Cuando José Luis Rodríguez Zapatero se enteró de la colosal remodelación de gobierno que acometió Pedro Sánchez en julio de 2021, al expresidente socialista se le abrió una oportunidad que no podía dejar escapar. Sánchez se deshizo en ese momento de su núcleo de confianza directo. Ese día, por la puerta de Moncloa, salieron Iván Redondo, Carmen Calvo y otros tantos primeros espadas del partido y el Ejecutivo.
Zapatero, según el relato de las fuentes consultadas, se lanzó a ocupar ese vacío. Y no iba a hacerlo solo. Por eso, junto al recientemente fallecido Miguel Barroso -quien fue su director general de Comunicación y pareja de la exministra socialista Carme Chacón- y al empresario de los medios José Miguel Contreras, se hizo con el pase vip de Moncloa. Los tres eran (y son) quienes más influyen en el presidente.
Estas mismas fuentes explican que el exlíder socialista aprovechó ese acercamiento para sus propios intereses. Y uno de especial trascendencia es Venezuela. Zapatero quería garantizar su influencia en el régimen de Nicolás Maduro. ¿Cómo lo podía conseguir? "Debía acreditar que tenía peso en Moncloa y que el Gobierno le hacía caso”, explica un socialista al tanto de las conexiones españolas con Caracas. Con el único fin de no perder el favor de Maduro. El expresidente ha ido escalando cotas de influencia sin casi precedentes para un exjefe de Gobierno español dentro de un gabinete en ejercicio. Por los pasillos del poder se escucha a menudo que "Zapatero siempre ayuda". Aunque, en verdad, se le protege del auténtico papel protagonista que tiene en la política española.
El exlíder del PSOE se fue de la presidencia del Consejo de Ministros con muy mal sabor de boca. La crisis económica se lo llevó por delante. Y siempre lamentó que sus avances sociales, como el matrimonio homosexual o la ley antitabaco, se fueran por el sumidero del olvido, manchados por los primeros recortes que se vio obligado a acometer para evitar la quiebra de España. De aquellos días todavía se recuerda la llamada que entró en Moncloa procedente de la Casa Blanca para apremiarle a tomar medidas drásticas con el fin de evitar que la caída de España colapsara el sistema financiero internacional. Barack Obama estuvo al otro lado del teléfono.
De manera que ahora, dos décadas después de su primera victoria electoral, Zapatero está decidido a enmendar su final. Y, aunque el expresidente tiene abiertos varios frentes, Venezuela resuena con fuerza debido a la crisis política que la atraviesa tras las elecciones que medio mundo tilda de farsa y que, supuestamente, certificaron la victoria del líder opositor, Edmundo González. El propio Zapatero reconoció este martes que intercedió para que éste llegara recientemente a España tras pedir asilo político.
Esas palabras de Zapatero, pronunciadas en la presentación de un libro, fueron las primeras que verbalizó tras los comicios del 28 de julio, en los que él mismo intervino como observador en representación del Grupo de Puebla. También fue la primera que se pronunció públicamente sobre esa cuestionada cita electoral, cuyos resultados tampoco reconoce la oposición venezolana, que sigue reclamando las actas electorales. Lo cierto es que las declaraciones de Zapatero son las que marcan el rumbo del Gobierno. La ministra de Defensa evitó este miércoles tildar de "dictadura" al régimen que controla el país.
En verdad, el expresidente español ha jugado un papel central en todas y cada una de las crisis que ha vivido el régimen de Nicolás Maduro en la última década. Las revueltas estudiantiles del 2014, la crisis del referéndum revocatorio del 2016 y la crisis presidencial del 2019 con el choque de legitimidades entre Maduro y el entonces líder opositor Juan Guaidó han tenido a Zapatero como protagonista de una u otra forma. Y casi siempre en defensa de Maduro. “Es muy simple”, explican las fuentes consultadas, que zanjan: “Zapatero está vinculado a cualquier comisión o mesa de diálogo que haya en Venezuela para seguir cobrando”.
El dirigente socialista ha participado en todas estas mesas entre el régimen de Maduro y la oposición. Las ha habido de todos los colores y han estado auspiciadas por gobiernos, por Unasur y hasta por el Vaticano. Lo más sangrante es que es difícil conocer el alcance de la represión de Maduro. Algunas oenegés han denunciado que el Estado venezolano ha sido responsable de la muerte directa de al menos 10.000 personas entre 2013 y 2023. Y hay centenares de presos considerados políticos, así como un éxodo de millones de venezolanos hacia otros países. Una de estas historias se puede ver en la película ‘Simón’, en Netflix.
Su relación con Venezuela la ha granjeado la animosidad de otras figuras socialistas relevantes, como la del también expresidente Felipe González. "A Felipe le duele mucho el apoyo de Zapatero a Maduro. Lo de Venezuela le envenena", explica una relevante socialista con un importante cargo institucional. El papel de Zapatero en Venezuela le ha dado acceso como dirigente destacado al Grupo de Puebla, que reúne a los principales espadas de la nueva izquierda latinoamericana.
Es íntimo del kirchnerismo en Argentina, adora al mexicano Andrés Manuel López Obrador que ya se ha despedido de la presidencia, y, por supuesto, apoya ciegamente a Lula en Brasil con quien Sánchez se ha visto ya este año. Pero es verdad que la izquierda latinoamericana no es homogénea. Y líderes como el actual presidente de Chile, Gabriel Boric, o referentes morales, como el expresidente uruguayo Pepe Mújica, han dejado claro que tienen a Maduro por “dictador”. Una palabra que aún cuesta decir a algunos miembros del Gobierno de Sánchez.