Afirma la teoría de los universos paralelos que, en otra dimensión, Carles Puigdemont nunca ha pisado suelo belga, usted nunca ha leído esta frase y yo soy el rey de Portugal. Cataluña vive desde hace ocho días entre dos universos alternativos que están conectados por un hilo muy fino. En el primero, habitan los consitucionalistas, que se congratulan de haber devuelto el orden -que no la normalidad- a esta comunidad autónoma tras la aplicación del artículo 155. En el otro, residen los independentistas, quienes rechazan el cese del Govern y se esfuerzan por mantener con vida la república proclamada hace una semana. Visto este absurdo binomio, la radio-televisión autonómica -que PP y PSOE desistieron de controlar- debería haberse encargado de aproximar hacia la realidad a los habitantes de esas dos dimensiones. Lejos de eso, ha permanecido del lado de los soberanistas más exaltados, transmitiendo día y noche los postulados por los que se rige su mundo. Inverosímiles. Cada vez más.
Horas después de que los socialistas y los populares renunciaran a alterar el statu quo de TV3 y Catalunya Ràdio, la televisión pública catalana difundía unas imágenes de Carles Puigdemont acompañadas de un cartel en el que se especificaba que seguía siendo el presidente de esta comunidad autónoma. Fue el mejor ejemplo de lo que ha sucedido durante los últimos días en este canal, en el que se ha definido –de forma más o menos explícita- a Cataluña como un territorio en el que conviven dos legalidades diferentes desde la falsa declaración de la DUI. Por un lado, la que intenta imponer España a través de la sinrazón y el encarcelamiento de inocentes. Por otro, la que está respaldada por los votos que emitieron los catalanes el pasado 1 de octubre. La legítima.
Le debió dar rabia a los tertulianos de esta televisión que Carles Puigdemont apareciera este jueves en antena como un rey en el exilio, despojado de sus riquezas. Semanas atrás, sus discursos se habían transmitido desde el Palacio de la Generalitat. Siglos de historia, paredes en piedra, amplios portones y un cuadro medieval de Sant Jordi matando a un dragón a su derecha. Hace dos días, realizó su alocución desde su ‘guarida’ bruselense, en lo que parecía ser la habitación de un hotel. Mesilla con lamparilla apantallada, cortina ‘estore’ a la espalda; y pintura abstracta a su lado. Qué largas se hacen las noches fuera de casa.
No habían pasado más de dos minutos desde que finalizara su intervención cuando los contertulios de la mesa de debate de TV3 comenzaron a despotricar por la situación del president y los ‘consellers’ encarcelados. Todos a una. Sin contrapunto. Son represaliados y que nadie se atreva a decir lo contrario.
El lenguaje de las porras
Este viernes por la mañana, Mónica Terribas los definía como "presos políticos" en su programa en la radio pública catalana. “El Govern ha ido a la cárcel por cumplir con su programa electoral que era declaración de independencia”. Unos segundos después, consciente o inconscientemente, aseguraba que el conjunto de la sociedad catalana está en contra de la medida tomada por la juez Carmen Lamela. "La ciudadanía pide la libertad de sus presos políticos en un movimiento masivo, trasversal, civil y persistente".
Un rótulo exhibido unas horas después en la tertulia matinal de TV3 decía lo siguiente: “Clamor en la calle por la liberación de los presos políticos”. Sin comillas. No lo había dicho ningún portavoz del Govern, de Òmnium ni de la ANC. Ni siquiera un contertulio. Era la realidad que trasladaba el productor/realizador del programa a los espectadores.
En los debates de TV3, las opiniones de los constitucionalistas han sido arrinconadas o excluidas desde el inicio del 'procés', al contrario que las de incendiarios como Empar Moliner (pirómana de la Constitución) o Willy Toledo. Este último, como por casualidad, acudió a uno de sus platós hace una semana, poco después de la DUI. Durante la entrevista, aseguró que el Estado sólo entendía el lenguaje “de las porras” y despotricó contra la “ilegítima” Constitución.
"Sería absolutamente legítimo por parte del pueblo español, sobre todo los que vivimos bajo el yugo de la monarquía española, asaltar el Palacio de la Zarzuela”, remató. Toledo no es independentista -a priori- pero su discurso está cargado de fuertes dosis de odio hacia las Instituciones del Estado. Con eso bastaba y sobraba para convertirse en el invitado estrella de la noche del pasado sábado en TV3.
El coste de oportunidad
Decía este articulista hace unos días que, a su juicio, tomar el control de los medios de comunicación públicos catalanes –con el argumento del artículo 155- hubiera sido un error, puesto que el coste político hubiera sido más alto que los beneficios que se hubieran obtenido. Principalmente, porque en sus redacciones existía el propósito de incumplir las órdenes que recibieran de los ‘gestores madrileños’. Y cualquier boicot hubiera tenido una enorme repercusión en la prensa internacional.
Ahora bien, la decisión adoptada por el PP y el PSOE obliga a asumir un alto precio a los constitucionalistas, pues dejará volar libres a los más potentes órganos de difusión del independentismo. Desde el inicio del ‘procés’, han generado un agujero de casi 60 millones de euros en las cuentas de la comunidad autónoma. Pero lo importante no es el balance, sino el propósito, que no es otro que trasladar a decenas de miles de televisores la realidad paralela en la que se mueven los soberanistas.
TV3 cerró octubre con su mejor audiencia en de la última década: 17,5 puntos de cuota de pantalla. Treinta de los cuarenta programas más vistos en Cataluña durante el último mes se han emitido en este canal.
TV3 cerró octubre con su mejor audiencia en de la última década: 17,5 puntos de cuota de pantalla. Treinta de los cuarenta programas más vistos en Cataluña durante el último mes se han emitido en este canal. Cualquier análisis sobre la eclosión del soberanismo que no haga ninguna referencia a esta televisión es erróneo, pues ha sido el más potente altavoz –conectado día y noche- del catalanismo radical. En los últimos 30 días, sus programas informativos han sido fundamentales para difundir esa falacia separatista que asegura que España antepone la represión al diálogo.
Nada parece indicar que antes del 21 de diciembre la cosa vaya a cambiar. El Gobierno no aplicó el artículo 155 en estos medios de comunicación y no se van a separar ni un milímetro de los soberanistas. Vía libre para los periodistas afines. A tenor de los precedentes, tampoco cabe tener una excesiva confianza en que Moncloa sepa encontrar nuevos aliados mediáticos 'en tierra hostil'.
El sectarismo crea monstruos, los medios los engordan y el sensacionalismo los convierte en imprevisibles. Bien se sabe esto en Barcelona (TV3) y en Madrid (TVE). En el universo alternativo de TV3, se venera a una criatura que ha destrozado una buena parte de lo que ha encontrado en su camino. En la semana en la que el Ejecutivo cesó al Govern y se hizo con las riendas de la Generalitat, la televisión pública catalana ha tratado por todos los medios de mantener con vida al leviatán independentista. La ley no tiene cabida en esta realidad paralela.