Suiza: pacífica, rica y envidiada. Tercera renta per cápita del mundo. Ni una guerra desde 1848. Sede de empresas como Winterthur, Nestlé, UBS, Novartis y Adecco, así como de numerosos organismos internacionales. Moneda propia y sólida. Asilo de millonarios huidos, como March Rich hasta que compró su indulto a Bill Clinton.
Este paraíso de40.000 kilómetroscuadrados y ocho millones de habitantes, al que no le faltan ni playas pese a estar en los Alpes, puede dejar de serlo el domingo para los ejecutivos de grandes empresas, tanto nacionales como extranjeras, por ejemplo la rusa Gazprom, para la que trabaja el ex canciller alemán socialdemócrata Gerhard Schröder.
El 24 de noviembre los ciudadanos suizos votarán una propuesta para limitar las retribuciones de los más altos directivos: el mayor salario en una empresa sólo podrá multiplicar por doce el más bajo que se pague en ella. Se le llama la iniciativa 1:12 y mucha gente muestra su apoyo a ella colgando en los balcones de sus casas telas con esos números. Sin embargo, las últimas encuestas daban la victoria al no debido a la implicación del Gobierno y el Parlamento federales en la campaña.
Riesgo de perder un 90% de la retribución
Según la federación suiza de sindicatos, los sueldos del 1% de la población que más gana en Suiza subieron 39% entre 1996 y 2010. Por el contrario, los asalariados de los niveles medios y bajos recibieron incrementos de entre 6% y 9%. Los consejeros delegados de las blue-chips suizas ingresan de media unos 6,4 millones de francos (5,2 millones de euros) anuales y los trabajadores por cuenta ajena de retribuciones más bajas cobran en torno a 4.000 francos (casi 3.300 euros) mensuales, por lo que los primeros podrían perder el 90% de sus retribuciones.
Algunos de los ejecutivos afectados (se calcula que son unos 4.400) sostienen que la aprobación de la propuesta puede reducir la recaudación de la hacienda federal y, también, causar la marcha de empresas, junto con sus empleados, del país. El Gobierno federal y las organizaciones empresariales se oponen a la iniciativa, que sólo cuenta con el respaldo de los socialistas y un partido ecologista.
David Roth, presidente de la juventud demócrata social y promotor del referéndum, replicó que en su opinión las empresas se hallan en Suiza no porque puedan pagar sueldos altos a los directivos, por lo que no cree que se vayan del país de aprobarse la iniciativa. Roth añade que los problemas en las empresas los causan precisamente los empleados mejor pagados, y pone el ejemplo de UBS: el banco perdió 2.500 millones de francos suizos en 2012, pero desembolsó la misma cantidad en bonus y primas.
La discusión creció cuando se supo hace unos meses que el presidente de la farmacéutica Novartis, Daniel Vasella, iba a recibir 72 millones de francos suizos como indemnización después de su retirada. El escándalo fue tal que Vasella renunció a ella.
Suiza es, junto con Estados Unidos, uno de los países donde la población más recurre a los referendos para organizar la sociedad o limitar el poder de los Gobiernos. Las leyes federales suizas exigen un mínimo de 100.000 firmas de ciudadanos para que una iniciativa se decida en una consulta.
En marzo pasado, el pueblo suizo aprobó una iniciativa planteada por un pequeño empresario, Thomas Zinder, que obliga a que sean las juntas de accionistas las que fijen las retribuciones de los directivos. La patronal y varios partidos hicieron campaña en contra, pero apoyaron el sí 1,7 millones de suizos frente a 760.000 que votaron no.
Otra iniciativa que saldrá a votación popular próximamente será la de otorgar a todos los ciudadanos suizos 2.500 francos suizos (unos 2.000 euros) mensuales como renta mínima. En octubre, los promotores entregaron en el Parlamento federal las firmas que habían recogido.
¿Conservadores?, ¿revolucionarios?, ¿o sensatos?
¿Es que se han convertido los suizos a las nuevas teorías marxistas sobre el agotamiento del capitalismo que circulan entre la izquierda desencantada? A la vista de los resultados de los últimos referendos sostener que estamos ante una especie de guerra de clases, como ha titulado el Wall Street Journal, es un simplismo.
Los suizos han rechazado la abolición del servicio militar obligatorio (con un 73% de los votos a favor de su mantenimiento), la prohibición de fumar en restaurantes y bares y el aumento de las vacaciones pagadas en dos semanas, han prohibido la construcción de minaretes en las mezquitas y han endurecido su ley de asilo.
Estos pronunciamientos aparentemente conservadores conviven con otros considerados progresistas, lo que prueba que los pueblos europeos suelen ser más impredecibles que los que sostienen sus gobernantes.
Cabe deducir que los suizos están haciendo la primera rebelión (pacífica y democrática) ciudadana contra los comportamientos de los directivos de las grandes empresas, que se fijan descomunales salarios, bonus y pensiones, incluso en estos años de quiebras e inyecciones de capital público, y los cobran aunque su gestión haya sido el motivo del un desastre. En España tenemos los ejemplos de los principales ejecutivos y consejeros de las numerosas cajas de ahorros intervenidas por el Estado. Sólo José Luis Pego y José Luis Méndez, ambos de NovaCaixaGalicia, percibieron entre los dos 35 millones de euros.
Los españoles entrampados en preferentes tienen que manifestarse delante de las oficinas bancarias donde se las vendieron para conseguir una reparación. Los suizos votan leyes.