Nelson Mandela, fallecido este viernes a los 95 años, lamentó a menudo que su compromiso con su pueblo le obligó a descuidar en cierto modo a su familia, cuyas polémicas y disputas internas marcaron los últimos meses de vida del expresidente.
Mandela tuvo devoción por un solo partido -el Congreso Nacional Africano (CNA)- y, casi desde el principio, un credo no racial y democrático que siguió siempre, sin vacilaciones. En el ámbito privado, en cambio, los rigores de la lucha contra el régimen de segregación racial del apartheid hicieron más azarosa su vida personal. "Me di cuenta de que la lucha consumía todo el tiempo. Un hombre involucrado en la lucha era un hombre sin vida familiar", admitió Mandela en su autobiografía El largo camino hacia la libertad.
Además, el infortunio golpeó con saña al antiguo estadista, que vivió dos divorcios y vio morir a tres hijos. Los destinos de Madiba -como se conoce popularmente en su país al expresidente- y su primera esposa, Evelyn Mase, se separaron en 1958, debido, en parte, al activismo de Mandela. Evelyn soñaba una vida tranquila en el Transeki, la región originaria de ambos en la actual provincia del Cabo Oriental (sureste), pero su marido parecía llamado a más altas responsabilidades, y su ferviente actividad política y su voluntad de permanecer en Johannesburgo precipitaron la ruptura.
Tampoco tuvo la pareja fortuna con los hijos: la primera hija, Makaziwe, falleció en 1948 al poco de nacer; el varón Thembekile perdió la vida en 1969 en un accidente y su hermano Magkatho murió en 2005 como consecuencia del sida. Del matrimonio solo sobrevivió la segunda hija, Makaziwe, bautizada en honor a su fallecida hermana.
En 1958 Mandela se volvió a casar enamoradísimo de Winnie Madikizela, con quien tendría dos hijas, Zenani y Zindzi, y compartiría las penalidades de la clandestinidad. Sin embargo, su vida en común se vio truncada en 1962, cuando Mandela fue encarcelado por sus acciones contra el apartheid. Durante sus 27 años en prisión, Winnie fue su apoyo personal y político y el primer motivo privado, junto a sus hijas, para resistir en cautividad. Al ser liberado en 1990, el héroe público encontró en casa una mujer fría y distante, que ni siquiera dormía ya con él y le había engañado con un guardaespaldas, lo que desembocó en 1996 en su segundo divorcio.
Madiba se volvió a casar en 1998, a los 80 años, con la viuda del presidente mozambiqueño Samora Machel, Graça Machel, 27 años más joven que él y a quien Winnie llamó -con algo de rencor- "esa concubina".
En los últimos meses de vida del exmandatario, Machel no se separó del hombre "solitario" a quien hizo feliz y fue la más alabada por su discreción, frente a las estridencias de otros miembros de la familia Mandela. El pasado junio, mientras el expresidente se hallaba hospitalizado en estado grave, la división de su familia se evidenció en público.
Makaziwe y otros quince integrantes del clan Mandela -entre ellos la propia Machel- solicitaron ante la Justicia el retorno de los restos de los tres hijos difuntos de Madiba al lugar del que los había desenterrado Mandla -nieto mayor del expresidente- dos años antes. La iniciativa del grupo desvelaba que Mandela había exhumado los huesos en la localidad de Qunu (suroeste) sin permiso de sus tías y los había enterrado en la cercana Mvezo. Qunu es el pueblo donde Mandela creció, vivió hasta enfermar y en el que quería ser enterrado.
En Mvezo nació Mandela y allí es jefe tradicional Mandla, enfrentado a Makaziwe por el control del clan. La disputa se resolvió el 4 de julio, cuando, aplicando la decisión judicial, los restos de los tres hijos de Mandela -entre ellos el padre de Mandla, Makgatho- retornaron a Qunu. No era, sin embargo, la primera batalla legal que enfrentaba a la familia.
El pasado abril, diecisiete miembros del clan liderados por Makaziwe y Zenani iniciaron una acción legal para lograr el control de dos empresas fundadas por su padre. Los demandantes pedían el cese como directores de dos compañías de gestión del patrimonio del expresidente de un antiguo abogado de Madiba y de dos de sus excamaradas políticos.
Las hijas cuestionan que fuera su padre quien nombrara al exministro Tokyo Sexwale y al abogado George Bizos, ambos exactivistas antiapartheid, así como al letrado Bally Chuene, en puestos de dirección de estas sociedades. Las compañías gestionan el dinero que genera una serie de obras de arte que plasman las huellas de las manos de Nelson Mandela. El proceso, aún abierto, supone un ataque de los Mandela a algunas de las personas más cercanas a Madiba durante su vida.
Las rencillas públicas de los Mandela escandalizaron a muchos sudafricanos, entre ellos el arzobispo emérito de Ciudad del Cabo y premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu, quien exigió con dureza que se dejara de "escupir en la cara" al expresidente.