El kurdo iraquí Shwana Rafiq vivía en una casa modesta en el barrio de la luz de Valencia, pero las autoridades creen que movía grandes cantidades de dinero fuera de España. El resultado de cobrar entre 3.000 y 10.000 euros a decenas de compatriotas a cambio de introducirles ilegalmente en la Unión Europea. Rafiq está acusado de liderar de una red desarticulada por la Policía Nacional y la Guardia Civil en una operación conjunta el pasado enero. Adentrarse en su historia es hacerlo en la de las mafias que se sirven de quienes huyen de zonas en conflicto en busca de una vida mejor. Un viaje no exento de riesgos para su propia vida.
Estas redes existen y sus miembros viven como ciudadanos en aparente normalidad, mezclados con el resto de sus vecinos. Rafiq llegó hace diez años a España en condición de asilado, igual que los que hasta hace unas semanas gastaban todos sus ahorros en contratar sus servicios. Está casado con una española -también arrestada- con la que tiene tres hijos menores de edad. Tiene la nacionalidad española y, aunque no desempeña ningún oficio, llevaba un tren de vida poco a acorde con el único dinero limpio que entraba en casa procedente de prestaciones sociales, según informan a Vozpópuli fuentes de la investigación.
En sus fotos se le puede ver siempre en actitud desenfadada, con gafas de sol o tomando un cóctel en una terraza. Hasta su detención, se vanagloriaba de prestar un servicio mucho mejor que el resto de la competencia a la hora de transportar personas por media Europa con destino principalmente a Reino Unido. Ahora se encuentra preso en la cárcel de Teruel, a mano de su Juzgado de Instrucción número 2, que coordinó los trabajos. Le imputa los delitos de pertenencia a organización criminal, contra los derechos de los extranjeros, falsedad documental y blanqueo de capitales.
Su plan infalible, la marca de calidad que le hacía sentir tan orgulloso, consistía en meter a sus compatriotas en camiones frigoríficos en los que podían permanecer entre 40 y 60 horas viajando a temperaturas entre los 2 y los 4 grados de temperatura. En una ocasión, los polizones tuvieron que avisar al conductor de que estaban escondidos entre la carga por el miedo a que un bebé muriese literalmente de frío en el periplo. Se trata de un modus operandi poco habitual, pero no exclusivo, según apuntan los investigadores. Hace pocos años varias decenas de migrantes aparecieron muertos en el centro de Europa dentro de un camión frigorífico.
Pero eso no hizo que Rafiq y su organización cambiasen de estrategia. Los camiones frigoríficos van sellados desde el origen hasta el destino y su éxito radicaba en que eran expertos en abrir los cerrojos y sortear el precinto del tráiler sin que nadie lo notase, ni siquiera los conductores. De hecho, aprovechaban sus momentos de descanso en áreas de servicio para hacer la operación. Generalmente detectaban los camiones en la zona del Levante y les seguían hasta calibrar el momento oportuno. Además conocían todos los pasos y puertos del norte peninsular. También puntos clave en Francia como el paso de Calais o Dunkerke.
El centro de operaciones de esta red internacional de tráfico de personas estaba en Valencia. Rafiq desempeñaba el liderazgo junto a dos personas, que también fueron arrestadas después, en febrero. Una de ellas es Rasheed Serwan Fatah, nacido en el mismo Kurdistán iraquí en 1969. Vivía en Francia donde contaba con permiso de residencia. Fue detectado en Madrid, concretamente en el Hostal Alegría de Arganzuela. Dijo que estaba de vacaciones, pero sobre él pesaba una orden europea de detención que saltó a los responsables del establecimiento cuando introdujeron sus datos de la reserva. Actualmente sigue en prisión.
El tercer responsable reside en Italia, donde fue arrestado en un control. Su nombre es Abobakar Ojalan, nacido en 1990. También tenía pendiente una orden de arresto. Los investigadores, tras un año de trabajo, buscan aún en Italia a un cuarto miembro de la pirámide de esta red. La integraban unas 28 personas y habían creado una empresa pantalla de camiones que les servía de excusa para blanquear y transportar grandes cantidades de dinero. En realidad, la sociedad no tenía actividad ni empleados que justificasen su existencia.
Un escalón por debajo de los jefes actuaba un grupo de seis pasadores, alguno aún por identificar. Ellos eran los encargados de introducir a los inmigrantes como polizones en los vehículos. Cuando son interrogados por las autoridades, los responsables de estas redes siempre alegan que se trata de una ayuda a sus compatriotas. Pero la realidad de esta pretendida labor humanitaria es más tozuda al ver las condiciones en las que trasladaban a los migrantes. Según las escuchas, nadie daba un paso hasta que no hubiese cobrado el dinero acordado. No había excepciones.
A veces también se les escondía en barcos, que cruzaban a Francia o a Reino Unido. La red conocía a la perfección los puntos más permeables y los momentos de mayor vulnerabilidad. En un sólo día uno de estos pasadores era capaz de visitar el puerto de Santander y el de Bilbao para acabar entrando a Francia a través de Irún y seguir probando suerte desde el país galo. Ir acompañado por un miembro de la red encarecía el precio, que se pagaba una parte en origen y el resto a mitad de camino y al final. Esa es la razón por la que en casa de Rafiq sólo encontraron 15.000 euros y 7.500 dólares en efectivo. Creen que lo guarda en cuentas en el extranjero.
Arrestado el trabajador de una ONG
En tareas logísticas como alquileres de coche o reservas de hoteles también actuaban otras seis personas, la mitad de ellas en Reino Unido, en este grupo había dos españoles, uno de ellos la mujer del jefe. En este grupo fue arrestado en Bilbao el traductor iraquí de una ONG. Se le acusa de poner en contacto a compatriotas con la red investigadas. Él, como casi todos, explicó que era por ayudar a sus compatriotas en busca de una vida mejor.
La organización la completaban una decena de remesadores de dinero que se arriesgaban usando su nombre para mover el dinero en casas de envió a cambio de una comisión. En una ocasión Rafiq usó a su suegra, de más de 80 años para enviar dinero en su nombre. Llevó a la señora hasta una oficina de envío para completar la operación.
Víctimas y traficantes se conocían de sus lugares de origen, también de operar por separado y descubrir que hacían más dinero si unían sus contactos, que se extendían por varios países. Desde el Kurdistán iraquí llegaban principalmente en coches pasando la permeable frontera turca o por Grecia con documentación falsa. En menor medida, los que pagaban más llegaban en avión a Europa con un visado de turista. Así transportó la red cerca de un centenar de personas sólo el último año.
La operación policial Brokolin-Valkur (bautizada así porque los camiones frigoríficos suelen llevar verduras) arrancó en febrero de 2017 cuando el mismo día descubrieron dos de estos vehículos cargados de migrantes. Uno de ellos fue detectado por la Guardia Civil en Teruel y otro por la Policía Nacional en Chiva (Valencia). El primer camión llevaba seis miembros de una misma familia, cuatro de ellos menores de edad.
El Centro de Investigación contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO) decidió crear un equipo integrado por la Unidad Central de Redes de Inmigración Ilegal y Falsedades Documentales (UCRIF) de la Policía Nacional y por la Policía Judicial de la Guardia Civil de Teruel. También han intervenido los Servicios de Información del Instituto Armado y Europol. De forma conjunta han venido trabajando a lo largo de un año hasta la desarticulación de esta mafia dedicada a traficar con inmigrantes.