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Belén Esteban, ¿la mujer con más mala suerte de España?

La semana negra de Belén Esteban. La colaboradora más mediática de la historia vive su enésimo infierno personal por la ruptura con su representante, Toño Sanchís. Pero esto no es nada nuevo. No hay mes en el que la ‘princesa del pueblo’ no suelte lágrimas televisivas ante una nueva desdicha personal. ¿Tan mala suerte tiene la pobre o es que no hay venta si no hay pena? La Esteban ha hecho de la mala suerte su modo de vida y parece que le queda cuerda -y mal fario- para rato...

  • Belén Esteban, ¿la mujer con más mala suerte de España? (Gtres)

Érase una vez una jovencita con pocas aspiraciones en la vida que conoció a un torero. El matador, entre su corte personal de conquistas, también puso su ojo en aquella inocente muchacha con cara de no haber roto un plato y comenzó a salir con ella. Ronearon, que se dice ahora, posaron y tuvieron una hija. Pero, claro, ¿quién le iba a decir a la pobre que acabaría siendo la mujer más famosa de España? La historia de Belén Esteban podría ser, fundamentalmente, la de cualquiera.

Un golpe del destino trastoca tu vida y tus planes y te ves emprendiendo una dirección que nunca hubieses imaginado. Ha pasado mil veces. Y como cualquier historia, podría haberse quedado en eso, en una anécdota, de no haber sido por el llanto televisivo. El milagro de la lágrima. 

Belén ha hecho de su vida un drama y de este drama, un negocio. Y lo mejor -o peor, no lo tengo muy claro- es que en ningún momento lo ha pretendido. Simplemente, ha ocurrido así, como el sexappeal de Jessica Rabbit -ya saben, la dibujaron así-. 

La princesa del pueblo aterrizó en televisión como lo que era, una joven tímida que nada tiene que ver con la imagen que ofrece ahora. Fue la propia adversidad que ella misma se fue creando la que cambió su perspectiva. Del mero hecho de criar una hija sin la ayuda de su padre, algo desgraciadamente muy común en la sociedad que vivimos, hizo su cruz y se autoproclamó mártir. De la noche a la mañana, se convirtió en la madre coraje de España -con unos ingresos superiores a cualquier sueldo, sí- y se garantizó su puesto en el Olimpo televisivo. 

A partir de ese momento, en la vida de Belén todo fueron desgracias. Se juntó con compañías poco recomendables que se aprovecharon de ella, protagonizó la actuación más polémica de los Carnavales de Tenerife, quiso casarse y ninguna tienda se rebajó a confeccionarle su traje de novia, ganó un concurso de baile sin saber ni mover un pie, su ex se casó y formó una familia mientras ella solo daba tumbos, su matrimonio fue un desastre y rompió mil veces, encontró un nuevo novio y le puso los cuernos cuando no estaba, ganó Gran Hermano VIP convertida en 'la bruja del pueblo', todo desgracias, la mayoría sin ninguna importancia, que alimentaban poco a poco su imagen de sufridora y engrosaban, no tan poco a poco, sus ya abultadas cuentas. 

Los motivos de su éxito no son difíciles de entender. El público, la audiencia, esa España que gritan los concursantes de los realities, se cansa de ver la perfección delante de sus ojos. Las estrellas siempre magníficas y divinas están muy bien, son entretenidas, pero no ofrecen esta conexión visceral que genera la desgracia. Ver sufrir a los famosos es un placer innato en el ser humano y una forma estupenda de despertar los sentimientos de auspicio. 'Pobre chica, lo tiene todo y no es feliz'. Belén, con sus miles de imperfecciones, sus ataques de ira, sus lloros desmedidos y sus constantes decisiones erróneas ha hecho que los espectadores consigan verse identificados y le transmitan todo su apoyo. Total, ¿quién no ha tenido una relación de la que ha salido escaldado pese a haber puesto toda la carne en el asador? 

El problema es que tanto dolor continuado ha hecho que una princesa del pueblo alegre no funcione. O, al menos, no al mismo nivel. La retirada de Belén para 'curarse su enfermedad' hizo temer lo peor, pero incluso de eso se recuperó. 

Volvió al programa y descubrimos a una colaboradora más pausada, sin ganas de hablar de sus temas y muy alejada de aquel 'ni que fuera yo Bin Laden' que marcó una época. ¿Era esto lo que nos esperaba? Para nada. Los cartuchos de la Esteban todavía son numerosos. Primero fue la infidelidad de su 'toy boy' y ahora la traición de su representante y casi hermano. Lo importante es sufrir y que los demás lo vean. Ahí está la clave de todo. 

Pero, cuidado, que el tiempo pasa y se agotan los temas. ¿Qué ocurrirá con Belén Esteban cuando termine Sálvame? ¿Conseguirá reciclarse o dará por terminada su vida pública? ¿Sobrevivirá la 'princesa del pueblo' a la mayoría de edad de su hija Andreíta? ¿Desaparecerá por el bien de la joven o será ésta la que coja el relevo? Todavía nos quedan muchos 'belenazos' por delante y prometen ser muy lacrimógenos. Más vale que vayan ahorrando para klinex. Nuestro sufrimiento es su fortuna. No lo olviden.

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