Un sindicato policial se ha adelantado a la Dirección General de la Policía y al Ministerio del Interior y ha presentado un protocolo para prevenir los suicidios en el Cuerpo “al objeto de que se haga uso del mismo para poder ofrecer un servicio necesario y demandado desde hace demasiados años por el colectivo policial”.
En 2017 se suicidaron 46 agentes de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad (que incluyen a Policía Nacional y Local, Guardia Civil y las policías autonómicas), 2,5 veces más que entre la población civil.
La Asociación Reformista de Policías (ARP) espera que su Plan de Prevención de Suicidios sirva de herramienta a la Administración para minimizar las muertes de policías que año tras año ponen fin a su vida.
El suicidio se ha convertido en un problema de salud pública que requiere atención, y su prevención y control no es tarea fácil porque depende de múltiples causas. Prevenir la conducta suicida de los policías comprende la intervención sobre los factores de riesgo individuales, familiares, sociales, culturales, económicos y laborales, entre otros.
Posibles causas
El documento, de 32 páginas, apunta que entre las posibles causas que constituyen claros factores de riesgo de las conductas suicidas están los trastornos mentales, aunque dice que “existen otras añadidas, que son inherentes a las especiales características de la profesión policial como, por ejemplo, el estrés”.
“Como causas o factores de riesgo que pueden dar respuesta al suicidio policial, diversos estudios señalan que la ruptura de relaciones sentimentales, el abuso de alcohol, la depresión, la disponibilidad de armas de fuego, la exposición a incidentes psicológicamente adversos, el anuncio previo y el no contar con ayuda profesional a nivel psicológico incrementan potencialmente la contingencia suicida”, apunta la autora del estudio, la inspectora María Jesús Espiño.
La turnicidad laboral asociada a cuadros de insomnio, la ansiedad, hipertensión y gastropatías, el peligro físico en el trabajo la necesidad de portar armas y la posibilidad de llegar a usarlas, la necesidad de vivir situaciones profundamente desagradables (agresiones, violaciones, accidentes de tráfico, muertes) o la responsabilidad sobre las vidas de otras personas, son algunos otros motivos que pueden llevar a un policía a quitarse la vida.
Medidas a tomar
La Asociación aboga en su documento por tipos de medidas para poner fin a los suicidios en la Policía Nacional: preventivas, asistenciales y formativas. En referencia a la primera, apuestan por crear una Unidad Especializada en atención psicosocial conformada por psiquiatras y psicólogos para que se realicen controles periódicos de oficio de todo el personal policía, que preste asistencia específica en casos en los que el policía haya sido sometido a una situación con especial carga de estrés, con ocasión de intervenciones peligrosas, armadas o críticas y que se elaboren informes que faciliten la prevención de los suicidios en base a la información adquirida en los controles y las asistencias a policías.
El sindicato apuestan por crear una Unidad Especializada en atención psicosocial conformada por psiquiatras y psicólogos
Además, la asociación pide al Ministerio que creen un teléfono gratuito de atención a policías, familiares, amistades y compañeros, con funcionamiento las 24 horas del día, confidencial, permanente y gestionado por personal especializado y un Registro anónimo de bajas psicológicas por provincias y unidades. Este registro permitiría efectuar análisis comparativos por plantillas facilitando la identificación de riesgos
Soluciones asistenciales
El estudio considera conveniente que entre los profesionales que integren la Unidad Especializada antisuicidios que se cree y los policías que soliciten asistencia no exista ninguna relación ni vinculación de orden personal ni profesional, pues ello facilita la labor de los primeros y el cambio de rol de los policías favorecedor de un tratamiento más eficaz.
En algunos casos, sobre todo los relacionados con las adicciones, resultaría necesaria la colaboración de familiares e incluso de compañeros, siempre con el beneplácito del policía atendido.
También podría darse que policías que estén o hayan estado a tratamiento médico tras serles diagnosticada una enfermedad mental cuenten con conocimientos en psicofarmacología, resultando posible que intenten “negociar” con el profesional la administración de medicamentos.
No obstante, se considera que en la mayoría de los casos, el policía que solicita ayuda terapéutica facilitaría el abordaje de su situación y aceptaría la asistencia que le brinde la Unidad Especializada, aceptando su problema e implicándose en su tratamiento en aras de obtener los mejores resultados.
Alternativas formativas
Para ARP, una de las maneras de combatir los suicidios es que la Administración ofrezca herramientas pedagógicas y una adecuada formación en esta materia a todos los policías. La implantación de cursos de formación que versen sobre salud mental y que contengan pautas para que los policías sepan detectar posibles problemas que puedan darse en sus compañeros podría ser una solución.
En opinión del sindicato también se deberían poner en marcha programas de prevención del desarraigo y acogida de nuevos policías destinados en las plantillas para que se favorezca el trato impersonal, sin tener en cuenta que existen funcionarios que se encuentran alejados a cientos de kilómetros de su familia, amigos y entorno, y que pueden pasar años sin integrarse socialmente en esas ciudades. Asimismo, se favorecerían actividades de ocio y tiempo libre que permitieran la interacción de los policías