Cincuenta mil kilómetros y seis países en mes y medio. El esfuerzo físico que exige el periplo por los países del Golfo Pérsico que lleva a cabo don Juan Carlos no es menor. Tanto el Rey como la Zarzuela pretenden con esta gira, entre otras cosas, dejar atrás un pasado salpicado de accidentes, quirófanos y problemas de salud. La gran duda es si el destino elegido es merecedor de semejante empeño. Cierto que los países arábigos son enormes potencias económicas donde nuestras principales empresas tienen intereses de primera magnitud. Pero la imagen que traslada el monarca en estas idas y venidas por aquellos territorios de arena y oro se comparece mucho más con la de una agente comercial que con la del 'primer embajador de España'.
La gira está resultando inconexa y de escaso contenido, como si en Zarzuela tuvieran prisa por rescatar al Rey de su convaleciente ostracismo para situarlo raudamente en el primer plano mediático. "Un viaje disparatado", lo definieron tanto en Exteriores como en algunos altos despachos de las empresas invitadas a la comitiva. García-Margallo se bajó en marcha de la primera visita y en esta segunda ronda se ha quedado en Madrid.
Esta imagen del 'Rey comercial' ha dado lugar a numerosas interpretaciones y comentarios muy poco positivos. El propio jefe de la Casa, Rafael Spottorno, se reunió con los periodistas tras la primera etapa para 'contextualizar' el sentido de la gira. "El Rey no firma contratos pero crea el clima", sugirió el portavoz real, para paliar las censuras y para desviar los reproches. Ni se ha explicado bien el porqué del periplo ni se ha informado con puntualidad de los detalles de la elección.
Las relaciones de don Juan Carlos con los países del Golfo, además, tienen unas connotaciones escasamente edificantes. Llegan del Golfo ecos de antiguos desplazamientos muy secretos, visitas muy privadas y hasta relaciones económicas no siempre transparentes.
Pendiente está la anunciada visita del Rey a París, un entorno quizás más lógico y urgente. O Berlín, la capital de la nación protagonista de los destinos económicos actuales de Europa. Los países del Golfo, ciertamente, ofrecen petróleo, riqueza, inversiones y quizás futuro de mil y una noches para nuestras empresas. Pero esta gira le encaja más a un jefe de ventas que a un monarca.