Internacional

Pánico en el Elíseo ante unas elecciones europeas donde Le Pen puede salir reforzada

Macron se viste de Rambo, elogia el comunismo y “constitucionaliza” el aborto para redemonizar a Marine Le Pen.

  • Emmanuel Macron -

Insinuar el envío de tropas francesas a Ucrania contra Rusia, hacer una loa al comunismo, incluir en la Constitución el derecho al aborto…el presidente francés fuerza la máquina para descalificar a la gran rival del macronismo, Marine Le Pen

Macron ha decidido implicarse de lleno para evitar la victoria de Agrupación Nacional (Rassemblement National), (RN), en las elecciones de junio que, a pesar de celebrarse tres años antes de las presidenciales, pueden suponer la reválida definitiva para las aspiraciones de Le Pen de llegar a la jefatura del Estado, ante el pavor de una parte de la escena política francesa, del centro, a la extrema izquierda. 

Las declaraciones de Emmanuel Macron sobre la posibilidad de entrar de lleno en la guerra contra Rusia (“No debemos excluir el envío de tropas”) han sido interpretadas de diferentes maneras fuera de Francia, pero las intenciones de Macron sean cuales sean, tenían un objetivo más claro en el ámbito doméstico: “putinizar” al partido de Marine Le Pen, a su líder y al candidato para los comicios europeos, Jordan Bardella, que surfea con comodidad en los sondeos.

«Putinizar» a Marine Le Pen

Macron y su equipo de opinión sincronizada – menos poderoso que el de su vecino del Sur – saben que el pasado tropismo pro-ruso de RN es uno de los puntos débiles de la formación nacionalista. Así, vuelven a desempolvar el crédito (ya reembolsado) que Marine Le Pen obtuvo en 2104 gracias a un banco dependiente de Moscú, ante el rechazo y boicot de las entidades de crédito francesas. “¿Puede alguien considerarse patriota cuando contrata un crédito con Putin?”, lanzó la candidata macronista a las elecciones europeas, Valerie Hayer. 

Se tira de hemeroteca, también, para recordar que Marine Le Pen concedió legitimidad al referéndum con el que el Kremlin justificó el “retorno” de Crimea a la Federación Rusa. 

Por supuesto, el globo sonda del Rambo del Elíseo fue criticado por todo el arco parlamentario: “Consternación”, dijo Jean-Luc Melenchon. “Una locura”, manifestó el líder socialista, Olivier Faure. “Declaraciones irresponsables y peligrosas”, según e jefe del PCF, Fabien Roussel. “Una declaración con terribles consecuencias, denunció Eric Ciotti, líder de la oposición conservadora, “Los Republicanos”.

Marine Le Pen se defendió ante la ofensiva presidencial: “Macron ha traspasado otra etapa de beligerancia suplementaria que hace correr un riesgo existencial a 70 millones de franceses y, en especial, a las fuerzas armadas; juega a ser un jefe de guerra, pero es de la vida de nuestros hijos de lo que perora con tanta indolencia”. 

En la Asamblea, el recién primer ministro de Macron, Gabriel Attal, preparó su titular para la prensa con especial esmero: “Madame Le Pen, cabe preguntarse si las tropas de Putin están ya en territorio francés; son sus tropas, las de RN”. 

Lo que también cabría preguntarse es si la andanada presidencial sobre Le Pen puede tener efectos negativos para RN. Por el momento, los sondeos muestran que ocho de cada diez franceses se oponen al envío de tropas a Ucrania (sondeo Odoxa) y un 41% preferiría que la Unión Europea apoyara una negociación entre Moscú y Kiev. 

Macron tenía preparado otro cartucho para bombardear a RN. La entrada en el Panteón del resistente comunista, Missak Manouchian, armenio emigrado a Francia que fue uno de los líderes de un grupo de resistentes, en su mayoría judíos, que cometieron actos de sabotaje y atentados contra los ocupantes nazis, - en el que también estaba integrado el comunista español, Celestino Alfonso-  dio pie al presidente para oponer la lucha de la resistencia contra los “colaboracionistas” franceses, que Macron asimila los antepasados ideológicos de Le pen.  Manouchian y todo su grupo fue ejecutado hace ochenta años.

Para preparar ese golpe, Macron rompió un tabú inesperado. Por primera vez en los 127 historia de historia del diario comunista L’Humanité”, un jefe de Estado en ejercicio accedía a concederle una entrevista. Nada que reprochar a Macron, que también ha dado entrevistas a medios considerados por la extrema izquierda como de ultraderecha. Pero de las cinco páginas de entrevista y una hora y media de conversación, Macron y los 4 periodistas ocuparon la mayor parte de espacio y tiempo a desacreditar al partido de Le Pen que, según Macron, “no debe incluirse dentro del arco republicano”, con lo que el presidente deja a más de 13 millones de franceses (41% de votantes en las presidenciales de 2022) fuera de lo que él considera el campo del bien.  

Ensalzando la figura de Manouchian y sus camaradas, Macrón empezó regalando los oídos a los periodistas de “L’Huma”: “Como comunistas”, dijo refiriéndose al grupo de Manouchian, “no conocen, sino la fraternidad humana”. Siguió afirmando su oposición a que Marine Le Pen acudiera a la ceremonia en el Panteón, a pesar de recibir una invitación del Estado, como jefa de un partido republicano representado en la Asamblea: “no debería venir”, subrayó, “teniendo en cuenta la naturaleza del combate de Manouchian”. 

