Internacional

El islamismo mata en Francia y en Israel: el naufragio moral de la extrema izquierda

El concepto "la barbarie del terrorismo islamista" ha sido rechazado por parte de la izquierda ante el estupor de muchos de sus militantes y de la mayoría de los franceses

  • Disturbios en Nanterre (Francia)

Francia ha vivido una semana sangrienta y trágica como consecuencia de los atentados islamistas perpetrados en Israel y en su propio suelo. Catorce franceses han sido asesinados y 17 permanecen desaparecidos, víctimas de lo que el presidente Emmanuel Macron describe como “la barbarie del terrorismo islamista”. Un concepto que parte de la izquierda rechaza ante el estupor de muchos de sus militantes y de la mayoría de los franceses.

“Estamos en guerra, pero no sólo en Oriente Próximo, sino en el interior”. Quien así se expresa es el ensayista y ex maestro de escuela Jean-Paul Brighelli, en su primera reacción al asesinato del profesor de francés degollado el viernes por el islamista Mohamed Moguchkov en el recinto de su antiguo liceo, en Arras, localidad del norte de Francia.

Brighelli, conocido por sus críticas al sistema educativo francés, no parece exagerar cuando el propio gobierno aumenta en 7000 los efectivos militares el grueso de la “Operación Centinela”, que desde 2015 (atentados contra Charlie Hebdo, dos soldados del ejército y un supermercado judío) vela por la seguridad de lugares de culto, colegios y otros edificios oficiales. El gobierno declaró en la noche del viernes el estado de “Emergencia atentado”.

Tras las matanzas terroristas de Hamás en Israel el 7 de octubre - auténticos pogromos dirigidos a asesinar a civiles judíos de diferentes nacionalidades, y no solo israelíes –, tanto los ciudadanos como las autoridades francesas sabían que los ataques de los terroristas y la respuesta del “gabinete de guerra” israelí iban a tener repercusión en el Hexágono. El ministro del Interior ha sido claro. Los acontecimientos de Oriente Próximo están ligados al atentado de Arras.

Así ha sido siempre desde hace décadas por diferentes motivos, desde los heredados por la Historia reciente del país, a la existencia en Francia de una quinta columna islamista, consecuencia de la penetración del islam político y la generosa – ahora imparable- política de acogida de ciudadanos que la República no ha sabido integrar por miedo, por dejadez, por clientelismo y, en buena parte, por la colaboración de políticos, periodistas, intelectuales y otros representantes de las llamadas élites que consideran que todos los inmigrantes musulmanes forman un bloque unificado de pensamiento y sensibilidad, y representan para esa casta la figura del “condenado de la Tierra” de Frantz Fanon.

Son los depositarios del complejo de excolonialista que ven el islam “la religión de los nuevos proletarios”. Prestos a reaccionar con lágrimas ante la muerte de Nahel Merzuk a manos de la policía (como lo hicieron actores o deportistas como Mbappé, que trató de “ángel” al joven delincuente), pero silentes ante la violación de mujeres, el asesinato a balazos de los participantes en una fiesta pacifista, la muerte de ancianos y niños quemados vivos, o la captura de rehenes por parte de terroristas islámicos imitadores de Daesh.

El degollamiento del profesor de francés, Dominic Bernard, se produjo en el tercer aniversario de la decapitación de su colega, Samuel Paty, víctima de la mentira de una alumna que hizo pellas y la acción de una red islamista que actuaba a cara descubierta. Catorce personas han sido condenadas por ese crimen, lo que pone al descubierto la inmensa idiotez de la figura del “lobo solitario”.

Una familia islamista, salvada de la expulsión en 2014

El asesino de Arras, como toda su familia, “refugiado político” de la República de Ingusetia, fronteriza con Chechenia, tampoco era un “lobo solitario”. Su hermano mayor está en prisión desde 2019, acusado de preparar un atentado contra el palacio del Elíseo (sede de la Presidencia) y de apología de terrorismo; su hermano pequeño (tienen dos hermanas) fue detenido también el viernes cuando se encontraba cerca de otro liceo. Su padre fue expulsado en 2018.

