Entre 1873 y 1934, dos millones de europeos surcaron el Atlántico en un barco de la Red Star Line para buscar un futuro mejor en Estados Unidos. Antes de cruzar el océano, todos ellos tuvieron que pasar por las instalaciones de la compañía en el puerto de Amberes, donde los días se podían hacer interminables hasta reunir los permisos necesarios para ser aceptados en la neoyorquina Ellis Island, fin de la travesía marítima y comienzo a la vez de otra vital.
De los cuatro edificios que componen el nuevo complejo, tres son almacenes de ladrillo rojo que la naviera levantó a lo largo de seis décadas.
Aquellas inquietudes e ilusiones se palpan en las paredes del museo abierto en septiembre de 2013 para rendirles tributo. De los cuatro edificios que componen el nuevo complejo, tres son almacenes de ladrillo rojo que la naviera levantó para dar servicio a sus pasajeros a lo largo de seis décadas. Como única adición actual, una estilizada torre que con su forma de proa parece querer empezar su propio viaje surcando el Escalda. El espacio que ocupa ahora la torre llena el que dejó la antigua chimenea que los desorientados emigrantes tomaban como referencia en el camino desde la ciudad hasta las naves, ubicadas en la margen derecha del río, al norte del centro histórico.
Estas edificaciones portuarias forman parte de la historia que mantiene viva el Red Star Line Museum, pero nada queda aquí de aquellas duras condiciones que vivían los emigrantes. El visitante cree convertirse en el último eslabón de una gran cadena al encontrar ante sí un espacio bien organizado en el que se analizan las migraciones como acontecimiento definitorio que ha marcado el devenir humano civilización tras civilización.
Un emigrante llamado Albert Einstein
El Red Star Line Museum sigue paso a paso las huellas dejadas por los emigrantes que pasaron por allí desde finales del siglo XIX hasta el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Están las de los más conocidos -Albert Einstein, Golda Meir o Irving Berlin, por ejemplo-, pero también las de anónimos como Irène Bobelijn o la familia Hutlet. Diferentes en origen e inquietudes, todos experimentaron las alegrías y decepciones de todo emigrante. Cartas, periódicos, fotos y otros documentos personales ilustran estas vivencias, dando forma a una vibrante narración de inquietudes y anhelos comunes a cualquier persona.
La visita al Red Star Line Museum invita a descubrir una zona de Amberes hasta ahora relegada de los circuitos turísticos.
El museo no se acaba en cada una de estas tramas personales. Al llegar al final de la exhibición el visitante se encuentra con cuatro pantallas que dan acceso al almacén digital, una interesante iniciativa que convierte la emigración en algo absolutamente personal. Con una base de datos con información de más de 100.000 emigrantes belgas y adiciones de otros repositorios internacionales de la época aquí es posible reconstruir una a una las historias personales de aquellas personas e incluso encontrar, quizás, a aquel familiar que llegó hasta aquí buscando fortuna y un mejor porvenir para los suyos.
La visita al Red Star Line Museum es también una invitación a descubrir una zona de Amberes tradicionalmente relegada de los circuitos turísticos. Aunque el área de los diques de Het Eilandje (‘la islita’ en neerlandés) es la parte más antigua del puerto amberino, las expansiones con nuevos muelles la dejaron sin uso. A finales de los años 80 algunos almacenes empezaron a ser usados como viviendas y desde comienzos de la pasada década el ayuntamiento desarrolla planes de rehabilitación de muchas de las instalaciones portuarias, reconvirtiéndolas con nuevos usos culturales. Muy cerca del Red Line Museum se ubica, por ejemplo, la sede del Ballet Real de Flandes.
AMBERES, ciudad de museos
Esta ciudad de Flandes cuenta con una variada oferta museística:
MAS (Museum Aan der Stroom): con una arquitectura inspirada en los antiguos almacenes portuarios, este espectacular edificio cuenta el pasado, el presente y el futuro de la ciudad y del mundo al reunir las colecciones del Museo Etnográfico, el Museo Marino o el Museo del Folclore. Vale la pena subir a la azotea a través de sus escaleras mecánicas para contemplar toda la ciudad desde las alturas.
Rubenshuis: si hay algo de lo que se sienten orgullosos los antuerpienses es de la escuela flamenca de pintura que durante tanto tiempo marcó el devenir de las artes plásticas. A pesar de haber nacido en Alemania, Peter Paul Rubens es uno de sus máximos representantes y en pleno centro histórico es posible visitar la vivienda donde pasó casi 30 años de su vida pintando algunos de los cuadros más significativos de la historia del arte universal. A lo largo del recorrido el visitante puede contemplar tanto las estancias privadas como la zona de taller en la que se formaron artistas como Van Dyck.
Middelheim Museum: no sólo es un espectacular parque de 12 hectáreas al sureste de la ciudad, también es uno de los mejores museos de escultura al aire libre de todo el planeta con más de 1.300 obras que representan la evolución de la escultura en los siglos XX y XXI desde Henry Moore a Juan Muñoz. Entre las últimas incorporaciones, obras de Dan Graham o Ai Weiwei. Pasear sin rumbo por sus praderas y bosques no sólo es un placer, sino casi una obligación.
Modemuseum: el comercio portuario hizo históricamente de Amberes un centro del comercio textil pero además, en las últimas décadas la ciudad se ha convertido por derecho propio en referente mundial de la moda de vanguardia con un estilo propio y rompedor. La moda se toma aquí en serio y escuelas superiores como Artesis forman a jóvenes diseñadores de todo el mundo. Los ‘Seis de Amberes’, entre los que se encuentran Dirk Bikkembergs o Dries van Noten, estudiaron en ella y ocupan un lugar especial en este museo que incluye tanto creaciones antiguas como contemporáneas.