Se le ha calentado la boca esta mañana a Cayetana Álvarez de Toledo y ha afirmado que La Sexta hace negocio con la erosión de la democracia. No es el primer ataque que recibe la cadena de Atresmedia desde las filas del Partido Popular, pues el propio Mariano Rajoy llegó a expresar su desesperación en público por el constante martilleo que sus noticiarios realizaban sobre casos de corrupción como Gürtel y Púnica. En esta ocasión, el motivo de la discordia ha sido la línea editorial de esta empresa con respecto a Cataluña.
No es ningún secreto a estas alturas que trazar una 'línea' de actuación efectiva con respecto a esta comunidad autónoma, enquistada en su ambiente pre-revolucionario, no resulta especialmente sencillo. De hecho, la propia Álvarez de Toledo debería tenerlo claro a tenor de los resultados que ha logrado allí su partido en las últimas citas electorales; incluidas aquellas en las que ella era cabeza de cartel.
Tampoco puede decirse que el anterior Ejecutivo actuara con maestría al abordar tan acuciante problema territorial, pues no fue capaz de contener la escalada de tensión y les convocaron una "butifarrada" y un referéndum que, por su fondo y por su forma, se convirtió en el mejor altavoz internacional de los independentistas y en el principal argumento para escenificar su victimismo. Por si fuera poco, el cabecilla de todo aquello, Carles Puigdemont, se fugó en el maletero de un automóvil, en un ridículo histórico que merecería la dimisión de cualquier dirigente con dos dedos de frente.
Con sus palabras, Álvarez de Toledo ha contribuido a engordar los argumentos de aquellos que piensan que en España existe un duopolio televisivo que sirve a los intereses de la izquierda radical y de los separatistas
Antonio García Ferreras no ha renunciado a responder a Álvarez de Toledo en su programa de hoy porque -intuyo- en esta polémica sabía que tiene mucho que ganar, al igual que la portavoz de los populares. En su editorial, ha recordado que el PP ha sido condenado por corrupción y que estuvo detrás de las cargas policiales del referéndum del 1 de octubre de 2017 -que afectaron "a mujeres, hombres y niños"-. También ha definido a la representante del partido como "la portavoz del odio".
Con sus palabras, ella ha contribuido a engordar los argumentos de aquellos que piensan que en España existe un duopolio televisivo que sirve a los intereses de la izquierda radical y de los separatistas. Con su respuesta, el periodista podía trasladar a su audiencia el mensaje de que, pese a las presiones, su cadena continuaría contando lo que los políticos no quieren que se sepa. Vaya, el principal reclamo de cualquier producto informativo que pretenda ser influyente.
No merece la pena entrar en el porcentaje de razón que tiene cada uno porque, ciertamente, ambos mensajes tienen un claro trasfondo comercial y, en ese sentido, cada cual ha tratado de arrimar el ascua a su sardina. Ahora bien, sí que conviene reparar en el golpe bajo que García Ferreras le ha asestado a Jaume Roures, con quien en su día navegaba en el mismo barco pero al que actualmente separa una gran distancia. Entre otras cosas, por sus diferentes formas de concebir el conflicto catalán.
Considera Roures -y así lo dijo en una reciente entrevista a Gabriel Rufián; sí, a Rufián- que La Sexta sirve a los intereses del establishment y ha ofrecido una información sesgada e interesada a la hora de abordar el proceso soberanista. Desde Mediapro también han transmitido en los últimos años malestar por algunas decisiones editoriales tomadas por Atresmedia; entre ellas, la de no emitir los documentales que realizaron sobre las cloacas del Ministerio del Interior; y sobre las cargas policiales del 1 de octubre.
Por si no hubiera quedado lo suficientemente claro, hace no mucho que el empresario catalán y sus socios se deshicieron de la última participación accionarial que conservaban en Atresmedia. Cuando le preguntaron al respecto, poco menos que dijo que 'ojalá' hubieran tomado antes esa decisión.
El 'mamoneo' se extiende también al resto de empresas periodísticas, que son capaces de modificar su línea editorial por inflar los acuerdos institucionales con las empresas del Ibex 35 más cuestionadas
Mensajes como el de Álvarez de Toledo apuntan al objetivo equivocado, pues los grandes pecados que han cometido las empresas televisivas de este país han sido consentidos por los sucesivos gobiernos (también del PP), que a través del reparto de licencias de emisión y de decisiones tan controvertidas como la eliminación de la publicidad de RTVE -lo que se repartían entre tres, se lo quedaron dos- contribuyeron a concentrar el sector en muy pocas manos. Cosa peligrosa, pero a la vez tranquilizadora para los Ejecutivos, dado que implica negociar los favores con menos partes.
El 'mamoneo' se extiende también al resto de empresas periodísticas, que son capaces de modificar su línea editorial por inflar los acuerdos institucionales con las empresas del Ibex 35 más cuestionadas; o de prestarse a informar de lo que sucede por debajo de la cintura de las administraciones a cambio de unas migajas de publicidad institucional.
Evidentemente, ni Álvarez de Toledo ni ningún partido señalan eso porque todos participan del mismo juego. Se podría hablar también de la línea editorial de La Sexta -se ha hecho aquí- y la de tantos otros, que ahora pasan el cepillo entre los lectores para poder rentabilizar sus ediciones digitales, tras años navegando entre las aguas del oficialismo, bien condujeran a la playa o arrastraran al país hacia mar adentro. Aquí nadie está libre de pecado.
Ahora bien, si la portavoz del PP pensaba que iba a perjudicar a La Sexta con ese mensaje, creo que se ha equivocado. La respuesta era evidente. Se ha ido por los cerros de Úbeda y ha pecado de demagógica, pero todo era previsible.