Internacional

Macron, en busca del "arco" que le permita gobernar en mitad de las siglas

Francia sigue pues en la incertidumbre, con un futuro político, económico y social nada claro, con una presidencia debilitada y los hombres de negro pidiendo cita

  • Emmanuel Macron -

“La decisión de disolver la Asamblea Nacional, que se vendió como un momento de clarificación, ha conducido, al contrario, a una gran indeterminación. Hacemos frente a un terrible peligro sobre la credibilidad de nuestro país”.   

Quien así se expresa es el primer jefe de gobierno de la era Macron (2017-2020), Edouard Philippe, jefe del partido “Horizons”, que forma parte de la coalición macronista “Ensemble” (Juntos). Philippe es el político favorito del público entre los representantes del centroderecha. Se unió al actual presidente desde el primer minuto y es hoy, uno de sus críticos más agrios dentro del bautizado por Macron “bloque central y progresista”.

“Esta disolución, yo no la he decidido”. Así manifestaba también sus críticas al presidente, su primer ministro, Gabriel Attal, reconducido al palacio de Matignon por el presidente en la mañana del lunes, después que presentara su dimisión en la noche del domingo, como es tradición cuando la fuerza política que sostiene al jefe de gobierno pierde la mayoría.

Macron les responde: “si las críticas son legítimas, el momento de expresarlas no ha llegado todavía”. Con estas palabras, el presidente avisa a sus dos “camaradas” que sus aspiraciones a ocupar el elíseo en 2027 pueden esperar.

Philippe y Attal no son los únicos miembros de la macronía que no han comprendido la disolución sorpresa decidida en la noche del 9 de junio, tras la aplastante victoria del “Reagrupamiento Nacional” (RN) de Marine Le Pen y el batacazo de la candidata de Emmanuel Macron en las europeas.

El presidente, al que muchos analistas acusan de haber tomado una decisión provocada por un “narcisismo herido”, contaba en la Asamblea con una mayoría relativa de 250 diputados. Hoy, las tres formaciones de su coalición (su propio partido, “Renacimiento”, “Horizons” y el centrista histórico “Modem”, dirigido por François Bayrou) se ven amputados de 97 escaños y se quedan en 163.

Con aquella “mayoría presidencial”, aunque relativa, podría haber seguido dirigiendo el país como lo ha hecho desde 2022. Cierto es que las reformas aprobadas exigieron en varias ocasiones aplicar el artículo 49.3 de la Constitución, que permite pasar por alto el voto de la Asamblea y sacarlas adelante toreando a los diputados rivales, pero su “clarificación” le deja ahora a merced de las oposiciones de izquierda, derecha, RN y de sus propias filas. Si temía que le tumbaran el presupuesto que debía presentar en septiembre, ahora se ve obligado a pronunciarse sobre el plan presupuestario de sus enemigos políticos.

El batacazo de Emmanuel Macron

Con la antigua mayoría podía seguir ejerciendo de líder europeo en la escena diplomática internacional. Hoy, pierde mucha estima entre algunos de sus colegas extranjeros, otros se alegran por su actitud siempre altanera y la prensa internacional vacila entre la estupefacción, la incomprensión y la mofa.

Peor, si cabe: la victoria de las izquierdas que él ha propiciado con la disolución del 9J aumenta el temor que inversores, prestamistas, Unión Europea y Fondo Monetario Internacional ya expresaban antes de que Macron apretara el botón nuclear. Con un déficit público del 5% del PIB (154.000 millones de euros) y una deuda pública de más de tres billones de euros, Francia cede a la izquierda la tarea de reducir estas cifras, una broma, si se tiene en cuenta el programa económico común del Nuevo Frente Popular, “un delirio”, en palabras del ministro de Finanzas saliente y también aspirante a la presidencia en 2027, Bruno Le Maire.

Emmanuel Macron dice ahora, tras su derrota, que “hay que calmar al país”. Insiste en su idea de encontrar una “arco democrático” que gestione el país. En ese “potpurrí” propugna la adhesión de diputados provenientes desde el Partido Comunista, pasando por disidentes del melenchonismo, socialistas tipo Hollande y ecologistas, hasta la derecha tradicional de “Los Republicanos. Ni RN, ni La Francia Insumisa. Soñar es gratis. Bueno, no tanto, con esa entelequia no va a pagar la pérdida de casi un centenar de diputados.

Las negociaciones han comenzado. Macron no tiene ningún plazo obligado para elegir nuevo primer ministro ni para responder a la izquierda si esta propone un candidato común. Con Attal como jefe de gobierno provisional, va a esperar la constitución de la nueva Asamblea, el 18 de julio, y ver cómo respiran los 577 elegidos el domingo. Ese día dará ya alguna pista: si las izquierdas llegan a un acuerdo para elegir al presidente de la cámara, obtendrán ese importante puesto. Si al cabo de dos votaciones no se hubieran entendido, la fuerza más votada, es decir el partido (no la coalición) de Marine Le Pen se haría con esa plaza.

Francia sigue pues en la incertidumbre, con un futuro político, económico y social nada claro, con una presidencia debilitada y los hombres de negro pidiendo cita. Algunos liberales y centristas fuera del Hexágono califican la disolución decidida por Macron como una gran jugada de su héroe. A la vista de las consecuencias, de momento, más bien se puede recurrir a una popular expresión castellana y concluir que Macron ha cometido un grave error.

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