La política cumple, irremediablamente, con la tercera ley de Newton: toda acción tiene una reacción. Y la bronca de Yolanda Díaz con Pedro Sánchez por el cambio de postura del Gobierno sobre el Sáhara ha provocado un acercamiento de la vicepresidenta segunda a Podemos justo después del divorcio que se produjo entre ambos a cuenta del envío de armas a Ucrania.
El entorno de la vicepresidenta, no obstante, prefiere no hablar de "realineamiento" y explica que la beligerancia de Díaz con su jefe en el Gobierno se debe a que nunca antes un presidente había decidido romper una postura política consagrada durante casi medio siglo sin previo aviso. A Yolanda Díaz le ha sentado muy mal el desplante de Sánchez. Tanto que este lunes le acusó abiertamente de incumplir el acuerdo de coalición.
Ella entiende y respeta que la política exterior de España corra a cuenta del líder del Ejecutivo, pero considera que una decisión política de la envergadura de la del Sáhara debía ser, al menos, consultada con el socio menor. Y más cuando la autodeterminación del pueblo saharaui es una de las banderas tradicionales de la izquierda a la izquierda del PSOE. También de los socialistas, que se comprometieron a promoverla mediante referéndum en su programa electoral de 2019.
Conectar con los votantes
Nunca antes desde que la titular de Trabajo está a los mandos del espacio morado en el Gobierno, el tono contra Sánchez había sido tan duro. Y Podemos lo celebra, claro, porque así recupera un liderazgo que algunas fuentes de peso en el partido consideran que Yolanda Díaz no estaba ejerciendo. De esa manera, la lideresa in pectore puede conectar con el séquito de fieles electores de Podemos, que llevan un año añorando el estilo de su exlíder Pablo Iglesias.
Por el momento, Yolanda Díaz ha aparcado sus discrepancias con Podemos por su devenir político. Y es que como adelantó Vozpópuli, los ataques morados a la titular de Trabajo llegaron motivados por la reticencia de la vicepresidenta a ceder el control de su proyecto a la cúpula de Podemos y a Pablo Iglesias. Eso sí, según ha sabido Vozpópuli de fuentes cercanas a la vicepresidenta segunda, la guerra está cambiando los planes de Yolanda Díaz.
La titular de Trabajo fijó "en primavera" el inicio de su proceso de escucha, pero el contexto político la está llevando a recalcular cuándo arrancar. Yolanda Díaz evitó fija un día un concreto. Y lo cierto es que eso pone nervioso al núcleo duro de Podemos. Uno de los fundadores morados y actual responsable de la fundación de Podemos, Juan Carlos Monedero, puso en este diario negro sobre blanco el sentimiento de premura que les invade: "La antesala de todo gran cambio social siempre es una gran conversación. Creo que es muy relevante que se abra. El problema es que todavía no se ha abierto".
En verdad, explican en Podemos, Yolanda Díaz no tiene diferencias ideológicas de calado con los morados. El problema es su comunicación y su perfil. Ella no es Pablo Iglesias. Es más, ella no es Podemos. Y mientras el exlíder morado se podía permitir una actitud mucho más beligerante con el PSOE en el Consejo de Ministros, ella lo apuesta todo a la lealtad. Por eso, pese a rechazar el aumento del gasto en defensa, sostiene que negociará con los socialistas sin vetos.
El sentir en Podemos es que a Díaz, en parte, no le quedaba más remedio que subir el tono con el PSOE ante el acercamiento del lado socialista del Gobierno al PP para cerrar un gran pacto de Estado que mantenga la economía en marcha ante la gravedad de lo que viene por la invasión del mandatario ruso, Vladímir Putin, a Ucrania.
Y es que pese a los esfuerzos de Díaz por apartarse de la desgastada marca morada, en el fondo, el cuartel electoral de Díaz sabe que el grueso de sus apoyos en caso de que decida concurrir como candidata a la presidencia vendrán de los simpatizantes de los partidos a la izquierda del PSOE.
Pese a todo el lío, la vicepresidenta segunda es leal a Sánchez. Su perfil presidencial la conduce, inexorablemente, a no abrir graves frentes de confrontación con el PSOE en una crisis mundial sin precedentes desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Pero, en esta ocasión, se ha dado cuenta de que no puede llevar sus discrepancias con Podemos tan lejos.