Son muchas las cosas que han cambiado en España desde 2008, año en que Ignacio Fernández Toxo (Ferrol, A Coruña, 1952) se hizo con el liderazgo de Comisiones Obreras (CCOO). Ganó el congreso del sindicato a su predecesor, José María Fidalgo, por apenas 28 votos de diferencia y asumió el mando de una organización por entonces hermanada con el Gobierno de Zapatero. Ahora, lo deja tras años de enfrentamiento con el poder, que cree que ha gestionado la crisis económica "desde una posición de clase" y beneficiando a unas élites privilegiadas, "extractivas". En su opinión, socialistas y populares -a los que ahora ve aliados a través de "un pacto en la sombra"- han desarrollado los dogmas neoliberales de la austeridad -"hegemónicos en Europa"- arrojando una recuperación que dispara la desigualdad. Contra todo eso, afirma, se levantan él y su sindicato.
"España ha recuperado el PIB que tenía antes de la crisis, hay más ricos, son más ricos y hay más pobres y son más pobres; esa es la verdadera división de clases de este siglo XXI", defiende Fernández Toxo desde su despacho en el corazón de Chamberí, que ocupará hasta el mes de junio. Entonces, se sumará a la oleada de referentes sociales y políticos españoles que se han retirado en los últimos años, el reflejo más visible del cambio de paradigma que vive el país. Empezando por el Rey Juan Carlos I, acabando por el sempiterno secretario general de UGT, Cándido Méndez, y pasando por algunos de los empresarios más importantes del país o por los líderes de PSOE e IU, los poderes fácticos y oficiales han implementado una renovación de la que apenas se libra Mariano Rajoy y que ha influido en la decisión de Toxo, tal y como él mismo admite.
Al igual que ha influido el desgaste provocado por algunos escándalos que afectaron a CCOO -los ERE de Andalucía o las tarjetas black de Caja Madrid/Bankia- y, sobre todo, la necesidad que percibe de dejar paso a una generación más joven y más preparada para afrontar los retos que se dibujan en lontananza. No tiene muy claro qué hará a partir de julio, aparte de apuntarse al paro y esperar su jubilación a final de año, pero sí garantiza que continuará concienciado con la lucha sindical a la que se ha entregado toda su vida. Lo hará desde un segundo plano porque ve llegada esa hora a veces tan difícil de detectar: la del paso atrás. "Conmigo se acaba la última generación de dirigentes sindicales nacidos en la dictadura".
-En CCOO existía la tradición de que los secretarios generales estuvieran al frente, o lo intentaran, al menos tres mandatos. Así ocurrió con Marcelino Camacho, Antonio Gutiérrez y José María Fidalgo. ¿Usted por qué se va antes?
-Pues porque creo que se han producido cambios muy importantes en el mundo del trabajo y en el conjunto de la sociedad española. Cambios que se han visto acelerados por la manera en que se ha gestionado la crisis económica. El sindicato afrontó en ese periodo un proceso de transformación muy fuerte, ha habido una profunda renovación en gran parte de las estructuras, una fusión de federaciones para hacer estructuras más sólidas y con más capilaridad en el conjunto del país, con un punto de renovación importante en los equipos de dirección... Y me parecía el momento adecuado para dejar paso a nueva generación, creo que es lo que hay que hacer si esta organización quiere aspirar -y creo que así es- a seguir siendo la primera referencia del mundo del trabajo.
-¿Cree que había demanda de un cambio de liderazgo en el sindicato?
-Yo soy muy consciente de la edad que tengo, en primer lugar, y de que una organización puede cambiar radicalmente su enfoque, sus estructuras, sus formas de dirigirse a la gente… Que si no cambian las caras, ese cambio no va a ser apreciado en toda su intensidad. Era el último paso que nos faltaba y mi forma de entender el sindicalismo no me permite convertirme en un tapón que impida el afloramiento de nuevos dirigentes en la organización.
-En los últimos años, ha habido relevos en la Corona, el PSOE, IU, UGT... Una oleada de la que solo escapa Rajoy. ¿Le ha influido?
