Si nos hablan de Miami, para la mayoría de nosotros es la ciudad donde Don Johnson perseguía a traficantes de drogas y rateros conduciendo su Ferrari Testarossa blanco, en la inolvidable Corrupcion en Miami. Y en parte, sigue siendo así. Un lugar donde los “micro” shorts (porque el mini es demasiado largo en Miami), los tank tops neón, las chanclas, los descapotables en colores imposibles, los neones y Gloria Estefan todavía son considerados patrimonio cultural. Sin embargo, en los últimos años ha experimentado una notable mejoría gracias a ferias de arte internacionales y al desembarco de las grandes de marcas de lujo. Además, su distrito financiero se ha convertido en uno de los más importantes del mundo, por ser la puerta de entrada de las fortunas latinoamericanas en EEUU.
En Miami Beach, reserva en el James Royal Palm o el Hotel Victor.
Si vas buscando el Miami típico, no te preocupes: lo vas a encontrar sin esforzarte demasiado. Si solo se está un par de noches en la ciudad, lo más recomendable es alquilar un coche en el aeropuerto (olvídate del transporte público si no quieres que alguien te miccione en los zapatos) y reservar hotel en Miami Beach. Una buena recomendación es el James Royal Palm o el Hotel Victor. Ambos disfrutan de una excelente localización en South Beach, en pleno barrio Art Decó, con impresionantes vistas al océano y muy cerca de The Webster en Collins Avenue, un must para aquellos que sean amantes del diseño y la moda. Se trata de una concept store de referencia y aunque no nos dé el bolsillo para hacernos con algún capricho, vale la pena visitarlo: es uno de los edificios más bonitos de la zona y su terraza resulta más que recomendable. De ahí, puedes pasarte al diner que hay enfrente y hace esquina con la 17th para disfrutar de una cheseeburger de las de verdad.
Para cenar, el marisco favorito de Al Capone
Como ya estamos en el barrio, y después de pasar la mañana en la playa y en la piscina tomando un smoothie o dos, no hay que dejar de pasarse por el Wolfsonian Museum, que nos acerca al espíritu Art Decó de la zona y a los orígenes de esta ciudad que pasó de ser una cienaga a capital de la industria musical Americana. De camino puedes tomarte una foto en la puerta de la Mansión de Gianni Versace en Ocean Drive, donde fue asesinado allá por 1997, y hacer paradas por las tiendas de souvenirs. Para cenar hay que ir sin falta a toda una institución en la ciudad, Joe’s Stone Crab, donde se sirve el mejor marisco de la ciudad (los tomates verdes fritos y las pinzas de cangrejo con mantequilla caliente son im-pres-cin-di-bles). Además, fue el restaurante fetiche de Frank Sinatra, de Al Capone y de otros miembros de la cosa nostra en tiempos donde la mafia venía a Miami para relajarse del trajín del contrabando.
Art Basel eligió el Miami Design District como su segunda sede.
Porque no todo en Miami iba a ser sol, playa y copas al ritmo del beat latino del perreo de Pitbull. Al día siguiente, si cuando sales del hotel te sientes excesivamente bien vestido y tapado, lo mejor es que pases el día en el Miami Design District. Esta zona de la ciudad que vivido una notable mejoría gracias a los 312 millones de dólares empleados para su renovación y puesta en escena en los últimos dos años. En este tiempo ha logrado convertirse en un referente para el turismo de alto nivel e inversión inmobiliaria. Desde que Art Basel eligió como segunda sede esta zona de Miami, es el lugar en el que artistas, coleccionistas y patrocinadores revolotean, entre arte y diseño por el día y champagne y gin tonics por la noche, con el resto de los mortales.
Arte en almacenes
Los denostados hipsters (a.k.a. modernos) se han encargado de revalorizar una zona urbana poco recomendable y convertirla en el nuevo barrio donde dejarse ver. Con sitios como The Wynwood Walls, que está en el Wynwood Art District. En este antiguo almacén situado en NW Second Avenue graffiti, gastronomía y música van de la mano. Y si realmente te gusta el arte contemporáneo no dejes de visitar el PAMM (Pérez Art Museum Miami) con una excelente y nada convencional programación. Luego puedes pasear por la 40th Street y terminar cenando en el pequeño y coqueto Mandolin. Asegurate de reservar mesa en su bonita y animada pero intima terraza y como hizo conmigo un muy buen amigo, te recomiendo que pidas una jarra de sangría blanca con manzana verde. Para terminar la noche, el Bardot, con música en directo y uno de los pocos sitios donde está permitido fumar en el interior.
Estimulaciones millonarias, hipsters y niños bien y muy ricos latinoamericanos y europeos han sabido revitalizar la ciudad, que poco a poco se va alejando de la idea del Miami hortera de Alejandro Sanz, Thalía o Shakira, de la cansina comunidad anticastrista cubana y del bling bling con lycra y lentejuela. Aunque el Miami frívolo, corrupto, de las chicas excesivamente broceadas patinando en bikini entre cocoteros y los Ferrari blancos descapotables siguen teniendo su lugar destacado en las calles… porque en el fondo esto aún sigue siendo como el videoclip “Welcome to Miami” de Will Smith.