El diario de extrema izquierda, “Libération”, con algo más de ventas que “L’Humanité”, contribuía también a explicar mejor lo que Macron insinuaba: Missak Manouchian era extranjero, y Le Pen, “xenófoba”; internacionalista, frente a la “nacionalista” jefa de RN; resistente, y no “collabó”; y comunista, es decir, elogiable, no como la “fascista” Le Pen.

Revisionismo histórico de Macron

Y ahí se le nubló a Emmanuel Macron su argumentario histórico. En el debate entraron especialistas que llevaban a subrayar el pecado “revisionista” del presidente. En primer lugar, está ampliamente documentado el hecho de que los primeros resistentes que se unieron a Charles De Gaulle en Londres eran miembros de grupos considerados de extrema derecha, como “l’Action française”, nacionalista y monárquica.  Ni Jean Moulin, jefe del Consejo Nacional de la Resistencia, ni Daniel Cordier – su secretario particular y hombre de confianza-  ni otras figuras de ese movimiento, como Raymon et Lucie Aubrac, Pierre Fresnay u Honoré d’Estienne, fusilado por los nazis en agosto de 1941, eran de izquierda. 

Que hubo resistentes comunistas guillotinados por los ocupantes es un hecho indiscutible, pero el papel jugado por el PCF y su órgano oficial, “L’Humanité”, entre 1939 y 1941, tras el pacto nazi-soviético Molotov-Ribbentrop, un acuerdo abierto de colaboración con las tropas y autoridades hitlerianas, debería haber calmado la simpatía de Emmanuel Macron, para no llegar al borde del ridículo histórico. Fueron diputados socialistas y comunistas quienes apoyaron los plenos poderes del Mariscal Petain, fueron “ultras” inspirados por los escritos, entre otros, de Charles Maurras, los primeros que mostraron, o por patriotismo, o por odio a Alemania, el rechazo a la fácil invasión de las tropas del Tercer Reich, a la “extraña derrota” del ejército francés, como escribió Marc Bloch, otro resistente judío ejecutado por los nazis en 1944.  

Algunos medios sugieren a Macron la lectura entre otras obras, de «Un paradoxe français: Antiracistes dans la Collaboration, antisémites dans la Résistance», del historiador israelí de izquierdas, Simon Epstein. Otro especialista en el estudio del comunismo, el francés Stephane Courtois, es el único que se ha atrevido a poner una voz crítica a la “panteonización” de Missak Manouchian: “Convertir en héroe a Manouchian fue una operación de los servicios de propaganda de la Unión Soviética. Manouchian fue un modesto resistente cuya verdadera patria era la URSS de Stalin”. 

Emmanuel Macron no necesita recurrir a la Inteligencia Artificial para manipular la historia en su beneficio. Por oportunismo político y coyuntural no duda en elogiar una ideología que no es aplicable sino mediante una dictadura y que ha provocado la muerte, como poco, de decenas de millones de personas, desde la Unión Soviética, pasando por la China de Mao, el Sudeste asiático, hasta parte de África y de Hispanoamérica. No está mal para un “liberal” considerado, por algunos, como un faro de pensamiento más acá de los Pirineos. 

El aborto, como arma

Para completar el tríptico de la campaña política macroniana con vistas a las europeas, no podía faltar una iniciativa “progresista” y considerada innecesaria por muchos franceses. La ley que permite el aborto en Francia data de 1975 y es obra de una política de centroderecha, la sobreviviente de Auschwitz, Simone Veil. El miércoles pasado, el Senado, con mayoría de conservadora, aprobaba con 276 votos a favor y 50 en contra la inscripción en la Constitución de “la libertad que garantiza a las mujeres a recurrir a una interrupción voluntaria del embarazo”. Macron acogió la noticia – una vieja iniciativa de la extrema izquierda - con alborozo y ha convocado al Parlamento (reunión de las dos cámaras, Asamblea y Senado) para hacer efectiva la iniciativa el próximo lunes. 

La libertad de abortar es un asunto que pocos discuten en Francia. Pretender que la ley pueda peligrar por lo que ocurre en Estados Unidos parece exagerado, pero no deja 

de ser otro argumento político utilizable, como reconocía el diario “Le Monde” ya hace dos años: “El debate tiene el mérito político a ojos de la izquierda y de la mayoría (macronista) de poner en evidencia la ambigüedad de la derecha y de la extrema derecha sobre este asunto”. 

Marine Le Pen acoge en su partido tanto a partidarios de asociaciones pro-vida, como a partidarios de la y de aborto y votantes del matrimonio homosexual. Pretender ver a RN como un partido reaccionario sobre estas cuestiones de sociedad es absurdo. Marine Le Pen nunca ha puesto en entredicho la libertad de abortar aprobada por la Ley Veil. Lo que sí ha manifestado es que la “constitucionalización” del aborto “es inútil y una pérdida de tiempo, teniendo en cuenta los problemas que sufren los franceses”. 

Para Emmanuel Macron es una manera más de poner en un brete a su oponente y hacer otro guiño a la izquierda, incluida dentro de su partido, tras la derechización de su gobierno y la adopción de medidas, como la ley de inmigración, que erizó a la izquierda y fue después censurada y descafeinada por el Consejo Constitucional. Política de gestos; el contenido es lo de menos. Se llama comunicación. Y en ese apartado, Emmanuel Macron es un especialista.

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