Internacional

Putin juega con el 'pánico nuclear' y el terror de los civiles a los bombardeos

Tercera semana de invasión. Putin no ha conseguido ninguno de sus objetivos pese a los miles de muertos y millones de desplazados. Moscú ataca un hospital infantil en Mariupol, la ciudad que sufre un asedio "apocalíptico"

  • Un soldado ruso frente a la central nuclear de Chernóbil, en Pripyat, Ucrania. -

"La central de Chernóbil está totalmente paralizada. Las hostilidades continúan, lo que hace imposible (...) restablecer el suministro eléctrico". Este mensaje, emitido la mañana del miércoles por la Compañía Nacional de Energía Ukrenergo, volvió a extender ayer la preocupación por la seguridad del material almacenado en Chernóbil, que está bajo control de las tropas rusas. Poco después del anuncio, el Gobierno de Kiev disparaba la alerta al advertir que los generadores de electricidad que abastecen a la central nuclear tienen una capacidad de reserva de 48 horas: transcurrido ese tiempo los sistemas de enfriamiento se detendrán, "lo que hará que las fugas de radiación sean inminentes", aseguraba el jefe de la diplomacia ucraniana, Dymitro Kuleba.

El pánico nuclear ha estado presente en esta guerra desde los primeros compases de la invasión rusa de Ucrania. Vladimir Putin lanzó su ofensiva la madrugada del 24 de febrero; solo unas horas después, por la tarde, los invasores se hacían con el control del complejo nuclear de Chernóbil y la Zona de Exclusión -que incluye reactores fuera de servicio e instalaciones de desechos radiactivos-. Los combates en el área desataron la alarma global por el daño que podían sufrir estas instalaciones, aunque el organismo regulador de la energía atómica de Ucrania se apresuró a confirmar que los operarios seguían en sus puestos y que el complejo estaba en perfecto estado.

Algo similar sucedió ayer cuando, tras la advertencia de Kuleba sobre "fugas de radiación inminentes", el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) aseguró que no ve "un impacto crítico sobre la seguridad" después de que la central haya quedado desconectada de la red eléctrica como consecuencia de las operaciones militares rusas. "La carga caliente del combustible gastado almacenado en la piscina y el volumen de agua para enfriamiento en la central nuclear es suficiente para la retirada de calor sin la necesidad de suministro eléctrico", afirmó el organismo. El OIEA si admite una "gran preocupación" por el estrés y la fatiga de los 210 técnicos y guardias ucranianos que permanecen en Chernóbil desde el 24 de febrero.

Otro episodio clave en la guerra fue el ataque ruso, el día 4, contra la central nuclear de Zaporiyia, la mayor de Europa, que provocó un incendio en uno de sus edificios. El fuego fue sofocado finalmente tras horas de incertidumbre pero el bombardeo contra la central, ubicada en el centro del páis, y su caída en manos de las fuerzas rusas desató los temores a un grave accidente. Dos días después, el 6 de marzo, las tropas rusas lanzaron proyectiles de artillería contra una reactor nuclear experimental en Járkov que alberga 37 pilas de combustible nuclear y está ubicado en el Centro Nacional de Investigación del Instituto de Física y Tecnología de esta ciudad, la segunda mayor de Ucrania y objetivo de intensos bombardeos rusos. Dicho ataque evidenció, según Kiev, que Putin está dispuesto a asumir el riesgo de una catástrofe nuclear para lograr sus objetivos en la invasión de Ucrania. Moscú quiere controlar a cualquier precio los centros de producción energética ucranianos, aunque para ello tenga que utilizar fuego de artillería contra instalaciones atómicas.

Ataque contra un hospital infantil

Cuando la invasión entra en su tercera semana, la ofensiva rusa está estancada en la mayoría de los frentes. Rusia ha sufrido muchas más bajas de las esperadas y sus opciones de victoria se reducen a medida que aumenta la colaboración militar occidental. Moscú continúa bombardeando las rutas de evacuación de civiles que abandonan ciudades sitiadas por las fuerzas rusas como Mariupol o Izyum (cerca de Jarkov).

Los ataques de artillería destruyeron ayer varias instalaciones médicas en Mariupol, cercada desde hace días y donde 400.000 personas continúan atrapadas sin comida, agua ni electricidad en un asedio "apocalíptico", en palabras de la Cruz Roja. Entre los objetivos se encuentra un hospital infantil, destruido por un ataque aéreo que causó al menos 17 heridos según las autoridades ucranianas y que tuvo lugar mientras estaban abiertos seis corredores humanitarios para la evacuación de civiles.

Al menos 1.300 habitantes de esta ciudad portuaria, ubicada en el sureste de Ucrania y un objetivo clave para el Kremlin en su estrategia de unir la península de Crimea con los territorios rebeles del Donbás, han muerto por bombardeos y ataques desde el comienzo de la invasión. La localidad es la última gran ciudad en manos ucranias con salida al mar de Azov. Por ello, el ensañamiento con la población parece no tener límites: los cadáveres se apilan en las calles y las autoridades llevan días excavando fosas comunes ante la imposibilidad de enterrar a los muertos por los continuos bombardeos. Mientras el asedio ruso continúa, solo queda comida para tres días, cinco como mucho.

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