La llegada de nuevos aires en la estancada política europea hacía presagiar un cambio radical de escenario, al menos, en cuanto a decisiones económicas se refiere. Pero, claro, ¿quién iba a imaginar que esa renovación también iba a afectar a la imagen externa de los políticos? Si durante los últimos tiempos nos habíamos acostumbrados a dirigentes más próximos a la jubilación que al pleno esplendor profesional, ahora las cosas son considerablemente distintas. El sex appeal ha vuelto a entrar en el terreno político, y lo ha hecho por la puerta grande. Yanis Varoufakis -al que los memes de Internet ya han rebautizado como 'Varoufucker'- ha instaurado una nueva forma de transmitir la política al pueblo. Y, por lo que parece, es una forma de lo más seductora...
Bajo un aspecto más propio de los grandes villanos de Hollywood que de los responsables de la prosperidad económica de Europa -¿no recuerdan haberle visto persiguiendo a James Bond en alguna entrega de la saga?-, el nuevo ministro griego se ha convertido en la esperanza blanca del pueblo griego y del atractivo de la política. Con su cazadora de cuero, su afición por el motociclismo y su apabullante comodidad a la hora de tratar los temas más duros con los principales líderes políticos -no se ha inventado todavía una silla que consiga controlar la tendencia a repantigarse del político griego-, el carisma de Varoufakis ha eclipsado a todos sus homólogos europeos, más preocupados por lucir corbata de seda que por atender a los medios con una sonrisa capaz de derretir corazones -y un inglés fluido que nos sorprende a los habituados a políticos que dominan, a duras penas, su idioma natal-.
Varoufakis se ha colado en casi todas las crónicas sociales del mundo.
El impacto de Varoufakis ha sobrepasado todo el ámbito político y económico para colarse en casi todas las crónicas sociales del mundo. Los medios, ávidos siempre de nuevas figuras, han abrazado la aparición del sex symbol griego con toda su fuerza -mientras Tsipras se ha quedado las sonrisas y la afabilidad, Varoufakis intimida con la mirada a sus oponentes y, aparentemente, les torea como quiere-.
¿Servirá esto para que se pongan las pilas el resto de gobiernos? No es que necesitemos mitos eróticos para hacer atractiva la política actual, pero sí resulta más que conveniente que los líderes públicos recuperen carisma, carácter y repercusión mediática. ¿O acaso sabe decir el nombre de otros Ministros de finanzas de la Eurozona? El efecto 'Varoufucker' parece que todo lo puede.
Beneficiarios de la erótica del poder
Hacía tiempo que no asistíamos a un fenómeno político de esta envergadura -de hecho, desde la llegada de Obama a la Casa Blanca-, y eso que de beneficiarios de la erótica del poder sí hemos estado bien servidos. El romance de Nicolas Sarkozy con la modelo Carla Bruni elevó al ex Presidente de Francia a la categoría de político atractivo y seductor -sin ser nada de eso de entrada-.
De la noche a la mañana se convirtió en un sex symbol de andar por casa, en una suerte de Bill Clinton galo, capaz de 'quitarle' la novia a un mito de la talla de Mick Jagger -ex pareja de la modelo-. Y el mundo se postró ante sus ansias de pequeño dictador. Pero si Sarkozy dejó el listón alto, pocos podían imaginar que su sucesor todavía conseguiría superarlo.
La llegada de François Hollande al Elíseo hacía presagiar una legislatura movida en el terreno político, pero mucho más relajada en el sentimental. Todo lo contrario. El triángulo amoroso del presidente francés se convirtió en uno de los principales asuntos de Estado, con salidas en moto sin guardaespaldas y pisos alquilados en las inmediaciones del palacio. Un argumento digno de la mejor telenovela -y eso que todavía nos quedan unos cuantos episodios finales para entender el desenlace la historia- que por ahora ya se ha convertido en libro de éxito. Tras su aspecto de hombre neutro y bonachón se escondía un 'latin lover' a la altura de Julio Iglesias. ¿Quién lo iba a decir?
Seguramente nos cansaremos pronto de Varoufakis y acabaremos sustituyéndole por otro sex symbol de aspecto más tranquilo. Alguien capaz de convencer con su discurso, encandilar con la mirada y reducir esa sensación de peligrosa excitación que nos transmite el griego. El problema, viendo el percal con el que nos enfrentamos a diario, será encontrar a alguien capaz de ponerse esos zapatos. Y no, por lo que parece, no va a ser Pedro Sánchez...