generalitat no espera encargo alguno. Al contrario que con Mas o Puigdemont, personalmente le considera un "gran desconocido", aunque no empatiza con él, algo que es recíproco. Torra marcó distancias con Vila en el juicio, le dio la espalda por los pasillos y salió al lavabo durante su alegato final, en un gesto que no pocos interpretaron como un desprecio. Jamás se saludaron.
Ahora bien, Vila tiene su impresión del president, quien "se mueve en una contradicción espiritual entre su alma como activista, incluso como agitador, y su alma como político o como máximo representante institucional de Cataluña".
Su comodidad es mucho mayor cuando ejerce como activista que cuando ejerce como president, "le cuesta doblemente ser el presidente de todos y no solo de los independentistas"
No duda de que su comodidad es mucho mayor cuando ejerce como activista que cuando ejerce como president, pero va más allá cuando dice que "le cuesta doblemente ser el presidente de todos y no solo de los independentistas". Sin llegar a calificarle como un problema, sí deja claro que "el Govern necesita convalidación o reformación".
La actitud de Sánchez
El presidente del Gobierno en funciones tampoco le vale de ejemplo, aunque por otros motivos. Cree firmemente que Sánchez se equivoca cuando no le coge el teléfono a Torra, pues quien llama no es la persona, sino un personaje público, el president.
"Guste más o guste menos, Torra es el presidente de la Generalitat, acaba de superar una moción de censura y en consecuencia, Sánchez tiene la obligación de ponerse al teléfono cuando le llama un presidente autonómico sea el que sea, del PP, del PSOE, o sea independentista, porque España no es un país militante".
Varias veces Sánchez no descolgó el teléfono. "Me pareció un desacierto", dice sobre la actitud del líder del Ejecutivo, que "ha gestionado los últimos meses la situación, movido mucho más por el tacticismo que por el sentido de Estado".
¿Cómo se resuelve esto? ¿Quiénes pueden hacerlo?
Elecciones autonómicas. "Después de las elecciones en España tendrá que haber elecciones en Cataluña y ver si los planteamientos de unos o de otros tienen más o menos apoyo entre la ciudadanía, después de haber visto lo que se ha visto", afirma Vila.
A la pregunta de si Torra es la mejor baza del independentismo para dialogar con Madrid, se muestra rotundo: "Espero que no".
Vila reprueba sin matices la violencia, pero aboga por "no demonizar el derecho a la manifestación"
¿Puede que Mas?. "Perfiles con el sentido institucional como el del Artur Mas se echan en falta en este espacio político (soberanista), dice Vila de quien le introdujo en la primera línea política, como conseller en la legislatura que puso en marcha el procés (2012-2016)
Hacia él no tiene más que palabras amables. "Es el último político del espacio soberanista que ha tenido claramente un sentido institucional fuerte" asegura de alguien cuya sombra es cada vez mas alargada conforme se acerca el fin de su inhabilitación en febrero de 2020, una fecha marcada en rojo por muchos independentistas por su incierta implicación en unos futuros comicios autonómicos.
La lectura política de la violencia
Vila reprueba sin matices la violencia, pero aboga por "no demonizar el derecho a la manifestación, a la protesta, siempre y cuando sea pacífica, respete escrupulosamente el pluralismo y no ponga en riesgo la seguridad física de las personas y sus bienes".
Es por ello que ensalza tanto la tarea del conseller de Interior, Miquel Buch, denostado por sus propios socios y que sí encuentra un apoyo en Vila, que admite que su posición "es políticamente y humanamente comprensible" por estar en el ojo del huracán.
Si respondiera que quiero volver (a la política) tendría un problema doméstico. No me dejarían entrar en casa"
"Ha salido en defensa de los Mossos, ha condenado la violencia nítidamente y, plenamente consciente de la sensibilidad que existe en estos momentos en Cataluña y de que muchos de los hijos que hacen la protesta son hijos de familias que posiblemente son votantes suyos", destaca el exconseller.
Pero también, añade, "ha querido ser doblemente exigente y garantista a la hora de depurar posibles responsabilidades de algún agente de los Mossos que haya incumplido los protocolos".
Su futuro, lejos de la política
Vila le defiende consciente de que el soberanismo puede engullir políticamente a cualquiera. Le pasó a él. Por ello no le gustan las segundas partes. "Si respondiera que quiero volver (a la política) tendría un problema doméstico. No me dejarían entrar en casa".
Siente que su responsabilidad cívica y política ya la ha cubierto siendo alcalde de su ciudad (Figueras) y conseller del Govern durante cinco años en unos "tiempos convulsos". Se ve con el deber cumplido. "No creo que se me pueda pedir nada".