La velocidad ha sido desde siempre un argumento esgrimido por las diferentes autoridades para justificar las más diversas medidas. La última decisión, tomada por la alcaldesa de Madrid Manuela Carmena, ha sido bajar la velocidad de las vías de acceso a Madrid, concretamente en la M30, de 90 a 70 km/h para reducir los niveles de emisiones contaminantes. La medida, a pesar de todo, no resuelve todas las situaciones, pues el consumo depende de más factores y no sólo de la velocidad. El tipo de vehículo, de motor, el número de relaciones de cambio o la simple forma de tratar el acelerador pueden variar los resultados de una velocidad más baja a otra más alta.
Es más, las pruebas de homologación de consumo que se hacían hasta 1990, que contemplaban experiencias en carretera y no en laboratorio, mostraban que los mejores resultados se lograban a los 90 km/h. Casi todos los turismos pueden circular en su relación de cambio más larga a esa velocidad, logrando muy bajos registros de consumo, pero no todos pueden mantener esa última relación de cambio a sólo 70 km/h, lo que obliga a una marcha más corta y a un régimen superior de giro que conlleva más consumo y más emisiones.
Los consumos de carburante dependen no simplemente de la velocidad sino también de las revoluciones a las que gira el motor para mantener esa velocidad
Los niveles de contaminación están, por lo tanto, directamente relacionados con el consumo de carburante y dependen no simplemente de la velocidad, sino de las revoluciones a las que gira el motor para mantener esa velocidad. De hecho, podríamos estar circulando a 40 km/h en primera velocidad y los consumos serían mucho más elevados que en una sexta relación de cambio a 100 km/h, algo evidenciable sobre todo en los turismos con cambio manual. En los cambios automáticos, sobre todo en aquellos que no son de última generación y tienen menos relaciones de cambio, circular a 70 km/h puede llevar a un constante cambio de marchas en busca de poder mantener esa velocidad, lo que es contraproducente para el ahorro del consumo y, por tanto, de las emisiones.
Más que limitar la velocidad a 70 km/h como medida disuasoria habría que concienciar a los conductores de practicar una conducción eficiente, aprendiendo una serie de medidas para lograr la condución de más limitado consumo. Con la variedad de tecnologías que encontramos hoy en día en los turismos, con motores diésel, gasolina o híbridos, cajas de cambios automáticas con 4, 5 o hasta 9 velocidades, no basta con imponer una velocidad de 70 km/h para asegurar que así se bajan las emisiones. El primer paso tendría que darse en las propias autoescuelas, en las que en lugar de enseñar cómo superar el examen de Tráfico, debieran enseñar además como lograr la mejor eficiencia en la conducción.