-Todo influye. Es evidente que el entorno pesa sobre las decisiones. Ha influido esto, han influido episodios, sin ser determinantes, como los Expedientes de Regulación de Empleo, como las tarjetas black… En fin, todas estas cosas al final van conformando los elementos que van a determinar la decisión. Pero, sobre todo, ha pesado que este sindicato necesita caras nuevas para un nuevo tiempo, con retos distintos a los que enfrentábamos en el pasado. Conmigo se acaba la última generación de dirigentes sindicales nacidos en la dictadura.
CCOO tiene los estatutos más democráticos; si alguien quiere presentarse, puede hacerlo y Unai Sordo tendrá que competir, no está garantizado que vaya a ser mi sucesor
-Han señalado a Unai Sordo como sucesor. ¿No teme que ese movimiento pueda ser percibido como un 'dedazo', una práctica antigua discordante con las nuevas demandas ciudadanas?
-Yo no lo percibo así, y tampoco veo esa lectura ni en los medios ni en las redes. Alguien tenía que vehiculizar esa propuesta, yo soy el secretario general y me tocaba a mí, pero he reflejado el sentir de una muy amplísima mayoría de la organización. Hay que tener en cuenta que esto es una confederación, esto no es una organización vertical que tome sus decisiones de arriba abajo. Tenemos 19 organizaciones territoriales y siete federaciones con personalidad jurídica y política propia que voluntariamente se integran en la Confederación Sindical de Comisiones Obreras. Concitar ese consenso lleva tiempo y esfuerzo y luego no podían salir allí las 26 organizaciones a decir “pues es esta persona”, me encomendaron a mí esa tarea y la he asumido con mucho gusto porque coincide con mi opinión. Pero luego viene la segunda parte: CCOO tiene unos estatutos que me atrevería a calificar como los más democráticos de entre las organizaciones sociales de este país, de las sindicales desde luego. Con el respaldo del 10% de los delegados, cualquiera puede presentarse como candidato y Unai tendría que competir, nada asegura que él vaya a ser el secretario general.
¿'Podemización' de CCOO?
-¿Hay razones ideológicas detrás de su marcha?
-He leído en algún diario que eran razones ideológicas las que me llevaban a tomar la decisión, porque el sindicato se había podemizado. Me parece una estupidez supina. Comisiones Obreras es un sindicato independiente, que tiene a gala su autonomía, que no se vincula con ninguna formación política, está nítidamente situado en la izquierda. Hoy, además, le aseguro que el nivel de coincidencia con el programa de Podemos es superior al de otras formaciones. Y eso se expresa. En temas como las pensiones, el sistema de Seguridad Social, el marco de relaciones laborales… Ahí Podemos y CCOO tienen visiones y opiniones similares. Pero el sindicato no se va a vincular a ninguna formación política ni tampoco va a rechazar de plano a ninguna.
-Esto no es ninguna novedad, CCOO siempre estuvo más en sintonía con IU que con el PSOE...
-Sí, esto ha sido así tradicionalmente, lo cual no nos ha impedido colaborar con el PSOE cuando ha sido posible.
CCOO es un sindicato independiente, pero el nivel de coincidencia con Podemos es superior al que hay con otras formaciones políticas
-Como fue en el periodo 2004-2010, hasta aquel viraje que tanto han criticado. ¿Lo consideraron una traición?
-Yo no soy dado a palabras gruesas, pero fue un inmenso error no enfrentarse a la Comisión Europea y al Consejo de Europa que forzaron a adoptar aquellas medidas de recortes. Lo dije en más de una ocasión: en lugar de haber ido al Congreso a proponer la adopción de aquel paquete, Zapatero tenía que haber ido a presentar su dimisión y convocar elecciones para que el país decidiese en las urnas. No fue un error solo suyo. La socialdemocracia en general en Europa ha perdido el rumbo, no sabe cuál es su función en un mundo hegemonizado por las corrientes neoliberales que dominan ya todas las instituciones europeas. No han sabido, y ese es su gran desafío, contraponer un discurso alternativo que vuelva a ilusionar a la gente.
-¿Podemos y otros partidos homologables a él sí tienen un proyecto alternativo?
