La revolución de los paraguas ha crecido en las últimas tres semanas con tal intensidad que ha captado la atención de medio mundo. Occidente se pregunta si de nuevo estamos ante una primavera de derechos y libertades, asiática, en lugar de árabe, y anima, a través de activistas y medios de comunicación, a los jóvenes que exigen democracia en Hong Kong. La plataforma internacional Occupy Central ya se ha hecho un hueco en esta región china, liderando y orientando a una sociedad poco preocupada hasta ahora por la política.
La 'revolución de los paraguas' debe su nombre al uso que los manifestantes daban a este objeto frente a la Policía
Los primeros en llenar calles, cortar el tráfico y acampar en puntos neurálgicos de la ciudad bajo el control de Pekín fueron los universitarios. Pronto se les unieron estudiantes de instituto y activistas y ciudadanos sedientos de democracia en una región cuya autonomía política es en realidad un espejismo. El foco internacional llegó después, cuando los manifestantes sacaron los paraguas para defenderse de los gases lacrimógenos de la Policía y ambos fenómenos, atención mediática y represión policial, han durado prácticamente lo mismo. La revolución se atenúa, por las razones que exponemos a continuación, y ni a unos ni a otros les sale a cuenta seguir dedicándole esfuerzo.
1. David contra Goliat
No es que se haya puesto de moda eso de pedir mayor autogobierno, sino que Hong Kong lleva años esperando que Pekín cumpla con su compromiso de reforzar la autonomía de la región, antigua colonia británica que en 1997 pasó a estar bajo administración china a través de un acuerdo que reconocía a sus ciudadanos ciertas libertades civiles y políticas. Las decenas de miles de estudiantes que ocupan las calles piden, entre otras cosas, poder elegir a su presidente y la dimisión del que consideran un “lacayo” colocado por el Gobierno central.
"Queremos un gobierno que apoye nuestras demandas y las traslade a quien pueda darnos una solución"
Mientras Pekín niega cualquier posibilidad de modificar su política respecto a Hong Kong, los manifestantes retoman las protestas: "Somos realistas y sabemos que lo que demandamos no lo lograremos a corto plazo pero queremos un gobierno que apoye nuestras demandas y las traslade a quien pueda darnos una solución, pero no este Gobierno que lo único que hace es seguir órdenes de otro", aseguraba una de las manifestantes este viernes. Efectivamente, no piden imposibles, pero parten de un error de cálculo. La primavera árabe tuvo éxito, al menos en sus reivindicaciones a corto plazo, consiguiendo cambiar las fuentes de poder e incluso algunas leyes, pero Hong Kong, al igual que sus regiones hermanas de Taiwán o el Tíbet, lucha contra un gigante mucho más poderoso y aceptado (temido) por Occidente y con un Gobierno con cimientos más sólidos que los del Magreb.
2. “Un problema interno”
Es lo que Pekín, fiel en el ámbito de las relaciones internacionales a su histórica política de no injerencia en asuntos internos, insiste en subrayar en cada discurso sobre lo que acontece en Hong Kong: se trata de un problema doméstico y no aceptan interferencias de gobiernos extranjeros. China, además de un gigante en todos los sentidos, es uno de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, lo que equivale a decir que, aunque se produjera una escalada de violencia en la península, la cuestión ni siquiera se debatiría seriamente en el seno de la organización (véase Ucrania).
“Los derechos humanos no son un tema de discusión entre China y EEUU, Obama tiene otras prioridades"
El presidente fundador del Partido Democrático de Hong Kong, Martin Lee, se lamenta en la prensa estadounidense del escaso apoyo internacional que están recibiendo estos días. “¿Quién estará junto a Hong Kong?”, pregunta a la vez que acusa a Reino Unido de no velar por que Pekín cumpla sus promesas políticas cuando Londres “se había comprometido a apoyarnos antes de la entrega en 1997”.
