La emigración española no es lo que era. Quienes se van hoy de España no arrastran maletas de cartón ni enseres atados con guita. No, los españoles que están dejando atrás su país por carecer éste de suficientes oportunidades llevan, muchos de ellos, títulos universitarios bajo el brazo. No todos están hipercualificados pero, en cualquier caso, el potencial de la generación mejor preparada, la de los jóvenes españoles que se formaron en los días de bonanza, España se lo está perdiendo por culpa de la crisis. De esta circunstancia se benefician esos países europeos donde sí se puede acceder al mercado de trabajo. Alemania es, en este contexto, uno de los mejores lugares a los que ir a trabajar. Su nivel de desempleo es sólo del 7%, según datos recientes.
Muchos emigrados han caído en eso de aterrizar en Berlín buscando oportunidades por aquello de creer que la metrópolis germana, al ser la capital, ha de ofrecer empleo. Pero no cuesta darse cuenta de que la ciudad donde vive Angela Merkel es una excepción, un lugar donde se puede acabar buscando trabajo de lo que sea por falta de oferta laboral. Éste es un desengaño que no pocos españoles se han llevado en Berlín, urbe que a menudo se abandona por otras, como, por ejemplo, las de la región industrial del Ruhr, en el noroeste alemán. No obstante, los hay que logran sobrevivir, instalarse, e incluso vivir cómodamente en la capital alemana. Sobre ellos, en general, versa el libro Elija su propia aventura en Berlín, editado por Libros.com.
Berlinología
“El libro está dedicado a cualquier emigrante de carácter latino que haya llegado a Berlín o a Alemania”, dice a Marabilias Armando Carrillo, uno de los tres coautores del libro y también responsable de Berlunes.com, una página de Internet que se reivindica como una universidad o, como poco, como una “Escuela Superior de Berlinología”. “Hemos tratado de recopilar muchos tipos de historias que nos han pasado y también que no nos han pasado, desde los inicios, la fiesta, el electro, el desfase, pasando por la búsqueda de trabajo, la estabilidad, la inestabilidad, el regreso, la maternidad, la alemanización o chascarrillos combinados con temas filosóficos”, añade este coautor.
Carrillo y compañía firman un breve e ingenioso volumen en el que el lector es el protagonista y toma decisiones en una aventura berlinesa que puede acabar en España a primeras de cambio. Así ocurre, por ejemplo, después de que un alemán conocido por Facebook que se supone nos iba a dar cobijo se canse de nuestra presencia en su apartamento, en el que hay que ir descalzo pese a que el lugar esté mugriento y dé asco. Eso sí, antes de volver a España, el libro también permite salir de ese tugurio y toparse con la fauna y flora de pisos compartidos más convencionales. Allí da uno con alemanes tipo hipster low-cost, ecologistas algo extremistas y otros extranjeros mejor adaptados por hablar inglés de verdad, y no como lo hacen muchos españoles que dicen defenderse en la lengua de William Shakespeare.
Donde en realidad se hace hincapié en Elija su propia aventura en Berlín es en lo difícil que resulta aprender alemán. “Con hablar inglés en Berlín no basta”, lo que obliga a aprender alemán, algo “jodidísimo” (sic), se apunta en el libro de los responsables de Berlunes.com. Uno puede pasarse meses yendo a Volkhochschulen, escuelas públicas para adultos, o a academias de idiomas sin tener mucho éxito. En el mejor de los casos, se puede llegar a la “fase cuatro” del aprendizaje del alemán, según se explica al lector. En esta etapa, llamada “la gran llanura” y que dura “el resto de tu vida”, los años pasan “sin que veas la progresión porque los avances son muy lentos”. Este punto del libro hace pensar en esa frase atribuida al autor estadounidense Mark Twain según la cual “la vida es demasiado corta para aprender alemán”.
Aún llegando a las llanuras de la cuarta fase del aprendizaje de la lengua de Johann Wolfgang von Goethe, hay algo que el inmigrante español en Berlín no puede dejar de plantearse. Y no es otra cosa que la vuelta a España. Porque, el gélido frío invernal, la escasez de luz, las ostensibles diferencias gastronómicas con España, entre otras cosas, hacen recurrente pensar en regresar al suelo patrio. Ahora bien, si leyendo Elija su propia aventura en Berlín el lector toma las “decisiones correctas”, puede que acabe abocado “al fracaso como persona”, “teniendo que adaptarse a una cultura que no es la suya” y “comiendo patatas mehligkochenk ” – patatas para hacer puré – hasta el final de sus días.
En este tono irónico está escrito todo el libro. De hecho, el texto comparte con Berlunes.com esas “reflexiones sobre la inmigración con carácter ácido y muy irrespetuoso que a la mayoría de la gente que no lo comprende le resulta inadecuado o doloroso”, dice Carrillo. Porque se trata de “contar la verdad de lo que pasa por aquí y nada más que la verdad, y eso duele, duele al recién emigrado, duele al que lleva rato y le duele a los que tienen cargos por aquí ya sea por nepotismo o por contactos del tipo casta”, agrega el coautor entrevistado por este magazine.
Berlín engancha
Con todo, Berlín en particular y Alemania en general, puede que enganchen, como pasa con el té de jengibre que tanto toman los teutones. “Usted ni siquiera sabía lo que era el jengibre antes de llegar a Alemania, pero ahora no puede vivir” sin su sabor, se lee en Elija su propia aventura en Berlín. Este detalle, sin duda, resulta sintomático de que uno ya ha comenzado su personal e intransferible proceso de gemanización. Esto es sinónimo de haber tomado lo que los autores de Elija su propia aventura en Berlín llaman las “buenas decisiones”.
Las malas determinaciones, en su aventura por Berlín, llevan a España. Y, sin embargo, volver tampoco es del todo una mala noticia. Porque la experiencia de vivir en el extranjero ofrece, entre otras cosas, saber mucho más sobre uno mismo. “Al emigrar se emprende un viaje hacia el interior de uno mismo”, concluye otro de los finales posibles en Elija su propia aventura en Berlín.