La familia Moguchkov al completo recibió la orden de expulsión de Francia en 2014, pero cuando ya estaban en el avión con destino a Moscú, la labor de asociaciones de “ayuda al refugiado” sufragadas con los impuestos (en francés no hay traducción para “chiringuito”) y la cobardía política ante la inminencia de elecciones municipales, abortaron la decisión judicial.

El asesino de Arras estaba fichado como “S”, como islamista radicalizado y fue “controlado” por la policía justo en la víspera del ataque al profesor Bernard. Moguchkov había recibido en 2021 y 2022 dos negativas a su petición de refugiado, pero no se le podía expulsar porque, según una norma establecida por el gobierno de Nicolas Sarkozy, ninguna persona que haya entrado en Francia con menos de 13 años puede ser expulsada a su país de origen.

Ese es un punto que la ley de inmigración que prepara el gobierno de Macron pretende eliminar, según declaró el la noche del viernes en televisión el ministro del Interior, Gerald Darmanin, que, además, en un arranque de soberanía jurídica, aseguró que Francia se saltaría las normas impuestas por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos que impiden la expulsión hacia un país de ciudadanos “que pueden sufrir tortura”. Macron no tiene mayoría para aprobar ninguna ley de inmigración si no es enmendada y endurecida con el apoyo del partido conservador, “Los Republicanos”.

De quienes nada se puede esperar en ese apartado es de la izquierda y, en especial, de “La Francia Insumisa” (LFI) de Jean-Luc Melenchón. El espectáculo dado por el caudillo trotskista y su “clan” tras las matanzas de Hamás ha dividido a la izquierda y ha chocado a una opinión pública que ya consideraba a “La Francia Insumisa” como un partido más peligroso para la democracia que la “Agrupación Nacional (RN) de Marine Le Pen.

Melenchón y la portavoz de su grupo parlamentario, Mathilde Panot, se han negado insistentemente a considerar como un acto terrorista las masacres de Hamás del 7 de octubre. Después de contorsiones verbales e incluso abandonar una rueda de prensa por la insistencia de algún periodista sin complejos que les acusaba de “doble juego”, los capos de LFI decidieron que se trataba de “crímenes de guerra” y no de actos de terrorismo. Es decir, se confiere a Hamás el estatus de ejército y se consideran sus matanzas como una práctica militar.

Derrota moral por interés electoral

La deriva de Melenchón y su partido se iba acentuando cada día. El Consejo Representativo de las instituciones judías de Francia (CRIF) organizó una manifestación en París en solidaridad con las víctimas del 7 de octubre. El jefe de los “insumisos” acusó a la organización judía de “obligar a todo el mundo a alinearse con la posición del gobierno de extrema derecha de Israel”. Era su excusa para no participar en el homenaje.

¿Cómo va a dejarse ver en una manifestación donde ondean banderas de Israel cuando Melenchón presume de ser el principal receptor del llamado “voto musulmán”? Él mismo lo confesaba hace poco: “somos en primer partido en las “banlieues”; si conseguimos que aumente la participación electoral en esas zonas, la presidencia está ganada en 2027”.

Jean-Luc Melenchón, 78 años, desespera por llegar al Elíseo en 2027 en su cuarto asalto, tras tres intentos frustrados. Para ello, confía en el voto masivo de los musulmanes de Francia, que representan un 10% de la población (unos seis millones de personas). Dentro de LFI convive con otras figuras que, si bien tienen aspiraciones presidencialistas, no mantienen el mismo discurso sobre lo acaecido en Israel hace una semana. Así, François Ruffin, periodista, también dentro de la izquierda radical, pero con una personalidad independiente que le hace mantener posturas fuera del “diktat” del “conducator”, no ha dudado en calificar las acciones de Hamás de “abominación”, y ha criticado directamente la línea oficial de LFI como “justificaciones bizantinas que no están a la altura de la gravedad de la situación”.

