Julio Flor es un periodista vasco de ésos poco conocidos por el gran público a pesar de una lucha denodada por los Derechos Humanos en los años duros de ETA. En la vanguardista sala Siluro Concept y con las puertas cerradas para evitar visitas no deseadas, un aforo compuesto por viejos rockeros de la izquierda y jóvenes con estética perroflauta aplaudieron con ardor las palabras de un maestro nacional que ha escrito libros con Rafael Alberti y que en los 90 estableció las bases del pensamiento de izquierda en España.
Al acto asistió la periodista Carmen Sarmiento. Aparte de glosar la figura de Anguita, protagonizó el momento más emotivo al entregarle una vara de mando de un pueblo, otorgándole una autoridad moral que nadie le discute.
Tras secarse las lágrimas Anguita repasa en su obra sus enfrentamientos con el obispo de Córdoba, el gobernador militar en plaza, con Felipe González y con José María Aznar, con el rey Juan Carlos, con los sindicatos mayoritarios e, incluso, con sus compañeros y compañeras de partido o coalición. Con cierta sorna califica como década prodigiosa sus 10 años (1988-1998) al frente de la secretaría general del PCE ("Llegué a Madrid como los niños a los que su madre les arrastra para ir a la escuela") así como su transición a la actual IU.
Prueba de que la utopía es técnicamente posible escribe en Mundo Obrero cómo otra forma de hacer las cosas es posible y denuncia que el proyecto europeo de Victor Hugo ha sido sustituido por una Unión Europea en la que, junto a la soberanía nacional, se ha perdido también la capacidad de actuar contra el paro o la posibilidad de utilizar nuestras potencialidades, industriales, agrarias y monetarias. Es decir, estamos en manos del poder financiero que es el que manda. Además, los ciudadanos no quieren saber por qué son así las cosas lo que hace que aquellos que se acercan a Julio Anguita a que les explique lo que pasa y el profesor comienza a hablar, son insultados cuando se niegan a recibir la lección requerida. Para evitar la ignorancia nada como estudiar, pero esto requiere un esfuerzo intelectual, aclaró este sabio tan molesto en una época del consumo inmediato y el estabulamiento, añado yo.
En estas páginas se explica cómo ha ido asentándose el pensamiento liberal, qué nuevas lecciones ha traído la caída del Muro de Berlín o la descomposición de la Unión Soviética, la creación de la Europa de Maastricht (que, asegura Anguita, nadie se la leído lo que en el Tratado pone y nos impone), la OTAN de los últimos tiempos (ya no necesita el permiso de la ONU para actuar) o cómo los americanos no han reducido su potencial militar en nuestro país.
Cree el autor que un político no se jubila nunca y hay que hacer política desde cualquier sitio. Recordó a los actuales dirigentes que en vez de tanto asesor de imagen deberían contratar a historiadores pues parece, lo decía Castelar, que la historia de España se resumen en un folio por las dos caras: siempre caemos en los mismos errores. Antes de despedirse se calificó como un activista, un luchador -como dijo Lorca- del conocimiento y la cultura pues sólo con ella pueden resolverse los problemas de un pueblo lleno de fe pero falto de luz.
Como estamos en crisis ni unas míseras croquetas fueron ofrecidas a los asistentes. Además, Julio Anguita empezó a conceder entrevistas a las diferentes televisiones que allí se habían concitado, pues no deja de ser el personaje más exótico de nuestro aburrido panorama político.