El chaleco antibalas de Castle
¿Quién no ha soñado con tener su propio chaleco antibalas personalizado? Si eres un escritor de best sellers, además, puedes permitirte uno a medida y con el rótulo que te dé la gana, como Richard Castle (Nathan Fillon).
El poncho 'recuerdo de Guadalajara' de Betty
Puede que no hayas visto la versión americana de Betty la fea, pero seguro, seguro, seguro que tienes grabada en la retina la imagen de Betty Suárez (America Ferrera) entrando en la redacción de Mode con su poncho rojo de Guadalajara. La prenda dio tanto juego que en un capítulo incluso aparece con él Marc (Michael Urie), el secretario 'maricamala' de la malísima Wilhelmina Slater (Vanessa Williams).
La camiseta de Linterna Verde de Sheldon Cooper
Las tiendas frikis por fin han podido dar salida a todo el stock de camisetas de Linterna Verde que tenían cogiendo polvo en el almacén. El repentino éxito no se lo deben precisamente a Ryan Reynolds, sino más bien a Jim Parsons, el actor que encarna al físico Sheldon Cooper en The Big Bang Theory.
El chándal de Sue Sylvester
Un buen día, Jane Lynch se puso un chándal Adidas, se convirtió en la entrenadora gritona Sue Sylvester y desde entonces ya no podemos hacernos a la idea de verla vestida de otra manera. Es sólo uno de los muchos efectos secundarios que ha tenido la ñoña serie musical adolescente Glee.
El sombrero de J.R. Ewing
¿Alguien llegó a ver alguna vez a Larry Hagman sin sombrero? Yo no, y si lo he visto no lo recuerdo. El actor tejano, conocido por su papel de J.R. Ewing en Dallas -tanto en la serie original como en la secuela que se sacaron de la manga hace no mucho-, nos ha dejado recuerdos que no se pueden separar de la historia de la televisión, porque de hecho son historia de la televisión, desde su famoso sombrero hasta el cliffhanger más grande de todos los tiempos: “¿Quién disparó a J.R.?”.
Y, por supuesto, la gabardina de Colombo
La prenda por excelencia de la historia de la televisión es la gabardina cochambrosa que lucía (por decir algo) Peter Falk en Colombo. Desde entonces, cualquier detective que se precie ha de tener la suya propia para que podamos identificarlo como tal.