Por un puñado de rublos, mejor dicho, por un solo billete de 5.000 rublos (70 euros) uno de cada diez rusos está dispuesto a vender su voto. Según una encuesta divulgada este lunes por el Centro Levada, más de la mitad de los rusos esperan que haya fraude electoral en las próximas elecciones legislativas del 18 de septiembre, en las que el partido del Kremlin, Rusia Unida (RU), busca renovar la mayoría absoluta.
En total, un 23% de los encuestados se mostraron dispuestos a vender su voto (uno de cada cinco), y casi la mitad de ellos vendería su sufragio por tan solo un billete de 5.000 rublos. Y es que las denuncias de fraude en las anteriores elecciones legislativas celebradas en diciembre de 2011 desembocaron en las mayores protestas antigubernamentales en 20 años.
Respecto a las opciones de fraude, la mayoría considera que serán el Gobierno, la propia formación oficialista y las comisiones electorales los que abusen del recurso administrativo. Un 15% sospecha que las autoridades intentarán comprar votos, mientras un 11% cree que será la oposición la que recurra al fraude, según el sondeo. Precisamente, el presidente de Rusia, Vladímir Putin, ha insistido en los últimos meses en la importancia de que las elecciones a la Duma o cámara de diputados sean legítimas y no generen dudas entre la ciudadanía.
Un 15% sospecha que las autoridades intentarán comprar votos, mientras un 11% cree que será la oposición la que recurra al fraude, según el sondeo
La campaña de las elecciones parlamentarias rusas arrancó el sábado en un ambiente de apatía que favorece al partido del Kremlin, que cuenta con una intención del voto del 44 %, los índices más bajos de su historia. Hasta ahora, la campaña se había reducido a las interminables giras de los líderes de las diferentes formaciones por el territorio de este vasto país, pero a partir de hoy comenzarán los debates televisivos. Para evitar suspicacias, Putin sustituyó al jefe de la Comisión Electoral Central, Vladímir Chúrov, muy criticado por la oposición hace cinco años, y en su lugar nombró a Ella Panfílova, la antaño Defensora del Pueblo.
Los analistas consideran que la máquina de propaganda del Kremlin está haciendo todo lo posible para acallar la campaña, ya que les conviene una participación lo más baja posible. Ese fue el motivo por el que, pese a las protestas comunistas, el Gobierno adelantó las elecciones de diciembre a septiembre, mes en el que mucha gente aún descansa en la dacha (casa de campo) y, muy probablemente, se abstendrá de acudir a las urnas.
Por el momento, según Levada, la estrategia ha dado resultado, ya que menos de la mitad de los rusos tienen intención de votar, a lo que contribuye la total ausencia de carteles electorales en las calles. A diferencia de otras ocasiones, las elecciones presidenciales no se celebrarán tres meses después de las parlamentarias, sino en 2018, aunque cada vez son más intensos los rumores de que Putin las adelantará a 2017.