El estallido en China dura ya cuatro días. Este lunes, cuando los datos del Covid en el gigante asiático siguen sumando cifras que recuerdan al peor momento de la pandemia de abril pasado, las revuelta social sigue extendiéndose por el país con la resaca de la indignación histórica que se ha desatado a lo largo del fin de semana. Los gritos de protesta contra el 'covid cero' empezaron el viernes en la región de Xinjiang, cuya capital Urumqi sufrió un incendio donde murieron 10 personas que supuso el revulsivo definitivo para que China explotara. Pero el hartazgo lleva cociéndose a fuego lento durante los 2 años y medio de duras medidas de confinamiento.
Desde el viernes, la irascibilidad social ha viajado desde el oeste, la región de Xinjiang hasta el este, donde se concentra el 94% de la población abarcando todo tipo de ciudades desde Pekín hasta Shangái. En esta última los ciudadanos se congregaron en protesta contra el presidente Xi Jinping en la calle Urumqi Middle Road, en honor a los fallecidos del bloque de pisos el jueves pasado. Dicha calle ha amanecido este lunes blindada y con fuerte presencia policial. Las autoridades ya han enviado coches blindados a diferentes zonas de Shangái y las protestas recorren también Wuhan, Nanjing, Xi’an, Chengdu, Hong Kong, Guangzhou con fuerte concentración en grupos universitarios. En este contexto cabe preguntarse sobre la novedad de estos sucesos y por qué son históricos, ya que los ecos de los gritos de "libertad de expresión", "queremos democracia y "no queremos PCR, queremos libertad” recuerdan indudablemente al movimiento de Tinanmen de 1989. Estos son algunos de los puntos que han marcado la diferencia:
Unión del pueblo chino y un marco común, el 'cero covid'
Los manifestantes están reivindicando los himnos como algo propio del pueblo para protestar: "Los que os negáis a ser esclavos, alzaos" o "La Internacional", gritando "queremos libertad", "no queremos hacernos pruebas PCR" o "que les follen a los códigos QR" son algunos de los cánticos. En algunas de las ciudades, grupos de personas llegaron a gritar "Abajo el Partido Comunista, abajo Xi Jinping". La movilización, que es inaudita por la extensión generalizada en las principales ciudades chinas denota un sentimiento común marcado por el 'cero covid' que ha unido al pueblo chino. Algo que es inusual y que cabe tomar enserio. Como apuntan analistas, tras el incendio de Urumqi, donde también murieron personas de etnia uigur, de religión musulmana, el estallido ha puesto de relevancia la empatía con los fallecidos, también con dicha minoría en un contexto de crueldad absoluta. Los muertos no pudieron salir del edificio por el régimen de confinamiento y los bomberos llegaron tarde por las medidas impuestas desde agosto en Urumqi. Las autoridades se lavaron las manos.
Los enfrentamiento con las autoridades las han protagonizado primero empleados y trabajadores, que reivindicaban su situación de precariedad resultante del 'covid cero' como se pudo ver la semana pasada en la fábrica de Foxconn en Zhengzhou y también en Guangdong. Esa furia se ha acabado extendiendo a otras clases como las estudiantiles el viernes que son las que llevan la voz sonante en las facultades de las grandes ciudades chinas en las últimas 48 horas.
Nuevos símbolos inéditos: hojas blancas
La censura china ha llevado a los manifestantes a inventar nuevas formas de reivindicación silenciosa con una gran carga emotiva y crítica con el Gobierno. En este caso, se ha extendido el uso de papeles en blanco en señal de protesta a los límites de liberad de expresión generados por la represión y las detenciones, que también se han extendido por toda china a medida que se avanzaban los enfrentamientos policiales con la ciudadanía. La hoja vacía representa hasta el extremo las dificultades democráticas en el país y quieren ser un 'espejo' crítico de las políticas de Xi Jinping. La revuelta llega además pocas semanas después de la celebración del XX Congreso del Partido Comunista Chino, en el que había expectación por ver si se relajaban las medidas de la Covid. La estricta implementación local de las fuertes medidas de confinamiento, PCR en las calles y envíos de contagios a bases sanitarias después del 'meeting' también ha sido un golpe a las esperanza china.
Como explica el medio chino con sede en Singapur Initium Media: "Durante mucho tiempo, los chinos generalmente han aceptado el papel del gobierno como protector. El gobierno utiliza el modelo más clásico de "Leviatán" como padre y protector, y mantiene su propio estatus legal a través del desempeño económico. Los chinos están dispuestos a aceptar bajo la premisa de garantías económicas", un horizonte que seguía en pie todo este tiempo y que el Gobierno chino defendía legitimándose en la política de 'covid cero'. Sin embargo, tras incidentes como el del Urumqi o el "autobús cuarentena" volcado de Guizhou en septiembre los ciudadanos se han acabado preguntando por el precio a pagar de sus vidas.
China ha defendido su política de 'covid cero' amparándose en las cifras relativamente bajas de muertes y como el camino a seguir en contraste con el resto de países. Algo que les ha pasado factura sobre todo estos días, cuando las imágenes de miles de personas en el Mundial sin mascarillas ha impactado en el imaginario de la opinión pública china. La censura china ya se ha encargado de limitar estas comparativas editando incluso la retransmisión del Mundial para que no se vea claramente que la gente va sin mascarillas. La relajación de las medidas pandémicas supone un terrible dilema para el politburó teniendo en cuenta que solo el 66% de las personas mayores de 80 años está vacunada, que las vacunas chinas no han sido tan eficaces y que su Sanidad sigue siendo débil ante una hipotética ola de ingresos.
Algunos precedentes: Hong Kong y la censura del Southern Weekend
Aún es pronto sin embargo para hacer pronósticos. Un escenario posible es que Xi Jinping tome medidas diferentes para atajar la ola de Covid, relajándolas incluso. Sin embargo, esta opción es muy lejana teniendo en cuenta que ha basado su legitimidad en dicha estrategia. Sin embargo otros analistas sí recalcan que esta ola reivindicativa con tintes mayores probablemente habrá mermado su autoridad. Las protesas de la revolución de los paraguas de Hong Kong ocurridas en 2014 también pusieron en un aprieto al Gobierno de China, e incluso hubo voces que auguraron un cambio significativo y finalmente no fue así. En ese momento la protesta tenía más tintes geoestratégicos. Como apunta el periodista Eric Fish, experto en activismo en China, a menudo cuando hay casos de protestas masivas el Partido Comunista aprende de ellos y se vuelve más "paranoico" a la hora de mantener la estabilidad.
A Hong Kong le preceden otros movimientos desde 1989 como los altercados acaecidos en 2013 con motivo de la censura del periódico Southern Weekend, cuando el diario desafió la mordaza china y se siguió vendiendo tras enfrentarse a las autoridades reguladoras de propaganda. En aquél momento muchos vieron el hecho como una grieta del cambio, que también quedó en nada. Sin embargo, lo ocurrido estos días va mucho más allá porque no se localiza solo en una ciudad ni en una clase como pudiera ser el activismo estudiantil. El enfado recorre toda la yugular china, donde habitan 1.412 miles de millones. Quizá el gigante esté despertando o quizá la movilización sucumba por su propio peso en el contexto asfixiante del Gobierno. Es pronto para decirlo.