La vida se ha convertido en una horrible experiencia multi-pantalla. No teníamos suficiente con intentar entender la realidad que decidimos acompañarla de universos virtuales en los que se reproducen con una asquerosa exactitud nuestras peores taras. El odio es como el azúcar: estimula en su justa medida, pero destroza si se consume en cantidades industriales. Por eso no es una buena idea el dedicar una parte del día a ratificar las fobias en redes sociales tan tóxicas como Twitter.
Quienes sigan convencidos de la existencia de héroes -con todo lo que hemos vivido- está claro que tienen un problema, pues tarde o temprano sufrirán un desengaño. Pero de todo hay por estos pagos; incluso personas que consideraron inteligente a El Pequeño Nicolás o a alguno de los que podríamos denominar 'paladines tuiteros'. Si circulas a 200 km/h por una carretera de doble sentido, tarde o temprano te la pegas. Lo decía Charly García en una canción: "Esas motos que van a mil, sólo el viento te hacen sentir, nada más, nada más".
Resulta que hay un alcalde que durante sus días de veraneo ha utilizado el vehículo de una empresa que mantiene contratos con el ayuntamiento que comanda. Los hechos los ha revelado un tuitero de los que siempre apostilla sus mensajes con lo mismo: “Esto no te lo contarán el resto de medios”.
Da la casualidad que ese político concedió una entrevista a este periódico hace unas semanas y afirmó: “Todas mis vacaciones se han publicado en OkDiario”. Y así es. Pero claro, siempre vende más erigirse como el único que explora los puntos más oscuros del poder.
Carretera peligrosa
Las conexiones denunciadas en esos mensajes pueden ser noticia si están acreditadas -el Ayuntamiento niega cualquier contrato irregular en un documento oficial, dirigido a la portavoz del PP y firmado por Manuel Saravia-. Pero habría que preguntar también hasta qué punto tiene interés periodístico el hecho de que se hayan encontrado pelos largos, rubios y morenos en el vehículo utilizado por el regidor.
O firmar: “No he escrito antes porque 'el alcalde' no soltaba el móvil. Es mejor esperar que se meta en la piscina (ya no sale tanto del hotel) para que descubra su nuevo regalo al salir”.
Esto equivale a un: “te estamos observando”. Sabemos dónde vives. Y no llegar hasta ese extremo no equivale a hacer la vista gorda con los desmanes de políticos o empresarios (o a conformar una "mafia periodística"), sino a conservar la cordura. Porque quienes se opusieron a la barbaridad de los escraches en domicilios de políticos, no pueden defender que nadie afronte sus vacaciones con un Robert de Niro, en El Cabo del Miedo, amenazando con grabarle a la salida de la piscina.
Esto último no es 'periodismo ciudadano', esto tiene otro nombre, como lo que hace algún aseado tuitero amparándose en la defensa del consumidor, pero con una metodología que recuerda a la de Ausbanc. O lo de esos activistas con Patreon abierto -web para hacer 'colectas'- que tratan de convencer a su público de que su labor es desinteresada. Y, claro, como la tensión está por las nubes, hay cientos de personas que los apoyan.
Los monstruos que derrapan
El poder suele responder a la lógica freudiana, que es la de conceder a los ciudadanos pequeños remansos de libertad para que no se sientan asfixiados y comiencen a sufrir neurosis. En este último estado, se vuelven imprevisibles, lo que hace peligrar la posición de quienes tienen privilegios. La estrategia de El Gatopardo tiene un sentido; y es ése.
Pero claro, la libertad hay que saber ejercerla y, si se emplea para pegar aguijonazos y denunciar los desmanes de 'los de arriba', conviene tener puntería, pues, de lo contrario, desaparecerá. El sueño de los tiranos son las revueltas desorganizadas, pues les ayudan a aplastar a la oposición. El ruido sin orden sólo empeora las cosas.
Lo peor es que esa actitud de Espartacos tuiteros también la han adoptado los portavoces de los partidos, hasta el punto que se ha vuelto habitual que defiendan actos de violencia o de acoso. Los usuarios lo leen, están sobre-informados sobre los conflictos existentes, se reafirman en sus prejuicios y observan cómo su odio y su ansiedad social se dispara. ¿Para qué demonios inventaríamos la multi-pantalla?
Hemos llegado a tal punto que un chiflado anti-vacunas -Taxi Driver a la española, con migas en la barba- se dedica a publicar cartas en su panfleto digital que están dirigidas a quienes se inyectan el suero contra el coronavirus. Los llama “chuloputas”, “genocidas”, “chaperos”, “macacos”, “mentecatos” y “chupópteros”. Con nombre, apellidos, cargo y NIF. Falta espacio en los frenopáticos.
Por cierto, que no vale la pena nombrar a ninguno: el fallo fue engordar a los monstruos. Fue nuestra culpa. Disculpas por ello.