Medios

Carlotti, los “camisas negras” y los sindicatos indignados de RTVE

El verano es una época traicionera, pues los inmensos días y la escasez de actividad llaman al sopor y a la conversión de las anécdotas en noticias de portada, lo

  • Maurizio Carlotti

El verano es una época traicionera, pues los inmensos días y la escasez de actividad llaman al sopor y a la conversión de las anécdotas en noticias de portada, lo cual resulta insoportable. Este artículo, por cierto, es un ejemplo de lo anteriormente dicho. Ocurre que el señor Maurizio Carlotti, jubilado desde hace unos meses tras un cuarto de siglo de ejecutivo de las televisiones privadas españolas, tuvo esta semana la idea de criticar en sus redes sociales a RTVE. Entre otras cosas, porque le parecía poco menos que un insulto el hecho de que una empresa pública que gasta cada año 400 millones de euros en pagar 6.500 nóminas haya decidido retirar el informativo La 2 Noticias durante el verano por falta de personal técnico.

De paso, planteó una cuestión que tiene bastante sentido en este caso: ¿por qué, en una televisión que debe cumplir una serie de exigencias de servicio público, eliminan un informativo y aquí paz y después gloria? ¿Dónde están los trabajadores que hace un año protestaban en los 'viernes de negro'? A estos últimos se refirió -seguro que con cierta sorna- como los “camisas negras” y ya se pueden imaginar lo que pasó: camisas negras, Musolini... fascismo. La palabra mágica, omnipresente en el discurso de unos cuantos y utilizada como muletilla para sostener el argumento ad hominem que sea necesario en cada momento.

Unas horas después de que la escribiera, la secretaria general de CC.OO. en Radiotelevisión Española, Maite Martín, le dirigió una misiva -de esas cartas que se hacen públicas- en la que le exigió una disculpa por haber comparado a los trabajadores (y trabajadoras) de la televisión pública con las milicias del dictador italiano. De paso, le recordó las “feroces campañas” de despidos masivos que han realizado en su historia Antena 3 y Telecinco. Al contrario que en RTVE, por cierto, donde las salidas son mejor que las permanencias. En 2006, la abandonaron 4.150 personas en un ERE que ha costado 1.700 millones de euros -a los contribuyentes, no a los accionistas- y en el que los sindicatos, el Gobierno socialista y Carmen Caffarel actuaron con tanta responsabilidad que ha habido 'despedidos' que han cobrado una nómina más alta sin pegar un palo al agua, en su casa, que si hubieran seguido en Torrespaña o en Prado del Rey, tal y como denunció el Tribunal de Cuentas.

Miedo a tomar decisiones

Ocurre que los gobiernos han andado siempre con pies de plomo con los sindicatos mayoritarios de RTVE, dado que cualquier medida que fuera contraria a sus intereses podía generar incendios con coste político. Dicho esto, llama la atención que quienes más dicen defender este servicio público no hayan puesto el grito en el cielo porque en una televisión que paga a 3.200 personas que pertenecen al Grupo II de su convenio, correspondiente a los técnicos, no haya empleados de este tipo suficientes en verano para hacer un informativo de media hora. Y dice Carlotti, con razón: quienes criticaron la decisión de Mediaset, una empresa privada, de prescindir del informativo de Cuatro, han guardado un estruendoso silencio con respecto a la supresión veraniega de La 2 Noticias. Y yo añado: ¿hubiera ocurrido lo mismo hace un año, antes del nombramiento de Rosa María Mateo?

No hace mucho, en Torrespaña hubo movilizaciones porque el anterior equipo directivo, encabezado por el zaplanista José Antonio Sánchez, hoy consejero de COPE, por la gracia de Dios, contrató a unos cuantos periodistas procedentes de medios de comunicación de derechas para conformar una “redacción paralela”. Hace unas semanas, la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) reveló que entre el pasado agosto y el 31 de diciembre, es decir, en los primeros meses de Mateo en el cargo, RTVE rubricó 88 contratos. Una parte de ellos -es evidente-, de periodistas. El Consejo de Informativos no dijo ni mu. Puede que la información de los telediarios haya mejorado ostensiblemente en unos meses y por eso calle. O puede que su causa no sea periodística, sino ideológica, y que, como gobiernan los suyos, tenga un obligado voto de silencio.

No consideraría como 'defensores del servicio público' aquellos que se niegan a ver que una plantilla de 6.500 trabajadores -con una edad media de 54 años y en la que hay más mayores de 70 que menores de 30- es excesiva.

No irá muy bien la cosa cuando La 1 registró el pasado junio su peor audiencia de la historia (8,7%) y cuando en julio va camino de superar ese dato. Y los informativos no serán tan cristalinos e interesantes cuando son terceros en cuota de pantalla. O cuando se contrata a un exministro como Máximo Huerta para conducir un programa y apenas si le ven unos cuantos miles de personas. Lo mismo que el concurso que se estrenó hace unos días. O que el programa de José Mota, que logró la semana pasada dobles dígitos de milagro.

Y, desde luego, no consideraría como 'defensores del servicio público' aquellos que se niegan a ver que una plantilla de 6.500 trabajadores -con una edad media de 54 años y en la que hay más mayores de 70 que menores de 30- es excesiva y supone el principal problema para la corporación. Porque cualquier empresa de televisión del mundo que dedique el 43% de su presupuesto a pagar a su personal va a poder gastar muy poco en su parrilla de programación y en sus proyectos de innovación. Y eso le va a restar competitividad poco a poco; y va a provocar una imparable decadencia. Pese a ello, los sindicatos siguen pidiendo una tasa de reposición 1-1, con total irresponsabilidad; y se siguen proclamando como los grandes defensores de este servicio público.

Es evidente que el señor Carlotti calla algunas cosas importantes en sus tuits, que también explican la nefasta situación de RTVE. Entre ellas, que la decisión de eliminar la publicidad de la corporación, tomada por el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero, estuvo influenciada por las presiones de las televisiones privadas. Pero, en esencia, Carlotti tiene razón. Y la pataleta sindical es, sencillamente, improcedente.

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