Austeridad, sobriedad, contención. La proclamación del Príncipe de Asturias como Rey Felipe VI será una ceremonia casi minimalista, sin enormes despliegues, dentro de la solemnidad, tal y como señalaron ayer miembros de la Zarzuela. Dentro de la improvisación que está caracterizando al proceso de abdicación de Don Juan Carlos, todavía no se ha fijado la fecha del acto, aunque el día con más posibilidades pasa del 18 de este mes que se apuntaba este miércoles, al día 19, que coincide con fiesta en Madrid y en castilla-La Mancha, lo que permitiría a mucha gente acercarse a contemplar de cerca de los nuevos Reyes. También se ha determinado que no se oficiará misa en el transcurso del acto, en contra de lo que ocurrió en la proclamación de Don Juan Carlos. Después de la ceremonia se celebrará una recepción casi íntima en el Palacio Real.
La ceremonia tendrá un marcado carácter de sobriedad, ya que no encajaría en la mentalidad de los nuevos Reyes incurrir en dispendios dada la situación económica del país, amén del abierto debate entre Monarquía y República que agitan determinados partidos y personeros de la izquierda impulsados y amparados por algunos grupos mediáticos. Será más próxima al estilo de la entronización de Felipe de Bélgica con el riesgo de que en este caso fue tan espartana que resultó gris y tristona.
También han informado los portavoces de la Zarzuela que el Rey, una vez concluido el proceso de abdicación, no asumirá ninguno de los títulos de la Corona, de modo que se descarta la posibilidad de que se convierta en conde de Barcelona, tal y como se había rumoreado. Un decreto, también improvisado y precipitado, sellará el tratamiento y los honores que habrán de dispensarse al Rey saliente, así como sus atribuciones económicas.