Tras un mes y medio de duras negociaciones -más difíciles que las del Cónclave vaticano- y en el límite del plazo legal, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu (Bibi) ha logrado cerrar un acuerdo que le permitirá dirigir Israel durante cuatro años más. El nuevo gobierno que sale tras el acuerdo está conformado por cuatro partidos políticos, con diferencias ideológicas importantes entre sí. Los partidos que componen dicha coalición son Likud Beiteinu (una alianza del Likud del primer ministro con el grupo encabezado por el excanciller Avigdor Lieberman), que obtuvo 31 escaños; Yesh Atid (Hay Futuro), un nuevo partido liderado por el carismático periodista Yair Lapid, que logró 19; Habait Haieudí (El Hogar Hebreo) con 12 y Hatnuá (Movimiento) con 8 mandatos.
Aún está en duda si un quinto grupo, Kadima, que logró dos escaños, se sumará a la coalición. En principio, sin contar con el apoyo de Kadima, Netanyahu cuenta con 68 diputados seguros en la Kneset (Parlamento unicameral) de un total de 120.
Durante la campaña electoral, la alianza que encabezó Bibi hizo hincapié en los problemas de seguridad ante los desafíos externos, principalmente el plan nuclear iraní, un tema siempre presente en la agenda política hebrea. Por su parte, el ‘partido sorpresa’ de Lapid concentró su mensaje en defender una “nueva política”, comprometiéndose a reducir los apoyos oficiales a las yeshivot (centros de estudios religiosos) y lograr que sus alumnos cumplan con sus obligaciones ciudadanas. Del mismo modo, defendió que los ultra-ortodoxos cumplan con el servicio militar, algo a lo que la mayoría se niega, y que trabajen para mantenerse en lugar de esperar el apoyo estatal y las donaciones de fieles. “Estudiar judaísmo y la Torá está muy bien, pero eso no impide saber ganarse la vida y contribuir a la nación”, repitió Lapid en todas sus apariciones. Otro punto clave de su programa es impulsar un plan solidario, apuntando especialmente al abaratamiento de las viviendas.
En principio, sin contar con el apoyo de Kadima, Netanyahu cuenta con 68 diputados seguros en la Kneset, de un total de 120
El tercer socio, el religioso nacionalista Habait Haieudí, alcanzó 12 parlamentarios bajo el liderazgo de Naftalí Bennett, un político joven (40) que representa la otra cara de los judíos observantes. Son quienes creen que el renacido Estado de Israel representa una señal divina, lo cual indica la cercanía de la era mesiánica, en cumplimiento de las profecías bíblicas. En consecuencia deben hacerse todos los esfuerzos para fortalecer al país. En su vestimenta informal se diferencian claramente de los 'haredim', quienes visten de negro a la antigua usanza europea.
Estos últimos sostienen que un Estado hebreo en la 'Tierra Prometida' no debe ser creación del hombre, sino una acción directa del Dios, por lo cual cuestionan la legitimidad de Israel como heredero de la bíblica independencia judía. El ingreso de Lapid y Bennett al poder, con sus 31 escaños en conjunto, dieron la mayoría a Netanyahu pero le impusieron la salida de los partidos ultra ortodoxos (Shas y Iahadut Hatorá) del gobierno. Dichos grupos sumaban 18 parlamentarios, frente a los 31 del dúo Bennett-Lapid, quienes condicionaron su participación en el Ejecutivo al hecho de ingresar ambos. El pacto resultó de hierro, atando las manos de Netanyahu, pues una alianza con los 'haredim' no le otorgaba mayoría parlamentaria. La salida de estos grupos del gobierno, luego de una década, constituye un hecho clave que producirá importantes cambios en la sociedad israelí y en la distribución de los fondos públicos.
El cuarto socio es Hatnuá, el partido creado hace pocos meses por la ex canciller Tzipi Livni, quien defendió políticas sociales más eficaces y la reanudación del diálogo con la Autoridad Palestina. Su grupo fue el primero en cerrar un acuerdo con el oficialista Likud.
El cuarto socio de Netanyahu es Hatnuá, el partido creado hace pocos meses por la ex canciller Tzipi Livni
Más allá de diferencias programáticas, los principales partidos negociaron duramente qué ministerios ocupará cada uno. El tema era obtener carteras claves desde donde impulsar sus políticas y poder en el futuro exhibir una gestión eficiente. Esto fue notorio en el caso de Yair Lapid, quien con su sorpresivamente alta votación tiene expectativas firmes para suceder a Netanyahu en las próximas elecciones. Su aspiración era ser nombrado Canciller, pero 'Bibi' no cedió esta cartera pues estaba comprometida con su aliado Avigdor Lieberman, quien sólo podrá ocuparla si sale airoso de un juicio por “abuso de funciones”.
El Poder Ejecutivo también se redujo de 30 a 22 ministerios. La alianza nacionalista Likud Beiteinu contará con ocho, entre ellos Defensa e Interior, mientras Lapid tendrá cinco –él mismo ocupará Finanzas-, y Bennett tendrá tres carteras, ocupando él la de Economía y Comercio. Tzipi Livni será ministra de Justicia y encabezará las eventuales negociaciones de paz con Palestina.
La oposición quedó conformada por Shelly Iejimovich, la dirigente de Avodá (Laborismo, social-demócrata), Meretz (socialistas), Shas, Iahadut Hatorá y los legisladores de tres pequeños partidos árabe-isralíes.
En relación a la coalición anterior, la actual aparece más volcada al centro y a una actitud conciliadora con sus vecinos árabes. Israel mantiene acuerdos de paz y relaciones diplomáticas –frías pero estables- con Egipto y Jordania. Dado el caos y la masacre que se viven en Siria, sumado al control del sur libanés por el grupo terrorista islámico Hezbollah, la política exterior hebrea apuntará en el futuro cercano a sellar un acuerdo con los palestinos. Asimismo continuará presionando para que la diplomacia mundial evite que Irán obtenga armas nucleares. Este último punto, central en las próximas conversaciones con Barak Obama cuando llegue a Jerusalén, es visto como un asunto existencial por el Estado judío. En este aspecto Netanyahu ha sido cristalino: o la diplomacia detiene a Irán, o Israel se encargará de hacerlo.