Emmanuel Macron se mantiene firme y no cede a la presión de la calle para echar abajo su reforma de las pensiones, pero aceptó anoche que su primera ministra, Elisabeth Borne, abra una puerta al encuentro directo con los líderes sindicales a los que invitó al palacio de Matignon la semana que viene. Una iniciativa para evitar ser acusados de cerrarse al diálogo.
Borne ya había avisado la semana pasada, sin embargo, que la reforma no se discute, pero que se pueden abordar otras cuestiones relacionadas con la vida laboral, como las carreras largas o los salarios bajos en algunos sectores. Los líderes sindicales aceptan el encuentro, pero por supuesto insistirán de forma unánime en la retirada de la ley y convocaron una nueva jornada de movilizaciones para el jueves, 6 de abril.
El portavoz del gobierno, Olivier Veran, había rechazado horas antes ayer, secamente, la propuesta del jefe del sindicato moderado (CFDT), Laurent Berger, que proponía una suspensión de seis meses de la ley de las pensiones y el nombramiento de mediadores para desatascar el impasse.
El gobierno juega la baza del desgaste. A pocos días de las vacaciones de Semana Santa y de los programados viajes de Emmanuel Macron a China y Países Bajos, el presidente confía en que el rechazo popular a su reforma se atenúe gracias al vaciamiento de las cajas de resistencia sindicales y la estampida turística por las vacaciones de abril. El servicio de recogida de basura de París ya ha dado por finalizada su huelga.
La protesta pacífica contra la ley que aumenta la edad mínima de la jubilación (de 62 a 64) parece perder fuelle, según las cifras de manifestantes de ayer y el descenso en el impacto de las huelgas. La cifra de manifestantes en París y otras ciudades del Hexágono bajó en relación con las anteriores movilizaciones, según las prefecturas. El ministerio del Interior informaba de un número total de 740.000 personas en todo el país, con 93.000 en la capital. El sindicato CGT, por su parte, hablaba de 450.000 solo en París, una cantidad desmentida por las imágenes de las televisiones, pero que forman parte también de la guerra de propaganda que se libran gobierno y organizaciones sindicales.
Grupos de ultraizquierda que nada tienen que ver con las manifestaciones convocadas por los sindicatos se enfrentaron también este martes con las fuerzas del orden, después de incendiar algunos contenedores de basura, pero los CRS controlaron mejor la situación que el jueves pasado, pues la protesta oficial y pacífica finalizaba en la Place de la Nation, una zona más fácil de controlar que el barrio de la Ópera y sus calles estrechas. Entrada la noche, solo quedaban en la plaza algunos estudiantes y otros manifestantes que eran conducidos por la policía hacia las entradas del metro.
El Constitucional, como salida a la crisis
Macron y su primera ministra, Borne, quieren también ganar tiempo hasta que el Consejo Constitucional estudie el texto de la ley. Si los nueve “sabios” de ese tribunal deciden que algunos aspectos de la reforma no se adecuan a la Carta Magna, la iniciativa macronista deberá ser retocada y no entrará en vigor hasta una nueva redacción. Esa posibilidad representaría una salida de emergencia para el presidente, pues su prioridad es no perder el pulso político con los sindicatos y la oposición. Ceder sería para él una derrota y pasar a la historia como otro de los presidentes que se rindieron a la calle. Impensable para su personalidad.
La violencia ejercida por grupos violentos de ultraizquierda en los últimos días parece también haber convencido a muchos ciudadanos a quedarse en casa. Las imágenes del pasado sábado en una manifestación ecologista en la que los “black-bloc” - las milicias de ultraizquierda perfectamente organizadas y especializadas - se enfrentaron de forma brutal a las fuerzas del orden han frenado los ánimos de una mayoría de ciudadanos que está en contra de la ley, pero de forma pacífica. Dos de los radicales que participaron en la batalla del sábado en Saint-Soline seguían el martes en coma. Ambos tienen un amplio historial como delincuentes, ya han conocido la prisión y estaban fichados como individuos peligrosos.
La violencia ha servido también para distraer en parte el contenido original de la protesta. La extrema izquierda liderada por Jean-Luc Melenchón se niega a condenar el salvajismo antipolicial de “anticapitalistas”, “antifas” y “black-bloc”. Más de 800 miembros de las fuerzas de seguridad han resultado heridos desde el inicio de las protestas. El ministro de Interior, Gerald Darmanin abroncó a la izquierda ayer en la Asamblea por sus ataques a la policía y por no demostrar ninguna solidaridad ni humanidad con los gendarmes y otros cuerpos. “La ultraizquierda”, dijo, “no quiere derribar la reforma, sino a la República”.
La extrema izquierda, por su parte, acusa a las fuerzas del orden de represión indiscriminada y subraya algunos casos de excesos policiales aislados para manchar la reputación de toda la institución.
S.Johnson
"Macron no cede a la presión de la calle pese a diez días de protestas sin cuartel" Las protestas se hacen en las urnas, lo de la calle son revoluciones. Una revolución es una pelea a ver quién tiene MAS FUERZA. Gana el que vence al otro empleando la fuerza... aunque tenga menos votos. ¿No es así, Pablito Malabicha? De momento Macron 1 revolucionarios 0.