El secretario general de los comunistas franceses, Fabien Roussel, ha optado también por una línea diferente a la de Melenchón (y a la de sus camaradas españoles): "Calificar de crimen de guerra lo que ha hecho Hamás es asimilar al pueblo de Palestina con Hamás, como si Hamás fuera el ejército de liberación de Palestina, como si se tratara de un país en guerra contra otro. Yo no asimilo a Hamás con el pueblo palestino, de la misma manera que no asimilo al pueblo israelí con el gobierno de extrema derecha de Banjamin Netanyahu”.

El PCF, los ecologistas y los socialistas integran una alianza electoral con “La Francia Insumisa”, llamada NUPES (Nueva Unión Popular Ecológica y Social). La acción terrorista de Hamás ha supuesto otro golpe a una unidad forzada que hace aguas desde hace tiempo por diferencias de puntos de vista sobre diferentes motivos. Pero nadie se atreve a quedarse a la intemperie electoral.

Los socialistas, ya divididos entre ellos, no han dudado en utilizar el término “terrorismo” para calificar las matanzas de Hamás, pero la actualidad les ha venido bien para anular el Consejo Nacional en el que se iba a discutir la salida o permanencia en la NUPES. La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, última candidata del partido a las presidenciales (1.75 % de votos) y defensora de la línea socialdemócrata, ha pedido oficialmente abandonar la alianza electoral de la izquierda francesa. El secretario general del PSF, Olivier Faure, prefiere seguir bajo el paraguas sujetado por Melenchón. “Ha escogido el cinismo”, dice su camarada de partido, Rachid Temal (línea François Hollande), quien cree que “en nombre de los valores, hace falta una izquierda sin LFI”.

La extrema izquierda antisemita domina la universidad

¿Qué se puede esperar de una izquierda que ha colocado al islam en el centro de su estrategia electoral? La primera ministra, Elisabeth Borne, afirmó que “el antisionismo de LFI es una manera de camuflar su antisemitismo”. El director general de la Fundación para la innovación política (Fondapol, un “Think-Tank” liberal)), Dominic Reyné, lo explica a su manera: «Solo se puede explicar la postura de LFI por la idea atroz de apostar por una clientela electoral proveniente de la inmigración y de la comunidad musulmana, de la que supone aprueba en su conjunto la abominable operación de Hamás. Ello implicaría que la amenaza iría en aumento según la evolución demográfica de nuestro país”.  

“Si hay malos que nos amenazan, no te procupes, mámá, diremos que somos “goys”. Goy es el término que utilizan los franceses judíos para referirse a los que profesan otra religión (gentiles, en español). Quien así se expresa es Sara, una niña de nueve años habitante de una ciudad francesa y no de un kibutz israelí.

Tras las matanzas de Hamás del 7 de octubre, los franceses judíos prefieren no llevar la kipá en la calle u ocultarla bajo una gorra; también han dejado en casa las estrellas de David en sus collares o pendientes. Las mezuzás (pequeño estuche que contiene dos frases del Deuteronomio que los judíos colocan en la puerta de entrada a sus domicilios) han sido llevadas al interior. Yonathan Arfi, presidente del CRIF dice temer un aumento de las agresiones físicas: “la atmósfera es inflamable y las chispas son los discursos de legitimación y la apología del terrorismo provenientes de instituciones y partidos”.

En seis días, el Ministerio del Interior ha censado un centenar de actos antijudíos en Francia. En solo un año se habían recogido 456. La comunidad francesa judía representa un 1% de la población (440.000 personas), pero es objeto del 60% de los actos antirreligiosos.

Las universidades, entre ellas la otrora prestigiosa “Sciences Po” de París, es una de las más afectadas por el antisemitismo, hermanado con el wokismo. Desconocen los estudiantes izquierdistas y propalestinos que la gurú de la “teoría de género”, Judith Butler, una de sus heroínas, ha condenado sin muchos tapujos la matanza de Hamás.

