Primeras brechas en Rusia por los errores de sus altos mandos en la invasión de Ucrania. Nacionalistas rusos y diputados de la Duma exigen una rendición de cuentas a medida que crece la indignación por la masacre en la ocupada Makiivka (Donetsk), donde docenas de militares perdieron la vida el 1 de enero en uno de los bombardeos ucranianos más mortíferos de la guerra. Las críticas contra los comandantes denuncian que los soldados, reclutas que habían sido movilizados recientemente, estaban acuartelados en un colegio junto a un depósito de municiones y dentro del alcance de los misiles HIMARS que Washington ha proporcionado a Kiev.
En un inusual comunicado, el Ministerio de Defensa ruso reconoce la muerte de 89 militares en el ataque contra el cuartel ubicado en un colegio de MaKiivka, en la región de Donetsk, anexionada por Moscú en septiembre de 2022. Se trata de la mayor cifra de bajas en un solo incidente que admite Moscú desde que comenzó la invasión, hace más de diez meses. Rusia, que ha castigado a Ucrania durante tres días consecutivos con bombardeos masivos de misiles y drones, asegura que el cuartel fue "alcanzado por cuatro misiles HIMARS producidos en EEUU".
Mientras blogueros rusos sostienen que la masacre se produjo porque se había almacenado munición en el mismo edificio donde estaban las barracas -pese a que los comandantes sabían que el cuartel estaba en el rango de alcance de los misiles ucranianos-, Rybar, uno de los analistas militares prorrusos más activos en Telegram, apunta que el regimiento 14444 llevaba acuartelado en el colegio de Makiivka desde mediados de diciembre y que en el momento del ataque alrededor de 600 personas se encontraban en el edificio. "Por la ingenuidad de alguien se decidió colocar en el mismo lugar un depósito de municiones, que detonaron como consecuencia del impacto (...) Los movilizados afirman que la responsabilidad recae en el comandante del regimiento, el coronel Roman Enikeev. No estoy totalmente de acuerdo con ellos: la única culpa del coronel es que siguió ciegamente las instrucciones de sus superiores", señala Rybar, que cifra las "perdidas irrecuperables" en 110 personas.
En las redes circulan versiones de lo sucedido -el uso activo de teléfonos móviles por parte de los soldados ayudó a los ucranianos a identificar su ubicación- mientras las críticas de voces de peso en Rusia se suceden. Andrey Medvedev, un periodista ultraconservador y vicepresidente del Parlamento de Moscú, exige sacar "las conclusiones más duras" de la masacre en Makiivka: “Alojar al personal en edificios en lugar de (...) en refugios ayuda directamente al enemigo". El veterano militar Igor Guirkin, antiguo oficial del Servicio Federal de Seguridad ruso que participó en la anexión ilegal de Crimea en 2014, escribe en Telegram que hay "muchos cientos de muertos" y critica que “el equipamiento estaba justo al lado del edificio sin ningún tipo de camuflaje”.
Guirkin, que pese a defender la invasión de Ucrania critica a menudo el liderazgo y las tácticas militares, señala que el principal error de los mandos fue concentrar un gran número de efectivos y armamento en un lugar que está dentro del alcance (80 kilómetros) de los misiles HIMARS enviados por EEUU. Makiivka se encuentra a unos diez kilómetros de la línea del frente.
El pulso entre el Grupo Wagner y el Ejército ruso
Más allá de la polémica por los errores de estrategia, el Ejército ruso tiene que lidiar también con desencuentros con sus aliados. Tanto el grupo militar privado Wagner como los chechenos liderados por Ramzán Kadírov tienen un peso importante en el teatro de operaciones, con alrededor de 30.000 soldados desplegados en Ucrania. Putin sabe que no puede prescindir de su fuerza militar, que ha apuntalado ofensivas en puntos tan calientes como BaKhmut, donde se está librando una batalla decisiva. Sin embargo, ambos grupos, impredecibles y brutales en ocasiones, tienen un mayor afán en esta guerra: escalar en la cúpula militar del Kremlin y, en el caso de los chechenos, lograr más financiación rusa. Entre ellos, además, las pugnas por el sabotaje también han generado tensiones, como contó Vozpópuli.
Tanto el líder del Grupo Wagner, Yevgueni Prigozhin, como el checheno Ramzán Kadírov son cada vez más transparentes a la hora de criticar al establishment militar ruso, condenando con dureza fracasos militares como el que tuvo lugar en Limán hace tres meses o el sabotaje al puente de Crimea en octubre. Ambos abogan por el uso de la fuerza bruta en el planteamiento militar, con ejemplos como la masacre de Bucha realizada por los hombres de Kadírov o con la terrorífica muerte a martillazos a un supuesto traidor del Grupo Wagner grabada en vídeo y difundida en redes. Un martillo que la empresa privada de mercenarios en manos del Kremlin ha utilizado para promocionar su marca, repartiéndolo en centros de entrenamiento en Rusia y enviándolo a las instituciones europeas a modo de provocación.
Este pulso por la influencia bélica pretende ganarse un espacio de representación en la cúpula militar del Kremlin. El Grupo Wagner no tiene ningún reparo en venderse como la alternativa a la vía oficialista militar del Estado y sus reservistas mal equipados. Su forma de proceder es díscola con la actuación del Ejército ruso, ya que critican abiertamente en sus redes a los altos mandos militares y no tienen reparo en mostrar sus bajas sobre el terreno. En año nuevo, en plena ofensiva ucraniana con el ataque a Makiivka, el líder de Wagner mostraba las bolsas con cadáveres de mercenarios muertos explicando que "todo el mundo trabaja". Un guiño que puede interpretarse como una forma de mostrar la entrega en terreno del músculo de Wagner en detrimento de las bajas rusas en otros frentes. Idea del líder de esta red de mercenarios fue la construcción de la 'línea Wagner' en Belgorod con un sistema antitanques que no se ha librado del avance ucraniano.
Además, el estreno en noviembre del Centro Wagner en San Petersburgo también era una forma de revindicar su poder y superioridad tecnológica frente al Ministerio de Defensa de Rusia. En declaraciones al medio ruso Agentstvo, Wagner sacaba pecho de su capacidad de atracción por cuadriplicar el sueldo que ofrece el Ejército y contar con una mejor equipación, así como un centro de inteligencia y desarrollo tecnológico en el corazón de la ciudad. Sin embargo, la implementación de este centro provocó un fuerte enfrentamiento entre Prigozhin y el alcalde de San Petersburgo, Alexander Beglov, quien acusó al líder de Wagner de crear un centro ilegal. Este choque no es algo aislado dentro de los movimientos de poder entre las fuerzas paramilitares de la guerra, que buscan cualquier oportunidad para secundar candidaturas que apoyen su 'mano dura' dentro de la cúpula militar.
spqr
¿ Y quién financia al grupo Wagner? Porque no son 4 desgraciados con AK47.
Eloy Aix
Con dos como él sería suficiente.