Hay en Bakhmut un cadáver que mira al cielo como pidiendo entrar. Es el punto más peligroso de la guerra, y la ferocidad de los combates es tal que llaman a este enclave “la picadora de carne” del Donbás. Quizás por eso, o porque la muerte huele menos bajo cero, no es fácil reparar en los ojos azules y abiertos que brillan en el interior de una bolsa a las afueras de la ciudad.
Tampoco es sencillo descubrir que, más allá del silbido y la explosión de proyectiles, hay drones ocultos a 300 metros de altitud. Vigilan cada avenida y muestran en tiempo real el estado de calles que llevan siete meses de asalto y destrucción.
Bakhmut repele ataques rusos desde mayo, en especial del grupo paramilitar Wagner. Una embestida sin cuartel –ni lógica estratégica- que la ha convertido en el principal escenario del conflicto. Según el presidente ucraniano, “el más caliente” de los 1.300 kilómetros de frente. Aun así, Volodimir Zelenski no dudó en visitarlo esta semana, antes de salir por primera vez del país. Su destino: el Congreso de Estados Unidos, en el que se juega media guerra. La otra mitad se disputa en el cielo del Donbás.
“La guerra ahora es mucho más difícil. Te pueden ver a cientos de metros y pum…”, asegura un oficial de la 60ª Brigada de Infantería. Su apodo de guerra es Nube, el mismo lugar en el que sus hombres esconden las aeronaves que le sirven para indicar coordenadas y acribillar al enemigo con morteros.
"Nosotros podemos lanzar entre 30 y 60 al día", explica Nemo, compañero de la misma brigada. Recién llegados a Bakhmut, el sofá de una casa abandonada se ha convertido en el centro de mando de su unidad. Desde allí inspeccionan cada punto de la urbe. Especialmente, unas trincheras que fueron ucranianas hasta hace poco (ocupadas ahora por las tropas del Kremlin) y que descansan junto a la primera línea de edificios, en el flanco este, a tan solo 15 metros de las suyas. Una distancia que les permite escucharse y gritar, aunque quizás no sepan lo vigilados que están.
“Si son menos de tres, no merece la pena. Antes de disparar, esperamos a que sean más de diez”, confiesa Nemo
“Si son menos de tres, no merece la pena. Antes de disparar, esperamos a que sean más de diez”, confiesa Nemo escudriñando la imagen, a veces congelada, del dron DJI Mavic 3. Lo dice prestando atención al extraño movimiento de un ruso que se asoma a fumar. Poco tardan en contarse una decena de cabezas que avanzan agachadas, y en fila india, con rapidez. “Pero, ¿qué hacen?”, exclaman en la habitación. Hay gritos y suenan las radios. El sonido de salida de proyectiles lanzados desde posiciones ucranianas dirige las miradas al televisor. Los rusos corren en dirección a los bloques de apartamentos agujereados por la artillería, el terreno tiene tantos cráteres que parece un queso de Gruyere.
Una ciudad hecha frente
Tras conquistar Severodonetsk y Lysychansk a las puertas del verano, las hordas de la Z incrementaron el asedio sobre Bakhmut. Apenas quedan edificios sin heridas y, de los cerca de 70.000 habitantes que tenía la ciudad, permanecen menos de 10.000.
“Tengo muchas preguntas para Zelenski. ¿Por qué les han permitido avanzar hasta aquí?”, grita un señor desde la acera. Son demasiados meses sin luz ni calefacción y, ahora, hasta los conductos de agua están congelados.
“Hemos pensado 250 veces en marcharnos, pero, ¿a dónde vamos a ir?”, se preguntan Halyna y Bogdan. “Como no tenemos madera, recogemos ramas de los árboles para encender el fuego”, cuenta él, agachándose para meter un par palos en el carrito que empuja su mujer.
El ejército les ha pedido que se alejen de su casa, cercana a la primera línea. El termómetro del interior no supera los tres grados. Medio ciegos, caminan por el centro de una avenida por la que conducen blindados y algún coche de prensa. La artillería enemiga no deja de percutir la ciudad.
Y, a pesar de que las tropas de refresco han llegado, nadie sabe cuál será el resultado de la contienda. Hace diez días se temió lo peor. La operación para la rotación de tropas en el frente fracasó y los rusos avanzaron. Información no oficial, pero confirmada a pie de calle: en Bakhmut hay nuevos uniformados ucranianos preguntando dónde conseguir internet y conexión.
Sin embargo, la situación parece haberse estabilizado, aunque persiste la estrategia del martillo que aspira a tomar la localidad a cualquier precio. Una disputa por la arteria que articula la región de Donetsk, y que Rusia necesita para conquistar el resto del Donbás. Pero es, sobre todo, un trampolín para el líder de los mercenarios de Wagner, Yevgeny V. Prigozhin, en la lucha de poder interna de Moscú.
Heridas de un país dividido
Sorprendido por lo cerca que ha caído el proyectil, Vladimir pide pasar al patio trasero de su casa. La suya es la única de toda la manzana sin impactos de metralla. “Todavía creo en el ser humano”, afirma este hombre que no huye de Bakhmut para cuidar de sus padres. Viven en el sótano y, a diferencia de muchos de sus vecinos, tiene generador. Durante la conversación, otros tres proyectiles impactan en los edificios colindantes. Él no se inmuta.
“El mal nació en 2014 y ahora ha crecido. En Occidente deberían haber intuido que esto iba a ocurrir. Rusia entiende que está luchando de nuevo contra los fascistas”, expone con cierta ambigüedad.
—¿Y tú qué opinas?
—Creo que Rusia está en guerra con aquellos que apoyaron a Stepán Bandera (figura controvertida del nacionalismo ucraniano) y lucharon en el lado fascista –contesta Vladimir, recordando que ha pedido no tomar imágenes de su cara.
No es común escuchar en ciudades del frente a un prorruso, aunque tenga más miedo de las cámaras que de los bombardeos. Nacido en la URSS, reafirma su opinión bajo el fuego de un país que dice defenderle apilando muertos en cada esquina.
Mientras registra la identidad de un nuevo fallecido, Andriy, militar desde el inicio de la invasión, quita importancia a sus palabras y prefiere no pensar en la paradoja que supone jugarse la vida en un enclave en el que muchos les ven como el enemigo. “Nosotros peleamos por nuestras familias y nuestro país, pero también para que cualquier ucraniano se sienta seguro en su tierra”.
La guerra en Bakhmut se alarga. El tiempo revela que las brechas no están solo en el campo de batalla.