Banderolas, pancartas, pintadas en favor de “Palestina” han decorado estos días los anfiteatros y pasillos de muchas universidades francesas. Pero la “solidaridad” no se para ahí. “Estamos inundados por mensajes de estudiantes muertos de miedo”, dice a la prensa Samuel Lejoyeux, presidente de la “Unión de estudiantes judíos de Francia” (UEJF). “Estamos recogiendo”, asegura Lejoyeux, “lo que se ha sembrado, es decir todas las universidades han dejado que los discursos antisionistas se propaguen. No hay límites y se puede hacer apología del terrorismo en todas las paredes».

Miedo en la comunidad judía en Francia

Nueve de cada diez estudiantes judíos han vivido el antisemitismo en la universidad. Algunos han preferido ausentarse de clase desde el sábado 7 de octubre. El colmo de lo denunciado se produjo tres días antes de los ataques terroristas de Hamás en Israel. La universidad “Lyon 2”, ya conocida por su compromiso con la extrema izquierda, invitó a Maryam Abu Daqqa, la jefa del “Frente Popular para la Liberación de Palestina” (FPLP), considerado como grupo terrorista por la UE. La dirigente palestina ofreció una conferencia bajo el título “Colonización y apartheid israelí, ¿qué futuro para las (mujeres) palestinas?”.

Universidades tomadas por estudiantes y profesores antijudíos; escuelas públicas donde la Shoa, Darwin o la libertad de expresión son motivo de insultos y amenazas de escolares musulmanes. Una difícil tarea para el nuevo ministro de Educación, Gabriel Attal, que ya impuso una nueva línea prohibiendo las abayas en la escuela pública, otra arma de penetración que utiliza el islam político y que no es sino la versión “soft” de la imposición del islam a cuchilladas de los militantes radicalizados.

El antijudaísmo en Francia se ha cobrado muchas víctimas desde la matanza del terrorista franco-argelino Mohamed Merah, en un colegio de la comunidad judía de Toulouse en 2012, en el que el asesino descerrajó a quemarropa varios tiros sobre la cabeza de tres niños y el padre de uno de ellos que entraban en la escuela. Años más tarde, el ataque al supermercado Hyper Cacher de París, protagonizado por el islamista Amedy Culibali se inscribió en la serie de atentados que asolaron Francia años más tarde (Charlie Hebdo, Bataclán, Niza…).

Pero existen otras víctimas olvidadas, tanto por la prensa, como por la Justicia en un primer momento. Es el caso de dos ancianas asesinadas por sus vecinos musulmanes. Mireille Knoll, apuñalada once veces antes de ser abrasada en su casa (marzo 2018), y de Sarah Halimi (abril 2017), apalizada por su también vecino musulmán y arrojada por la ventana de un tercer piso. Los jueces se resistían a considerar como crimen antisemita la acción de los protagonistas.

La rapidez en la recepción de información a través de las redes sociales ayuda a olvidar también hechos no muy lejanos que afectan a la comunidad de franceses judíos, que fueron víctimas de dos atentados de grupos palestinos en los años 80. Uno, en la sinagoga de Rue Copernic de París (4 muertos) y otro, en un famoso restaurante de cocina judía de la Rue des Rosiers, donde murieron 6 personas en agosto de 1982. Años antes (1974), el terrorista propalestino venezolano , Ilich Ramírez Sánchez, alias “Carlos”, ya había atentado contra un “drugstore” parisino, acción que costó la vida a dos personas.

Tras la ola de atentados que sufrió Francia entre 2012 y 2015, buena parte de la comunidad francesa judía inició la llamada “Aliá”, o retorno a Israel, para encontrar allí refugio y vivir sin amenazas terroristas. Tras los pogromos del 7 de octubre, algunos franceses que se instalaron en Israel saben ahora que por, el momento, no pueden sentirse completamente a salvo ni allí ni en Francia. Para muchos, la actitud de una parte de la izquierda contribuye a ese sentimiento de inseguridad.

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