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‘Gran Hermano 16’: ¿a quién quieres engañar, Mercedes Milá?

Dieciséis ediciones como dieciséis soles. El estreno de una nueva temporada de Gran Hermano todavía consigue convertirse en un fenómeno televisivo, al menos, en las redes sociales. Cuatro largas horas de gala que despiertan al guionista que todos llevamos dentro, al crítico feroz y al líder de opinión. ¿Se lo perdieron? No se preocupen, en Marabilias estamos a su servicio. Esto es lo que vimos y, sobre todo, lo que sufrimos.

Vamos a suponer que hemos evolucionado un poco durante los últimos años. Partamos de la base que ya nadie cree que ver Gran Hermano es un insulto a la cultura o que es incompatible con leer libros o acudir a teatros. Pensemos que un ser humano tiene muchas facetas y es capaz de entregarse con los brazos abiertos al espectáculo televisivo desde la comodidad de su sofá y de debatir con propiedad sobre literatura española casi sin despeinarse. Ese es el punto de partida en el que nos situamos para analizar el arranque de la última edición del programa insignia de Telecinco. Si vienen con prejuicios, déjenselos en el cajón. Se sentirán más ligeros y podrán entender todo lo que les vamos a contar con inteligencia y sentido del humor. El mirar por encima del hombro está ya muy pasado. Ténganlo en cuenta.

Con el móvil en la mano y la app de twitter abierta nos enfrentamos anoche a la decimosexta gala de apertura de la casa de Guadalix de la Sierra. Y sí, vamos a decirlo: tuvimos miedo. Nada ha sido igual desde el vídeo de presentación de Inma Contreras. Cuatro largas horas de sorpresas supuestamente interesantes, efectos especiales sin ninguna gracia y un hilo conductor delirante nos han acompañado durante las últimas ediciones del concurso y nada nos hacía presagiar que esta vez iba a ser diferente. En la pantalla, una Mercedes Milá con el pelo corto y sin teñir se metía en un baile coreografiado con jugadores de rugby, cebras, un autobús y treinta aspirantes a tronistas moviéndose como si les persiguiera el demonio. Mal comienzo, mala espina. Y eso que veníamos preparados para lo peor.

Pedidas de mano y la ‘selección catalana’

Gran Hermano 16 prometía un sinfín de secretos capaz de mantenernos pegados a la pantalla hasta bien entrada la madrugada. Un reto nada desdeñable tras el estrepitoso fracaso de Pasaporte a la isla, el último reality de la cadena, que no convenció ni a los familiares de los concursantes. ¿Sería suficiente la presencia de la Milá para salvar el papelón? Por intentarlo que no quede. Comienza la gala y aparece la presentadora con los zapatos en la mano. De nuevo, escalofríos recorriendo nuestra espalda. ¿Esto es lo que nos espera? Tras unos minutos de confusión y poca lectura de guion -¿no habían ensayado antes?-, aparecen los dos primeros concursantes de la edición. Son pareja, tienen un perro y su secreto será que no pueden decir a nadie que se conocen -lo hemos visto mil veces-, y por si no queríamos caldo, una boda improvisada de por medio. Ningún programa de Mediaset sin su pedida de mano. Si en Cámbiame Premium no funciona, ¿por qué creen que aquí sí?

Los concursantes deben guardar varios secretos si no quieren perder una parte importante del premio.

Ni a la chica le hizo mucha ilusión, ni a su novio tampoco. Y eso que les casó el mismo 'juez' que hizo los míticos juicios de GH VIP. De hecho, tan poca atención prestaron que ninguno de los dos entendió que tan solo habían firmado una promesa de matrimonio -“tendremos que hacer otra con la familia”, decían los pobres ilusos-. Vamos, papel mojado en toda regla. Menos mal que el nivel iba a ir evolucionando con la llegada de nuevos habitantes. Tras la pareja, aparecieron una madre y una hija venidas de Pamplona -destacable la presencia de catalanes en el concurso, algo poco habitual entre la marea de valencianos, canarios y andaluces- que tenían que fingir que no se conocían y, como remate, a la madre le encasquetaron otro hijo postizo del que estuvo colgada toda la gala y al que presentó como si realmente le hubiese parido -aunque más parece que lo que quiere hacer con él es concebir-. Todos deben guardar estos secretos con recelo si no quieren perder una parte importante del premio.

Han, estrella de la edición

El elenco lo completaron una madre con un bebé, al que nunca vimos y que se llevaron para tenerlo en una sala contigua con una niñera -es tan marciano que no podemos comentar nada más-, una equilibrista de circo, un atractivo empleado de fast food, una fisioterapeuta, una aspirante a modelo de tercera, una choni estudiante de Derecho muy preocupada porque no la juzguen por su aspecto, un vasco que dice no ver la televisión y no tener internet -como si eso fuese posible-, un sosainas que no sabemos ni cómo se llama y la estrella de la edición, Han, el chino que debe fingir que solo habla chino y al que ya pillaron a los cinco minutos de estar en la casa. Ah, y un concursante 'invisible' del que no conocemos nada y, la verdad, tampoco tenemos muchas ganas de hacerlo.

Ni los secretos durarán más allá de la primera fiesta -con alcohol- que se organice, ni realmente van a aportar nada a la trama. Un esfuerzo innecesario en cada edición que tan solo sirve para despistarnos en nuestro objetivo: ver qué vídeo de presentación es el más bizarro. Y sí, ganó el del chino por goleada -con polémica incluida pues muchos usuarios de redes sociales no comprendieron que lo de 'hablar solo chino' era el secreto del pobre y sufrido concursante hasta que tuvo que reconocerlo Mercedes Milá-. Después de quince ediciones, el público sabe a lo que va y no necesita muchos alicientes para quedarse trasnochando. Con no aburrirle sería más que suficiente. Algo que, por otra parte, no han conseguido en la mayoría de las primeras galas -seguro que los ghliebers están pensando lo contrario-.

La maquinaria de GH funciona tan bien que conseguirán una trama de la que nadie quiera perderse nada.

Más difícil de tragar nos resultó un desafortunado comentario de la presentadora, tal vez demasiado atenta a las instrucciones de la dirección que a lo que estaba diciendo, cuando se sorprendió al saber que Han, además de chino, era gay -cosa clarísima en su vídeo de presentación- y le calificó de “pobrecito”. Pobrecitos somos los que tenemos que ver como las autoridades permanecen inmutables a las agresiones homófobas que se producen casi cada fin de semana en nuestro país, no este chico que habla con naturalidad de su orientación sexual gracias a la evolución de la sociedad. Confiaremos en que un lapsus lo tiene cualquiera, pero claro, qué lapsus... Por gestos más leves que este han expulsado a concursantes de la casa. Mercedes, toma nota.

Ahora la cuestión es: ¿conseguirá revalidar el éxito después de tantas ediciones o el público se dedicará a otros menesteres, ya aburrido de ver siempre lo mismo? Nos decantaríamos por la segunda opción si no supiésemos que la maquinaria de Gran Hermano funciona tan bien que conseguirán una trama de la que nadie quiera perderse nada. El año pasado lo lograron con el triángulo amoroso Omar-Lucía-Paula y el casting de este año promete ser mucho más interesante. Y si no, siempre pueden recurrir a Belén Esteban para salvarles del fracaso. Aunque claro, igual tiene que pasarse por Cámbiame Premium primero, que aquello sí es un drama y no lo de la casa de Guadalix. Como Tu cara me suena le arrebate la noche al Deluxe el próximo viernes, en Telecinco van a rodar cabezas... Puede que literalmente.  

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