-Bueno, hay varias fuerzas que tienen planteamientos similares a los nuestros, pero de lo que estoy convencido es de que la izquierda tiene una hándicap por superar, que es la falta de unidad. Su atomización facilita la hegemonía de la derecha y la prueba más clara está en España.
-En estos años ha caído mucho la afiliación a CCOO. ¿Solo como consecuencia de la destrucción de empleo?
-Seguramente no hay una sola causa, pero es evidente que la destrucción de 400.000 empresas y millones de empleos asociados a esas empresas está en la base de la caída afiliativa. La caída empieza con la pérdida del empleo y se agrava con el deterioro de los sistemas de protección social. La gente pierde el salario y luego también las prestaciones, no tienen recursos, se incrementan los desahucios, los impagos de luz, de gas… Y también se deja de pagar el recibo sindical. Y es normal. Ahora estamos en una fase contraria, está volviendo a crecer la afiliación a Comisiones Obreras.
Los ERE y las 'black'
-Antes citó los casos de los ERE y de las tarjetas black. ¿Les han desgastado en su imagen pública?
-Sin duda. A pesar de que hemos respondido con rapidez y contundencia ante prácticas, ha hecho un daño tremendo en la imagen. Que además ha sido explotado de manera inmisericorde por un sector de los medios de comunicación. Nos ha hecho daño la luz de gas que se ha practicado con el sindicalismo en algunos medios, que poco menos que solo aparecíamos en las páginas de sucesos. A pesar de todo, nos hemos mantenido en niveles afiliativos relativamente altos para los parámetros españoles y, si me apura, del sur de Europa. Y revalidando victoria en las elecciones sindicales por sexto año consecutivo y con mayor distancia que nunca respecto al segundo sindicato.
-¿Podemos ha restado espacio a los sindicatos en determinadas batallas, como las de los trabajadores de Coca-Cola o las camareras de piso?
-No. Los trabajadores de Coca-Cola de Fuenlabrada están casi todos afiliados a CCOO. Y quien ha organizado su lucha ha sido CCOO. Otra cosa es que los partidos políticos apoyen visiblemente la lucha de los trabajadores de Coca-Cola o de Panrico o de Valeo… Y está bien que lo hagan, que estén en el Parlamento, pero también con la gente. Las camareras de piso, es que las estamos organizando los sindicatos, y en particular CCOO. Como los trabajadores del telemarketing de los call centers. Son sectores precarizados y es un aliento esperanzador que estos colectivos empiecen a organizarse para dar una batalla que va a ser crucial.
Podemos no nos ha achicado espacio: los trabajadores de Coca-Cola son de CCOO y la lucha de las camareras de piso la hemos organizado los sindicatos
-Hace unos meses, aprobaron junto a UGT un calendario de protestas que apuntaba a que podía acabar en una huelga general. ¿Será así?
-A mí no me gusta manosear lo de la huelga general. Cuando haya que convocarla, CCOO será la primera, lo ha sido en el pasado y será cuando llegue el momento. Pero no se puede estar todos los días hablando de la huelga general porque al final resultará lo del cuento de Pedro y el lobo. Ahora lo que toca es un proceso de acumulación de fuerzas en las mesas de negociación con el Gobierno y con las organizaciones empresariales. Al servicio de ese proceso hemos convocado movilizaciones, para conseguir resultados, para que la patronal entienda que los salarios tienen que crecer, que ya ha pasado el tiempo de la austeridad, que no es de recibo que las empresas del Ibex 35 hayan incrementado en el año 2016 un 47% los beneficios mientras los salarios de los trabajadores no dan para vivir dignamente. Hay que hacer crecer esas rentas por ellos y sus familias, pero también para que siga creciendo el empleo, porque sin consumo podrá seguir creciendo la economía y el empleo.
-¿No está entonces en el horizonte la huelga general?
-A mí con esas cosas no me gusta jugar. Cuando hay que ir a una huelga, se va, pero no se está anunciando permanentemente “voy a ir”, “voy a ir”, “voy a ir”. Una huelga es un trauma porque la gente pierde el salario. Yo no lo veo desde otro punto de vista. Quien hace el sacrificio en una huelga es la persona que ese día pierde su jornal. Y con salarios tan exiguos como los que tienen millones de personas eso es un palo económico. Cuando se convoque, será para intentar ganarla y sacar resultados de la misma.