The New York Times afirmaba esta semana que las protestas son “incómodas tanto para China como para Estados Unidos” y destacaba que “los derechos humanos no han sido un tema de discusión entre los dos países desde el fin de la sangrienta represión de China en la Plaza de Tiananmen hace 25 años” y que Barak Obama tiene “otras prioridades” en sus relaciones bilaterales con su homólogo Xi Jinping, como el cambio climático o el programa nuclear iraní. Washington, al igual que Londres o Bruselas, “apoya” las “aspiraciones” democráticas de los hongkoneses, pero evita mojarse demasiado. Quizá tenga algo que ver el siguiente punto que enunciamos.
3. Las inevitables consecuencias económicas
El auge de las manifestaciones y las acampadas en las calles de Hong Kong se llevó por delante no solo las Bolsas asiáticas, sino también las europeas y las americanas. Wall Street ha visto caer sus acciones, pero también el valor del dólar, que se devaluaba a finales de septiembre, en parte por la tensión que se vive en el Pacífico. Los tsunamis políticos afectan también a los mercados, en los que, además de instituciones oficiales dependientes de los Estados, operan empresas multinacionales de carácter privado que ven tambalear los cimientos de cuanto construyen en zonas que de la noche a la mañana se convierten en conflictivas.
Jackie Chan critica las pérdidas económicas derivadas de la “parálisis” causada por las protestas
Uno de los hongkoneses más reconocidos a nivel mundial, el actor y director Jackie Chan, ha criticado las pérdidas económicas derivadas de la “parálisis” causada por las protestas del movimiento Occupy Central y ha solicitado a los manifestantes que piensen en las ventajas que comporta la pertenencia a China y que "recuperen el sentido común" y "se enfrenten al futuro amando el país, y amando a Hong Kong".
4. El férreo control de la información
Reporteros Sin Fronteras lleva años denunciando la censura china hacia todo tipo de información que no repercuta positivamente en el régimen del Partido Comunista. Las restricciones impiden la propagación de toda idea revolucionaria, prodemocrática o crítica con el Ejecutivo. Pese a que Hong Kong goza de un cierto margen de apertura en relación con el grueso del país, los estudiantes han denunciado desde el inicio de las protestas censura en las redes sociales y en Internet por parte de las autoridades chinas para borrar los comentarios y opiniones de los manifestantes y evitar así la expansión de sus exigencias. El Gobierno chino ha bloqueado, incluso, la popular red social de imágenes Instagram en la región.
5. La debilidad del movimiento
Los estudiantes hongkoneses optaron desde el principio por un movimiento absolutamente pacífico pero firme, con manifestaciones y acampadas que han cortado el tráfico y han cerrado empresas durante días. Cuando Pekín comprobó que la represión policial solo lograba fortalecer y multiplicar a los manifestantes optó por dejar que las protestas se consumieran por sí mismas mientras ofrecía diálogo; pero un día antes del encuentro previsto (el pasado viernes), las autoridades decidieron suspenderlo por sorpresa, lo que llevó a los líderes juveniles a pedir que se reanudaran las marchas en las calles.
La Policía ha tenido que controlar los altercados entre manifestantes prodemocracia y grupos que apoyan a Pekín
The Washington Post destaca los escasos resultados de las protestas, la falta de liderazgo, la pérdida de apoyo interno y el vuelco en la gestión de la crisis por parte del Gobierno como las principales causas de que el movimiento haya fallado, aunque reconoce algunos logros. Los propios hongkoneses ya se enfrentan entre sí a raíz de las protestas. Hace una semana, el distrito comercial de la ciudad controlada por China fue escenario de altercados entre manifestantes prodemocracia y grupos que apoyan a Pekín, lo que llevó a la Policía a formar una cadena humana para separar a ambos grupos.
Las protestas se han convertido en una dura prueba de resistencia ahora que Hong Kong trata de volver a la normalidad después de más de una semana sin poder acceder al centro de la ciudad. Los comerciantes ya exigían a los estudiantes que levantaran las tiendas y buscaran otra forma de reivindicar sus peticiones. Muchos han vuelto a casa. Lo que está por ver es si el germen político sembrado estos días es capaz de arraigar.