Pablo Iglesias no sería un buen equilibrista, pues tiene una especial propensión a caerse del guindo. Este martes, indignado, se quejaba de que los medios hayan concedido más espacio a las paridas que a las propuestas durante estos primeros días de campaña electoral. La queja procede de un político que durante las últimas semanas se ha esforzado mucho más por describir las hazañas acaecidas en ese muladar que dirigió Jorge Fernández Díaz entre 2011 y 2016 que por explicar sus recetas para construir un mejor país. Sea como fuere, tiene razón cuando habla de ese fenómeno, cada vez más común, por el cual todo aquel con acceso a un micrófono o a una cuenta en redes sociales tiene la capacidad de movilizar a la prensa, que se ha acostumbrado a ejercer una función similar a la de esos barrenderos que se pegan al trasero de los caballos en los desfiles para recoger sus excrementos. Con la diferencia de que los periódicos no se desprenden de los residuos, sino que los utilizan como valiosa materia prima.
Las palabras de Iglesias venían a colación de la última perla discursiva emitida por un candidato. En este caso, por Juan José Cortés, un hombre que tuvo la desgracia de perder a una hija a manos de un asesino hace una década, y que ocupa el primer puesto de la lista del PP al Congreso de los Diputados por la provincia de Huelva. No se le conocen más méritos profesionales, salvo el de encabezar una plataforma que pide la prisión permanente revisable, pero con toda probabilidad habrá que tratarle de ‘señoría’ durante los próximos años. El pasado lunes, afirmó: "Pedro Sánchez se sienta a la mesa con asesinos, criminales, violadores y pederastas que va a intentar dejar salir a la calle cuando quite la prisión permanente revisable".
Las declaraciones fueron reproducidas a los pocos minutos por una gran parte de la prensa digital y han sido analizadas largo y tendido este martes en las principales tertulias televisivas. Un reportero preguntaba al tal Cortés hace unas horas si estaba dispuesto a rectificar o matizar sus palabras y aclarar que lo que realmente quiso decir es que Pedro Sánchez rechaza la prisión permanente revisable y, por tanto, eso da pie a que unos cuantos indeseables vuelvan a la calle tras cumplir su condena por delitos de gravedad. Lejos de reconocer su exabrupto, el candidato se ratificaba, en una actitud que es tan impresentable como el oportunismo que ha demostrado en alguna que otra situación reciente, como la que se describe en este enlace.
El caso de Rentería
La metedura de pata de Cortés se producía tan sólo unas horas después de que Pablo Echenique criticara a Ciudadanos por “incendiar la convivencia” y tratar de “rebañar votos de odio” por organizar un acto de campaña en Rentería (Guipúzcoa), donde los candidatos de la formación naranja fueron recibidos el pasado fin de semana con una cacerolada y entre insultos. Desconozco si Ciudadanos pretendía lograr réditos electorales de la previsible e impresentable reacción de la izquierda, pero, aunque así fuera, resulta mucho más grave el hecho de que un partido político no pueda expresarse con libertad en cualquier municipio de España, so pena de sufrir un escrache o recibir un mamporro de un indeseable.
Cabe recordar que los independentistas se manifestaron hace un mes en la plaza de Cibeles madrileña sin mayores problemas. Lo contrario, hubiera sido un síntoma de anormalidad, que es la que se registra cuando los CDR intentan reventar las concentraciones de los partidos constitucionalistas o cuando la policía debe blindar el mitin de una formación política por el peligro a que sea reventado por quienes hace un tiempo miraban para otro lado ante el pistolerismo y actualmente parecen creer sólo en la paz bajo determinadas condiciones. La actitud de Echenique a este respecto resulta execrable y vuelve a demostrar la tendencia de la izquierda radical a ejercer de tonta útil de cualquier movimiento que se ponga la vitola de revolucionario.
Tampoco acierta Casado cuando intenta movilizar votantes acusando a Pedro Sánchez de preferir “las manos manchadas de sangre que las manos blancas”. Del mismo modo, falla Carmen Calvo cuando se adhiere al feminismo más revanchista para aglutinar voto femenino con mensajes pancarteros e impresentables.
Los excrementos en los medios
Los golpes bajos y los dosieres incómodos han sido habituales durante las campañas electorales, aquí y en las antípodas. Sin embargo, resulta difícil encontrar otro momento en el que los medios se hayan mostrado dispuestos a conceder tanto espacio a las majaderías de campaña. La batalla por la audiencia –que genera más dolores de cabeza que beneficios- ha hecho más fácil la subsistencia de quienes basan su acción política en el titular fácil y el chascarrillo, dado que los medios saben que obtendrán mejores resultados con esos ingredientes que con las propuestas para el país, el análisis y el debate sereno.
Con estos ingredientes, y con este amarillismo ramplón que tanta fuerza ha ganado en este sector, escuálido desde el punto de vista económico y ético, la campaña tiene pinta de que será más insoportable y menos elegante a cada día que pase. Convendría establecer ciertos filtros para evitar alimentar a los profesionales del dislate, pero no ocurrirá, dado que las empresas mediáticas se han mostrado dispuestas a vender su alma por una décima de audiencia o un puñado de clics. Por eso, la idiotez no se minimiza, sino que se convierte en un Vietnam. Y así estamos, cada día, con una nueva guerra, más innecesaria que la anterior. Y, mientras tanto, España, al borde de un ataque de nervios.