-¿Cree que las últimas fracasaron o no lograron el impacto que se proponían al convocarlas?
-Sobre todo las dos últimas, porque fueron frente a un Gobierno muy fuerte en el Parlamento. Aguantó el tirón de la huelga e impuso reformas que han cambiado la faz de las relaciones laborales. Volvería a hacer lo mismo porque ante una agresión así solo se puede contestar con una huelga general. No hemos conseguido resultados, pero que no se fíen. Ahora ya no están en esas circunstancias, es tiempo de que se fuerce la reversión de esas leyes laborales injustas y otras normas tremendamente lesivas para la ciudadanía. No es en las fases más agudas de la crisis económica cuando la gente está más dispuesta a movilizarse. Es cuando, en la recuperación, percibe que solo unos pocos se benefician de la mejora de la situación.
¿Gran coalición?
-El PP ha conservado el Gobierno gracias a que el PSOE se abstuvo en la investidura. ¿Cómo ve el escenario que se ha abierto desde octubre?
-Aquí hay un pacto en la sombra que no se ha querido reconocer o publicitar. A mí no me gusta la situación, pero el gran fracaso se produjo el año pasado, cuando las formaciones de izquierdas no fueron capaces de llegar a un acuerdo y formar un Gobierno alternativo al de las reformas radicales. Han frustrado las expectativas de millones de personas y han permitido que el PP se recomponga en parte de la debacle que sufrió en 2015 y que aparezca como el único partido capaz de formar un Gobierno en nuestro país. Ese fue el gran fracaso y de ahí deberían aprender las formaciones de la izquierda.
-Si gana Pedro Sánchez las primarias del PSOE, ¿puede haber un punto de inflexión en ese sentido?
-Bueno, no lo sé, Pedro Sánchez fue el actor principal en aquel periodo del que hablaba antes. Yo lo que espero es que el PSOE salga de la crisis en la que está con un discurso nítido de izquierdas y alternativo al liberalismo rampante que conduce a Europa y a España a un retroceso brutal en solidaridad, cohesión social y distribución de la riqueza.
-¿Se puede usar una retórica como la de "lucha de clases" en el siglo XXI?
-Evidentemente que hay clases. Esto es lo que nos quieren hacer ver, que no hay clases, que se acabó la lucha de clases, el fin de la historia… Esto es una pavada, aquí hay una recomposición de la tasa de beneficios del capital en España porque se ha producido una ingente transferencia de rentas del mundo del trabajo a las rentas del capital. Se ha gestionado desde una posición de clase la crisis económica y por eso la resultante es que España ha recuperado el PIB que tenía antes de la crisis, hay más ricos, son más ricos y hay más pobres y son más pobres. Esa es la verdadera división de clases de este siglo XXI. ¿El sindicato es un sindicato de clase? Claro que sí, defiende los intereses de una parte de la sociedad española frente a los de otra parte, la del incremento del 47% de los beneficios que decía antes. El sindicato es fundamental, tiene que ser capaz de insertar los intereses de la parte de la sociedad a la que representa, el mundo del trabajo, en el interés general del país. Que no es el interés de las clases pudientes, de las clases extractivas como dicen algunos filósofos.
-¿A qué se dedicará cuando deje la secretaría general de CCOO?
-No tengo nada previsto. He querido concentrar todos los esfuerzos en buscar la manera de ordenar el tránsito hasta el congreso del sindicato. Cuando eso pase, empezaré a pensar en mi futuro. Tengo 64 años, a finales de año entro en jubilación, tengo tantas cotizaciones que podría prestarle unas cuantas a personas que van más necesitadas –porque empecé a cotizar a la Seguridad Social a los 14 años-… No me preocupa esta parte de mi futuro, pero sí seguiré ocupado y preocupado por el devenir político y social del país y si se tercia pues haré alguna cosa, pero no tengo en la cabeza en estos momentos absolutamente nada, más que ir a apuntarme a la oficina del desempleo que me corresponde cuando en julio el día 1 termine mi presencia en la secretaría general.